Transcripción de la entrevista realizada a la cineasta Katia Lara, productora y directora de cine hondureña, en el espacio Diálogos en Reverso, el 2 de febrero de 2022 con el tema Cine documental y periodismo de investigación. Desafíos.
Octavio Fraga: Hola, buenas tardes. Bienvenidos a este espacio de los miércoles, siempre a la una de la tarde hora de Cuba, que nombramos “Diálogos en reverso”. Un pretexto para entrevistar a cineastas, críticos e investigadores de cine y periodistas en torno al tema del cine y sus convergencias con el periodismo. Es una apuesta de la Unión de Periodistas de Cuba, que ha querido apoyarnos en su materialización y a quién le estoy agradecido.
Hoy tenemos una invitada muy especial, la conozco desde la distancia, hace más de diez años. Estoy al tanto de buena parte de su obra y nos parecía importante tenerla en esta cita. Buenas tardes Katia, bienvenida a Diálogos en reverso, es un gusto tenerte acá.
Katia Lara: Muchas gracias, Octavio, gracias por la invitación, un saludo y un abrazo fuerte a los compatriotas latinoamericanos, de Cuba y a toda tu gente en las redes.
Octavio Fraga: Gracias. Con Katia habíamos pactado hablar de un tema que nos parecía importante, lo hemos titulado Cine documental y periodismo de investigación. Desafíos.
Como es habitual en Diálogos toca presentarla y prefiero leer su hoja de vida profesional que es bien extensa y sustantiva. Nuestra invitada estudió Artes Gráficas en Honduras, Comunicación Gráfica en México y Dirección en la Escuela de Cine de Eliseo Subiela, en Argentina. Es fundadora y Gerente General de Terco Producciones en Honduras, miembro de la Red de documentalistas latinoamericanos y del Caribe Siglo XXI. El libro Road-book del Cine Latinoamericano (2017), del curador, crítico y profesor de cine Pedro Zurita la considera entre los 29 directores más relevantes de nuestro continente. Desarrolla la docencia de cine y es Productora Ejecutiva y cofundadora del proyecto de comunicación El Perro Amarillo.
Tuvo que exiliarse en Argentina para terminar su documental Quién dijo miedo, honduras de un golpe… (2009). Después vivió cuatro años en Guatemala, donde se desempeñó como docente de guion y producción. Su obra ha estado presente en múltiples escenarios de cine como Gotebögr, Berlinale Talent Campus, Typa, BoiviaLab, Guadalajara Talent Campus, Cinemaissí, Caravana de cine árabe–iberoamericano de mujeres. También ha estado en festivales como Biarritz, Toulouse, Mar del Plata, DocsDF, Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, FICiP, Amiens, FICG, entre muchos otros. Destacan sus filmes De larga distancia (2000), Corazón abierto (2005), Quién dijo miedo, honduras de un golpe… (2010), Margarita Murillo (2015), Berta Vive (2016) y Berta soy yo (que se encuentra en fase final de post producción).
Empiezo con una pregunta de rigor, diría que obligada, ¿por qué el cine como camino para tu vida profesional, y por qué el cine documental?
Katia Lara: Realmente no fue una decisión muy consciente hacer cine, diría que viene de la militancia. Soy de una familia que trabajó en los años ochenta haciendo enlace y colaboración con los movimientos guerrilleros de El Salvador, en aquella época. Cuando yo terminé mi bachillerato en Artes Gráficas intenté estudiar arquitectura porque era lo único que existía relacionado con mis inquietudes creativas. Había hecho mucho teatro en Bellas Artes en el bachillerato y le dije a mi papá que no quería eso, que quería estudiar otra cosa. Logré, haciendo un esfuerzo mi familia, que me mandaran a México. Como mi familia estaba militando con una de las organizaciones del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), el ERP, me dijo: “Bueno, si querés seguir colaborando podés vincularte en México con los compas”, como les decimos acá. Yo tenía diecisiete años y me preguntaron qué quería y me gustaba hacer. Terminé colaborando con un colectivo clandestino que tenían en México donde se hacían las películas de la guerra en los años ochenta. Empecé a trabajar como editora —como asistente de dirección al inicio—, después como montajista. Colaboré en un par de largos que estuvieron en los festivales de Cuba en aquellos años, Centroamérica, un volcán desafiante y Tiempo de victoria, dos películas emblemáticas de la guerra en El Salvador, y desde ese comienzo, nunca me despegué más del trabajo documental.
