Cuando el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se presentó sin mascarilla en la Conferencia Legislativa de Sindicatos de la Construcción de América del Norte, y allí aseguró: “Si tengo que ir a la guerra, iré con ustedes, lo digo en serio”, su país reportaba ese mismo día de abril, 8 mil 214 nuevas muertes y 446 mil 871 contagios por la Covid-19.
Estados Unidos sigue marcando la pauta mundial en ambos indicadores negativos;705 mil 284 fallecidos y 43 millones 950 mil 779 de personas contagiadas. Pero de esa guerra silenciosa, que mata y mutila, cada día se habla menos en los grandes medios occidentales.
Resulta que desde el comienzo de la guerra en Ucrania —la mediática y la militar— y la cruzada contra Rusia, organizada por el gobierno de Biden, la pandemia pasó a otros planos de atención y, más aún, la información a la población estadounidense, ha ido en picada.
En el discurso citado, el mandatario aseguró que “EE. UU. seguirá apoyando a Ucrania y al pueblo ucraniano y que esta lucha está lejos de terminar”.
Luego informó que su Administración continúa “suministrando a Ucrania las armas y los recursos necesarios”, y se mostró complacido al poder anunciar que “ayer firmé otro paquete para enviar más misiles Javelin […] para seguir consiguiendo un suministro ininterrumpido al Ejército ucraniano”.
A su vez prometió incrementar aún más las sanciones y el aislamiento económico contra Rusia.
Recuerdo ahora que sin mascarilla estaba, el 24 de marzo de 1999, el presidente estadounidense, William Clinton —también demócrata— cuando ordenó, sin consultar a la ONU, bombardear a Yugoslavia, matar a miles de civiles, usar armas prohibidas como el uranio empobrecido, y provocar la desintegración de ese país.
Y qué decir de aquel viernes 16 de febrero de 2001, día en que otro presidente de Estados Unidos, el republicano George W. Bush, decretó el bombardeo y la invasión contra Irak que ha costado a esa nación árabe más de un millón de muertos, mutilados y heridos. Todavía hoy mantiene allí, bases militares y tropas y se apropia —a través del territorio iraquí— de recursos naturales de la vecina Siria, donde Washington apoya a los grupos terroristas que desestabilizan a ese país.
En estos momentos, cuando el gobierno de Joe Biden y otros, se pronunciaron en la ONU por la suspensión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos, a causa de la “guerra que lleva a cabo contra Ucrania”, valdrían la pena, al menos, algunas preguntas y reflexiones en virtud de no perder la memoria histórica: Desde los bombardeos nucleares de Estados Unidos contra Hiroshima y Nagasaki, pasando por los perpetrados contra Yugoslavia, la invasión a Iraq, los ataques a Libia y el asesinato de su Presidente, la invasión a Panamá, a Granada, a Afganistán, Yemen, y muchos otros, ¿alguna vez se ha planteado y logrado en la ONU que Estados Unidos sea acusado y expulsado del Consejo de de Derechos Humanos?
Entonces ¡humanidad!, de qué estamos hablando ahora cuando se condena a Rusia por sus acciones en Ucrania.
Recordemos siempre que, con o sin mascarillas, los mandatarios estadounidenses tienen como aval principal la guerra, el genocidio, las torturas, las más criminales sanciones, ser el único país del mundo en usar la bomba nuclear contra pueblos indefensos, y muchos etcéteras más.
Recomendación final: Póngase la mascarilla presidente Biden, proteja a su pueblo de la pandemia de Covid-19, trabaje por la paz, sin guerras y sin sanciones, y contribuya —como prometió en su campaña, y no ha cumplido—, en fomentar un mundo más amistoso y libre.