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El músico de la alfabetización

Eduardo Saborit, un hombre y su tiempo, cuya extensa obra musical la recorre el profundo compromiso social y patriótico. Fue llamado también Cantor de la Revolución.

Eduardo Saborit Pérez murió a los 52 años, el 5 de marzo de 1963. Un infarto. Muy rápido, apenas 20 minutos. Un rato antes, le había afinado por teléfono la guitarra a su médico y le cantó, junto con Zoila, su compañera, la hermosa canción de La Bayamesa al sobrino Paquito, para dormir al pequeño. Cuando decidió él mismo descansar, tras la fatiga de un día de habituales ajetreos, depositó en la mesita de noche el libro Los fundamentos del socialismo en Cuba.

“Adelgazó mucho en ese tiempo, apenas paraba en la casa. Durante la Campaña de Alfabetización, abuelo se enamoró de ella y la vivió como un cubano que llevaba aquel proyecto en el alma. Siguiendo las orientaciones de Fidel de continuar estudiando, fue fundador del sistema de becas como maestro de la Escuela de Instructores de Arte, allí fue profesor de guitarra”, eso cuenta en una tarde de evocaciones Diana Bello Saborit, nieta del músico emblemático de esa primera gesta en la educación cubana.

Conjunto de Eduardo Saborit.

Unidos en amistad y trabajo, fue Jesús Orta Ruíz, el Indio Naborí, el Poeta de la Alfabetización, quien lo vinculó con Celia Sánchez y Mario Díaz, el coordinador de la campaña. Integró, así, la Comisión de Divulgación: “Se requería de un himno y él compuso, letra y música, el de las Brigadas Conrado Benítez. Era un creador productivo y súbito, y en el anfiteatro de Varadero, el Día de las Madres de 1961, cuando el Comandante en Jefe Fidel Castro despidió a un grupo de brigadistas, se cantó por primera vez en público”.

A su muerte, Naborí le dedicó una elegía en la Necrópolis de Colón: “Por tener hondas raíces, por alegrar campesinos,/ por desear los caminos, llenos de niños felices;/ por alertar:/ “Tú que dices que tu Patria no es tan bella”/ y por morir en la huella/ de Fidel y de Martí,/ toma, mi hermano, “un rubí,/ cinco franjas y una estrella“.

Ese día de duelo, un grande de la música campesina, Ramón Veloz, lo homenajeó con una corona enorme en forma de guitarra. Sus alumnos de la Escuela de Instructores de Arte recogieron flores de los jardines de la institución y conformaron otra, al tamaño original y el coro de la profesora Cuca Rivero cantó Despertar.

De Saborit habrá que recordar el periplo de Oriente a Santa Clara con uno de los dos colectivos artísticos que durante la campaña llevaron su arte a los brigadistas, sin importar zonas intrincadas, comidas al paso, noches de mal sueño en hamacas y escenarios improvisados a la luz de faroles o de la luna cómplice. De esa etapa, el Jilguero de Cienfuegos y Marthica Morejón lo recuerdan como un divulgador de lo cubano, como un hombre cariñoso, dulce, amable, nunca bravo, amigo, compañero a todo riesgo y con una sonrisa permanente en los labios.

Las nietas del compositor cubano, Diana y Pilar, durante la entrega de la guitarra de su abuelo al Museo Nacional de la Música.

Fue un hombre de entera confianza de la Revolución. Cuando el ataque mercenario a Playa Girón, apenas unas horas después, Celia Sánchez le encargó a él y a Naborí “tocar con sus manos” lo que allí había pasado para que vinieran luego a contarles a los propios familiares de los brigadistas cómo estaban los muchachos: “Mi abuelo constituyó un ejemplo para la familia, un compromiso con la nueva vida que se abría, un orgullo. Después de muerto, sigue siendo el bastión de su núcleo”, eso dice Diana, entonces una adolescente.

Hombre de compromiso revolucionario, compositor que dejó una huella indeleble en la memoria musical cubana, Cantor de la Revolución, fue un artista que regaló obras como Cuba que linda es Cuba y el Himno de las Brigadas Conrado Benítez, en las que reflejó los cambios de un país que se reconstruía.

Compositor que dejó una huella indeleble en la memoria musical cubana, regaló obras como Cuba que linda es Cuba y el Himno de las Brigadas Conrado Benítez, en las que reflejó los cambios de un país que se reconstruía.

En ese febril hacer, en Ciudad Libertad trabajó en el Consejo Nacional de la Alfabetización. Después vino el Congreso, un corte necesario para conocer cómo se iba comportando la gesta de enseñar. En la clausura del evento, en el antiguo teatro Chaplin, hoy Carlos Marx, en el segmento artístico se estrenó Despertar, también de la autoría de Saborit e interpretado por Edelia Ferrer. Fidel pidió que se repitiera. Se cantó dos veces.

Y, por fin, la entrada  de los brigadistas a la Plaza de la Revolución el 22 de diciembre de 1961. Allí, multiplicada en miles de voces, se coreó la Marcha triunfal de la Alfabetización, más conocida como Cumplimos.

“A partir de la campaña, y ya para siempre, abuelo vistió solamente el uniforme de los brigadistas. No le importó que concluyera aquel hermoso proyecto, se había entregado tanto a él que no quiso separarse de esa ropa. Así lo enterramos, y abrazado el ataúd con las banderas cubana y de la Alfabetización”, rememora Diana.

“El músico de la Alfabetización”, como le llamó Orta Ruíz, fue hombre de entereza vertical. Por dos veces pusieron en sus manos un cheque en blanco. La primera, cuando en la década de los 50 compuso Conozca a Cuba primero y al extranjero después, y la Compañía ESSO quiso utilizarla para su publicidad. Se negó porque, lo que escribía de su Patria, era para ella y no para comercializarse. La segunda, al triunfo de la Revolución, los dueños de Publicitaria Siboney quisieron que emigrara a Puerto Rico. En respuesta, viajó al VII Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, en Viena, y a los países socialistas. De ese periplo nació Cuba que linda es Cuba.

Una faceta menos conocida es que al estallar la Segunda Guerra Mundial, marchó al frente con otros artistas para estimular a los soldados en el frente y en los hospitales.

Diana y Pilar recuerdan que a partir de la campaña, Saborit vistió solamente el uniforme de los brigadistas (Foto: Ricardo López).

Al cabo del tiempo, Diana y Pilar –la otra nieta-, tienen pesares: “Su música no es suficientemente difundida y es muy triste que la obra de un hombre como él, patrimonio del país, se vaya apagando. ¿Y quiere que le diga algo: letras como Sin banderas, Cuida tu Patria, Niño cubano y Mi escuelita, tienen total vigencia”, recalca Diana, convertida al cabo en historiadora del abuelo.

¿Y cuál es tu alegría?, pregunto al final de un rápido repaso por la obra de Eduardo Saborit Pérez en la Campaña de Alfabetización: “Doy gracias a la vida por dos cosas: haber sido nieta de ese hombre inmenso, y por ser yo misma abuela. Esas han sido mis grandes oportunidades, mis sentimientos más puros”.

Fotos de portada: Eduardo Saborit Pérez, hombre de entera confianza de la Revolución.

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Iraida Calzadilla Rodriguez
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Profesora Titular del Departamento de Periodismo de la Universidad de La Habana. Su campo de estudio abarca la periodística, la pedagogía y las relaciones entre la historia y la prensa. Editora del blog docente Isla al Sur.

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