He ido por otros rumbos temporalmente, por necesidades económicas, por necesidad de actualizarme, de estudiar. He estado viviendo en otros lugares, hice una pausa bastante radical haciendo publicidad en El Salvador por un tiempo, pero nunca me desvinculé del cine. Ese fue mi momento más frívolo, por así decirlo. Son situaciones tristes, pero cuando se hicieron los acuerdos de paz en El Salvador hubo mucho conflicto en relación a cómo se repartía el capital humano y el capital acumulado de la lucha guerrillera. A mí eso no me gustó, me separé políticamente del partido y en esa época no hice documentales. Fue una pausa, que en todo caso me sirvió para hacer un intenso ejercicio de producción audiovisual, porque la publicidad tiraniza a los trabajadores, nos pone en una condición rigurosa de aprendizaje. Después utilicé todo ese conocimiento, y desde toda la vida no encuentro otra forma para expresarme que no sea con el documental, y recientemente estoy más vinculada al periodismo con el proyecto de El Perro Amarillo, que de alguna manera se combinan.
Octavio Fraga: ¿Consideras la realización de cine documental como algo vital, esencial para tu desarrollo como creadora o te has planteado alguna vez hacer ficción?
Katia Lara: Creo que lo vital, en todo caso, sería expresarme a través del audiovisual. Podría pasar a la ficción, de hecho no lo descarto. Me he planteado también cuestiones narrativas sobre cuál es realmente la frontera entre la ficción y el documental, me siento más cómoda en términos de construcción de relatos, de dramaturgias, de abordajes de personajes y de situaciones en esa frontera, lo cual no significa que no haría una ficción, pero creo que sí. Me siento bastante cómoda habiendo tenido una formación más como directora de ficción en la escuela, pero con una práctica de documental. Es lo que yo trato de hacer en ¿Quién dijo miedo? y trato de desarrollar un poco más en Berta soy yo. Allí es donde yo me siento cómoda. Tengo un par de proyectos —que no descarto hacer— que son plenamente de ficción.
Octavio Fraga: Estupendo. Compartirás conmigo que en las últimas décadas, en los últimos años, hay una mirada en torno al término feminismo que converge en el espacio social del cine. ¿Consideras que ser mujer implica para ti un mayor esfuerzo en términos creativos y de producción o tienes otra mirada sobre este asunto, que también ocupa permanentes algoritmos de debate?
Katia Lara: No quiero usar el término feminismo y la situación particular que vivimos las mujeres en América Latina, no la exploro plenamente. Hay tanta necesidad, tantas limitaciones para hacer nuestro trabajo que los problemas son para todos, independientemente del género. No voy a negar que por las modas que impone la cooperación internacional para el desarrollo, de la que francamente desconfío bastante —tengo una crítica muy fuerte hacia ellas— esas modas nos han hecho apreciar y aprovechar oportunidades que nos están dando a las mujeres propiamente. Al contrario de lo que podría asumirse —que las mujeres tenemos desventajas— yo he sentido, por lo menos en los últimos diez años, que eso ha sido una ventaja para mí. He logrado algunas oportunidades por ser mujer. Tengo una crítica muy fuerte hacia la cooperación porque son filtros que catalizan la lucha, de alguna manera nos han sustituido —en el caso particular de Honduras— nos han puesto a los luchadores en un terreno que no es el de la lucha de clases. Es como un intermedio reformista, acomodando algunas situaciones y no atacando directamente el poder. De ahí vienen las modas del indigenismo, del ambientalismo, del feminismo y yo no me siento cómoda en ese lugar. Prefiero entender que todos somos víctimas de la marginación en el caso de los creadores. Obviamente, no voy a decir que no hay diferencias. Existen grandes diferencias y la lucha por equilibrar las oportunidades para hombres y mujeres tenemos que librarlas los hombres y las mujeres. Debo reiterar que no ha sido mi caso, debo ser muy honesta, en los últimos diez años para mí ha sido muy favorable ser mujer.
Octavio Fraga: Cuando uno revisa tu obra hay un gran aliento en torno a temas políticos, a temas sociales. En estos tiempos, cuando se pretende vaciarnos de contenidos, algunos piensan que son temas “pasados de moda”, ¿te consideras una solitaria de estos asuntos o crees que hay otros realizadores en nuestros países por ejemplo que siguen abordando estos asuntos como tú?
