En la primavera de 1970 —como estudiante del cuarto curso de la Escuela de corresponsales de Juventud Rebelde— publiqué mi primer trabajo en ese diario.
Luego, como corresponsal, me fui a hacer las prácticas de lo aprendido a mi pueblo, Florida, en Camagüey. En aquel entonces la zafra de los diez millones era el objetivo informativo por excelencia, y la Columna Juvenil del Centenario, el fundamental sujeto de atención pues había sido creada para impulsar esa epopeya azucarera instigada por Fidel, líder histórico de la Revolución, No fue por voluntarismo como critican algunos ahora, sino para tensar las posibilidades productivas que propiciaran la libertad indispensable en el plano económico.
Cuando entrevisté a los trabajadores azucareros de los centrales Agramonte, Argentina, Céspedes y República Dominicana, pertenecientes a mi municipio, manifestaron sus preocupaciones por la marcha de la zafra, debido a que se alteraban las cifras , por aspectos objetivos, rendimientos, cantidad de caña a moler…, los cuales indicaban que los 10 millones no se podrían realizar.
Preparé mi primer gran reportaje, pero no fue publicado para que no menguara el entusiasmo “en la recta final de la contienda”. Luego, de regreso a La Habana para preparar el ingreso a la Universidad, estuve allí en aquella concentración de bienvenida a los pescadores secuestrados, y donde Fidel reconoció el fracaso de la zafra y puso su cargo a disposición popular.
Entonces, pensé en lo valioso que hubiera sido haber publicado las preocupaciones de aquellos trabajadores que querían alertar a Fidel de que no le estaban diciendo toda la verdad. Me recuerdael animado televisivo El escéptico, de Elisa Rivas. ; sin embargo, si las concepciones sobre la función de la prensa hubieran sido otras, si muchos colegas que tenían dudas o argumentos hubiéramos podido expresarlo creo que se habría tenido en cuenta.
En esa década del 70 participé como delegada a un congreso de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) donde los camaradas del gremio alegaron, entre otros asuntos, los problemas con las fuentes, las demoras derivadas las consultas sobre ciertos temas, la falta de diversidad en el tratamiento informativo por los diferentes órganos de prensa y la indigencia técnica desde el transporte hasta las máquinas de escribir.
No obstante, a pesar de las penurias existentes, los periodistas manifestaron su vocación de servicio, el deseo de hacer un periodismo que contribuyera mejor a alertar sobre lo que no funcionaba bien y a hacer notar con creatividad las indiscutibles buenas realizaciones.
Posteriormente, asistí a los sucesivos congresos de la Upec.En ellos, los periodistas volvieron a plantear las mismas inquietudes, se refirieron a la necesidad de la crítica pública, de un reflejo más objetivo de la realidad, de no permitir que el enemigo fuera la fuente de información de los problemas sociales, de errores y del mal funcionamiento de los programas de la Revolución a favor del progreso.
Los decisores arremetieron contra el secretismo, crearon resoluciones de las cuales no parecían enterados dirigentes y funcionarios que se resistían a ofrecer informaciones, y mucho menos a ser tocados por algún señalamiento crítico.
A pesar de ese pugilato, los años de la década de los 80 fueron un periodo de intenso periodismo de opinión, de algunos exponentes valiosos del periodismo investigativo, disminuidos luego con la llegada de la crisis de los 90.
Desde 1994 al 2001 cumplí misión diplomática en la Unesco. A mi regreso, la situación de la prensa era más complicada todavía pues hasta tomar foto en una escuela podía ser un problema.
Si en años pasados existieron, con poco éxito, medios difamadores contra Cuba: La voz de las Américas, Radio y TV Martí, ahora, en el siglo XXI aparecieron las webs y las redes sociales. y aunque el acceso mayoritario a internet se demoró en el país, la tendencia de buscar información fuera de los medios comunicativos oficiales creció porque estos no alcanzan la dinámica ni la inmediatez de aquellos.
En el recién celebrado VII Pleno de la Upec volvió a manifestarse la voluntad de cambio de los decisores; las condiciones de vida y de trabajo de los periodistas siguen siendo de penurias y estos vuelven a ser convocados a no pecar de superficiales y triunfalistas., Al menos esos fueron los únicos detalles hechos públicos de esa reunión, los cuales, como se podrá entender, tiene un amargo sabor a viejo a pesar de los notables esfuerzos de la actual dirección de establecer un modelo de funcionamiento acorde con los imperativos de los días que se viven.