Katia Lara: Probablemente nos han ganado un poco la batalla en el sentido de instalar en nuestras mentes y en nuestros corazones a quienes en esos años de revoluciones, de guerrillas, estuvimos trabajando y militando. Nos quedamos en un pensamiento atrasado, nos quedamos en la utopía, en la quimera, que cambiar el mundo no va a ser posible. Sin embargo, yo soy de esas personas aburridas, sigo creyendo que el sentido de la vida es luchar. Que es posible mejorar nuestra sociedad, que es posible ganar esas luchas y ganarle el pulso a las nuevas generaciones para que no nos vean de esa manera, eso es lo que inspira mi trabajo. Dicen que no debemos decir siempre y nunca, ¿verdad?, pero yo no me podría situar en el mundo —en el tiempo que me tocó vivir— abandonando esos ideales. Así que sigo luchando, y si nos ven así es parte del proceso, seguimos reivindicando esos valores y vamos avanzando, en el sentido de que hay victorias contundentes que comprueban que no somos quedados, que las formas de lucha han cambiado. De alguna manera, a veces, me siento solitaria. Aquí en Honduras es difícil porque ha ganado la batalla plenamente una camada de jóvenes que están haciendo ficción de una prominente frivolidad, de un abandono del rigor. Aun así, yo creo que vamos a lograr dar la lucha. Lo es el estar platicando con vos, el estar ahorita cerrando la película y saber que eso me va a permitir volverme a conectar con el afuera que tiene ojos privilegiados para ver nuestra producción, incluso, el hecho del cambio del gobierno. Aquí se va a dar un hecho histórico este año; por primera vez —espero que lo logremos—con este gobierno se exhibirá un documental en una sala de cine en nuestro país. Vamos a lograr ahorita, poner en las salas Berta soy yo, y para el aniversario del golpe de estado vamos a poner el documental Quién dijo miedo, honduras de un golpe… Son pasitos que van haciendo que uno se sienta menos solitaria en ese camino, y que no nos vean como un bicho raro.
Octavio Fraga: Buena parte de tus documentales están marcados por la narrativa del periodismo de investigación. ¿Qué experiencias has tenido, qué anécdotas nos puedes contar tras realizar ese tipo de filmes que entraña riesgos, peligros, desafíos?
Katia Lara: El exilio es una situación que uno realmente no entiende hasta que está en el otro lugar, es como una carrera en la que uno no entiende bien dónde está la amenaza. Existe la amenaza, porque hay una llamada telefónica que te dice que te salgás, que dejes de hacer lo que estás haciendo. Vos sabés que hay seguimiento de los vehículos, sabés que te dicen que estás en una lista, pero no puedes comprobar nada y se instala un miedo. En mi caso, llegaba a que yo manejaba y cuando pasaba una moto a la par me alteraba. Llegó un momento en el que yo dije: “Bueno, exista o no exista, sea verdad o no eso que estoy viviendo” …
Yo no estaba vinculada orgánicamente a nada, estaba trabajando en una productora comercial que tenía un perfil de trabajo social muy fuerte. Nosotros hacíamos gestión cultural para músicos y actores, gente de teatro, y estábamos tratando de organizar al gremio en un movimiento, lo cual no tenía nada que fuera a atentar, digamos, contra el poder. Pero esa falta de definición es lo más fuerte que he vivido. Por un lado, te sentís mal por irte de tu país, muy mal de estar lejos de la lucha, pero por otro lado pensás que si no te vas no vas a terminar ese trabajo. De hecho, la película sobre el golpe de estado se logró terminar porque yo me fui. Esa situación es fuerte, luego hay situaciones concretas del trabajo documental.
Cuando nosotros fuimos a cubrir la ofensiva del ‘89 en San Salvador estábamos a dos cuadras en el momento que explotó el carro del periodista con el que estábamos trabajando. Situaciones de balacera que vive cualquier periodista que decide estar en el lugar de la guerra, del conflicto, no son anécdotas diferentes a las que pueda contar cualquier periodista. Para mí estar en una balacera fue una situación fuerte, tirarme al piso sin saber qué va a pasar. Pero en ese momento sabía en qué estaba y cuando no tenés información estás más vulnerable. Yo andaba trabajando para la prensa en El Salvador, sabía en qué lugar estaba, de dónde venían las balas de la guerrilla y de dónde las balas del ejército. En el caso de la crisis por el golpe de estado no entendía de dónde venía la amenaza, porqué yo era una persona que estaba en peligro, y eso creo que es de lo más duro que he vivido, por esa ambigüedad.
Octavio Fraga: Hablemos de ¿Quién dijo miedo? honduras de un golpe… Recuerdo cuando entrevisté a tu compañero en España, en Madrid, en el programa La cámara lúcida, me explicó las circunstancias que detonaron la realización de ese documental. Sin embargo, me parece importante que compartas tu mirada y actualices —doce años después— las variables que catapultaron la realización de esta pieza.
Katia Lara: Estábamos en esos días, previos al golpe, trabajando como empresa para el canal de televisión o para la producción de contenidos del Poder Ciudadano, que era el proyecto político de José Manuel Zelaya a quien le dieron el golpe de estado. Lo que hacíamos eran piezas de comunicación de ficción pequeñas, era una telenovela en episodios. En cada uno se abordaba un tema que se necesitaba comunicar, por ejemplo, el aumento al salario mínimo, también algunas reformas. Cuando se produjo el golpe de estado empezamos, con esa misma infraestructura —y desde la productora— a hacer piezas, porque vimos que cerraron los medios de comunicación y es que nadie estaba contando lo que realmente estaba pasando. Así, espontáneamente, nos organizamos varias personas que habíamos estado vinculadas al periodismo o a la comunicación social y abrimos un canal, levantamos un periódico digital y empezamos a sacar información en esos espacios esperando a que se revirtiera el golpe de estado por la presión internacional. Había venido la Organización de Estados Americanos, que había castigado a nuestro país. Sin embargo, eso no pasó.
Me pareció que lo mejor que podíamos hacer era hacer un documental, que ya no podíamos estar haciendo piezas cortas y subirlas. Había que contar —era mi responsabilidad en todo caso— y se armó el equipo de trabajo. Se tenía en esas ficciones como personaje a René, a este compañero que al final se convirtió en el personaje protagonista al que seguimos en ese documental. Yo empecé a seguirlo porque era la persona que se vinculó al FNRP (Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe) de forma inmediata. Entonces, cada vez que yo iba a cubrir René estaba ahí, y me dije: “Voy a seguir a René; lo conozco, he trabajado con él, puedo tener un principio de documental seguro”, que es el trabajo que él estaba haciendo antes, y vamos a ver hasta dónde llega. Para bien o para mal René tuvo que salir del país. Pero, fue mágico el hecho de que él tuviera un hermano gemelo que me permitiera continuar el relato y plantear también la problemática del exilio, que fue una consecuencia de ese golpe.
Cerré la productora, la mayoría de la gente que estaba conmigo se fue. Al final quedamos solamente dos personas trabajando en el proyecto. Cuando me fui a Argentina dividió a la productora la decisión de hacer Quién dijo miedo…, la mayoría de la gente tuvo miedo y decidió irse, fue una fractura en todo sentido. Pues terminé en Argentina ese documental, y ya no volví a Honduras por un tiempo. No sé si respondí tu pregunta.
Octavio Fraga: Sobre las circunstancias que provocaron hacer el documental me hablaste sobre el punto de partida, pero sería importante otras acotaciones.
Katia Lara: Cuando veo el trabajo, pasado doce años, en realidad lo que a nosotros más nos urgía era plantear que aquí estaba surgiendo un movimiento de resistencia más allá de la figura de Mel Zelaya, y nos interesaba narrar esa resistencia que resultó un fenómeno nuevo en Honduras. Realmente el movimiento que se organizó en contra de ese período de represión, de brutalización, fue prácticamente descabezado, sin embargo, hubo una vinculación de muchos hondureños colaborando con el gobierno sandinista, con el proyecto revolucionario en El Salvador. Hemos tenido fama de ser un país donde no hay grandes conflictos sociales y como yo venía de observar el proceso salvadoreño, para mí ver al pueblo en las calles, ver ese proceso que se abrió a partir del golpe de estado, trascendía completamente la figura de Mel. Era la primera vez que el pueblo se levantaba, que estaba por días consecutivos luchando en las calles en resistencia para que se revirtiera el golpe de estado.