Ciertamente, el acoso de todo tipo sufrido por la Revolución por parte de los centros hegemónicos de Estados Unidos y de la derecha internacional, desde el mismo año 1959, condicionaron un sentimiento legítimo de autodefensa. También se requería unidad alrededor de los programas de cambio de mentalidad y de vida para poder lograrlos, a la vez que eran necesarias las exhortaciones que aumentaran la autoestima popular que provocaran su capacidad transformadora.
Resulta innegable que siempre han existido profesionales de la prensa que lograron sacudirse de todos los demonios y realizar una obra meritoria por su talento, entrega y habilidad para situar temas en la agenda pública, señalar asuntos polémicos y alertar sobre determinadas tendencias negativas. También hubo y hay decisores a favor de un periodismo que se parezca más a las contradictorias realidades que vivimos.
Pero, como tan profunda y honestamente lo expresó el Dr. Julio García Luis, importante periodista y teórico de la comunicación en Cuba, el exceso de regulaciones sobre la prensa no sólo ha afectado su desarrollo, sino que ha afectado la credibilidad del sistema porque ha propiciado que se busque en medios foráneos la información que no brindan los oficiales, mucho más a partir de la existencia de las redes sociales, donde, manipulados o no, aparece al momento lo que ocurre en cualquier parte.
Asimismo, esas regulaciones excesivas lejos de contribuir a la defensa del proceso revolucionario, han limitado la capacidad de la prensa de alertar sobre la gestación de tendencias que son problemáticas complejas, como la burocracia, la corrupción, el marginalismo, las desigualdades, el racismo, la violencia doméstica y contra la mujer. Además de limitar las polémicas que aportan diferentes puntos de vista sobre un tema y son sostén del dialogo indispensable.
Lamentablemente, las estrategias defensoras de la Revolución se han centrado en enfrentar la fuerte presión exterior y no lo suficiente en las insatisfacciones internas que hoy sirven de base a la incrementada agresión para destruir la soberanía nacional.
Ante la intensidad despiadada de la guerra mediática, el bombardeo constante de falsas noticias, aunque también los reclamos de la ciudadanía, debe ser estratégico, como un elemento más de la seguridad nacional, que el periodismo cubano ayude al discernimiento de sus destinatarios, acuda a ellos para nutrirse de enfoques vitales, elabore argumentos contundentes frente esa cantidad de recientes analistas que dedican extensos artículos, día a día, a intentar demostrar que nada ha servido en los últimos 60 años.
Por supuesto, el periodismo no puede suplir a las políticas establecidas, pero sí puede demostrar su eficacia o no, o los motivos por los que no son eficaces, buscando las causas, intentando responder las preguntas que se hacen los lectores, oyentes y televidentes.
¿Por qué hay tanta tierra sin sembrar? ¿Por qué a pesar de decenas de medidas presuntamente favorables no aumenta la producción?¿Por qué el plan de construcción de viviendas está estancado? ¿Por qué pese al crecimiento de las tiendas en moneda convertible no se incrementa la oferta en moneda nacional que era uno de los objetivos de la aparición de estas?
Estas son algunas de las interrogantes que demandan respuestas, y no se trata de hacer críticas, sino de investigar, de ofrecer elementos que expliquen razones. No es suficiente el legítimo argumento del bloqueo, entre otras causas porque al no fomentarse una cultura sobre economía, poco se habla de lo que cuestan los servicios gratuitos, los gastos en que se incurre ante cada desastre natural, tampoco de los reales presupuestos con que se cuenta.
Realizar esas funciones a favor de la sociedad y de la propia Revolución requiere que la manifiesta voluntad de cambio se traduzca en verdadera luz verde, es decir, que existan las condiciones para investigar, obtener información y la transparencia necesaria que permita hacer públicos los resultados.
En tanto, de la parte de los periodistas, exhibir profundidad y responsabilidad en lo que transmiten, alejados del triunfalismo y los modos superficiales en que, con la mejor intención, los propios funcionarios muestran.
Exorcizar los viejos demonios exige comenzar ahora mismo a hacer el periodismo que puede contribuir a una sociedad mejor y más sana.
gracias