Hubo un momento en el que en Honduras tuvo dos presidentes. Manuel Zelaya tuvo que salir del país y llegó a Costa Rica. Pero hubo todo un proceso de diálogos, como se cuenta en la película, y él tuvo la posibilidad de entrar por vía aérea primero; después, por la frontera de Nicaragua. Y todo esto se frustró y estuvo convocando a muchísima gente en las calles, que no estaban organizadas como cuentan los personajes del documental. Cuando él regresa clandestinamente y aparece en la embajada de Brasil, pudo haberse dado un proceso pre-insurreccional, y algo pasó ahí.
Yo lo quería contar en el documental, al final fue una traición. Manuel Zelaya termina firmando unos acuerdos, dándole la potestad al Congreso Nacional para que revierta el golpe de estado, y eso nunca pasó. Para mí ese episodio de la vida hondureña era vital contarlo, así como resaltar el papel del pueblo organizado, y marcar esa posibilidad que fue abortada por una mala decisión de liderazgo, no solamente de Manuel Zelaya, sino del movimiento social que lo acompañó en ese proceso. Esa es la urgencia del documental, que se hizo muy rápido. Para un largo es muy poco tiempo, pero era la necesidad que nos planteamos.
Octavio Fraga: ¿Quién dijo miedo? honduras de un golpe… tiene un tempo y un ritmo intenso, ¿es el tempo del golpe de estado, es el ritmo del documental?
Katia Lara: Es el tempo del golpe de estado diría yo. Así pasábamos filmando con una cámara que el ejército o la policía destruía, reponiendo la cámara por otra, buscando material con celulares, durmiendo en la oficina o en la casa, en casa de mi mamá, sacando compañeros del país, pensando en salir. Así se vivió, así se marca el ritmo en el documental; así lo vivimos nosotros. No había descanso, y no lo hubo.
El 17 de diciembre de 2009 me fui a Argentina a plantear la postproducción del documental y seguía conectada todos los días viendo y diciéndole al equipo que se había quedado en Tegucigalpa: “filmen esto, filmen lo otro, mándenlo”, hasta que hubo la oportunidad de poder sellar el último acto, que fue la salida, la toma de posesión de Pepe Lobo, el presidente elegido en esas rarísimas elecciones de 2009, y la salida al exilio de Manuel Zelaya, que es el cierre del documental. Eran nuestros corazones a full desde que fue el golpe hasta que logramos llorar el día del estreno de vuelta en Tegucigalpa con Colprosumah, es un lugar emblemático de la lucha social, lleno de gente. Más que ver el documental gritaban consignas, se reían o lloraban, fue espectacular. Yo no he vivido otra experiencia tan intensa. Te diría que desde que empezó el rodaje hasta la misma experiencia de mostrar la película por primera vez, fue así, cardíaco.
Octavio Fraga: En este documental tiene protagonismo la fotografía, ¿desde la concepción inicial de hacerlo te planteaste darle esa prominencia como recurso de reconstrucción de los hechos?
Katia Lara: No fue diseñado así Octavio, todo fue partiendo de la necesidad. Sí hubo la propuesta para todos los que nos estaban echando una mano. Éramos seis —más o menos—, pero tres estuvieron durante casi todo el período trabajando. Sí había ciertos lineamientos cómo que si la prensa se amontonaba en un lugar para abordar a un personaje no le fueran encima: “vámonos lejos, observemos a la propia prensa”. Hubo mucha cuestión accidental que no logramos controlar, así que yo te diría que aparte de ese criterio lo que hace un buen trabajo en términos visuales y de fotografía es el montaje y otras decisiones posteriores.
Las entrevistas a los personajes, por ejemplo, el analista político, la historiadora, ahí sí nos detuvimos a plantear que fuera un lugar especial, un fondo especial, se eligió el color rojo, hubo elementos plásticos determinantes para la fotografía y para el arte de esas entrevistas, y el resto del material. Reitero, esa era la consigna: no vayamos al emplazamiento del periodista compitiendo, retirémonos para ver de lejos la situación, básicamente esa fue la decisión.
Octavio Fraga: Tuviste la experiencia de un exilio por varios años, ¿qué te aportó ese período en tu vida como creadora? ¿qué te permitió ver, mirar, sobre tu propio país y sobre tu obra?
Katia Lara: Lo que me sorprendió, y creo que me aportó muchísimo, es haber tenido la mirada y la colaboración de tanta gente de varias nacionalidades en Buenos Aires. Había en el equipo un boliviano, un español, una alemana. Buenos Aires fue el lugar de trabajo, pero había mucha gente colaborando y me ayudaron a ver la realidad y la intensidad del golpe de estado. No te esperas, en el siglo xx, un golpe de estado, aunque vengas de una generación, o estés en contacto con una generación anterior que vivió el último golpe de estado. Hay cierta renuencia, tal vez, a determinar cuáles son las consecuencias de un golpe de estado, qué es un golpe de estado. Como decimos en Honduras, me terminó de caer el veinte.
Cuando estuve en Buenos Aires, se impuso el recordar la experiencia argentina, el hablar del Plan Cóndor, volver a recordar toda la experiencia de las víctimas por el diseño de Estados Unidos en contra del comunismo en nuestros países, en América Latina. Esa memoria, que la tiene tan marcada el pueblo argentino, vitalizó mi trabajo, le dio sentido a mi trabajo en ese momento.
Entonces empecé a darme cuenta qué es Latinoamérica, ahí estaba esa gente colaborando con el proyecto porque era un golpe de estado en un país latinoamericano y creo que esa riqueza no la hubiera tenido si yo me quedo en Honduras terminando el documental. Eso es lo que yo más agradezco de haber ido a Argentina, me hubiera pasado en cualquier país sudamericano que tuvo esas amargas experiencias, de ser víctimas de las dictaduras que impuso el Plan Cóndor en nuestro continente.
Lo elegí no por esas condiciones políticas o esa historia, sino porque yo estudié cine allí, y era el lugar, el país donde yo me sentía segura. Ir otra vez a mi escuela, con mis profesores, con mis compañeros, a encontrar solidaridad para el proyecto, pero encontré además lo que te cuento.
Octavio Fraga: Hablemos entonces del documental Berta soy yo, otra de tus películas —como decía al principio—, en fase de postproducción. Aprovecho para agradecerte que me hayas permitido verlo en ese estadio. Para los que nos están viendo, se trata de un trabajo de investigación que hace Katia sobre Berta Cáceres, importante líder indígena lenca, feminista y activista de Honduras que fue asesinada. Una historia que en nuestro país se conoce muy bien. ¿En qué circunstancia realizaste este filme y cómo llegas a ese proceso de acompañamiento periodístico?
Katia Lara: Yo estaba trabajando, desde Guatemala, un documental con los mismos personajes de ¿Quién dijo miedo? para contar el exilio, y, a través de ellos, mi propia experiencia de estar fuera de Honduras, y la subtrama de esa película en la que yo arraigaba el deseo de volver y la esperanza en el proceso en Honduras, era la comunidad lenca y Berta Cáceres como personaje. Entonces empecé a viajar en el 2013, venía a Honduras con mi equipo y filmaba. Fui a Río Blanco desde entonces. Cada vez que podía venía a seguir acumulando material sobre Berta para enriquecer la subtrama de esa película, sobre el exilio donde los gemelos son los protagonistas. Vine en 2015 porque falleció mi mamá, vine a despedirme de ella, y ya empecé a coquetear con la idea de volver a Honduras, de seguir mi trabajo acá, me parecía que ya era el momento.
Obviamente me movió mucho la muerte de mi mamá, y que en ese momento una agencia de cooperación me hizo un encargo: “Ya que tenés archivos de Berta hagamos un trabajo cortito sobre Berta”. Así que me reuní con ella, vine para Honduras unos días ya pensando en volver, y me reuní con Miriam Miranda, que es la coordinadora de la Organización Fraternal Negra. Y también con Berta, que iban a ser los personajes de esa pieza chiquita, de quince minutos.
Me reuní con ella el primero de marzo; hablamos de las tomas aéreas que queríamos hacer y me comentó que quería aprovecharlas para ver cómo estaba el plantel de la empresa que está desarrollando la hidroeléctrica. Platicamos en los términos más políticos lo que ella necesitaba que se dijera en ese documental, y al día siguiente estaba yo con mi compañero, con Milton, y me avisan que la habían matado. Lo primero que me vino a la cabeza es: “Tengo que contar esto; estoy haciendo una pieza sobre ella, tengo que seguir en ese curso”. Y fue lo que hicimos. El dolor se guarda y lo que se impone es contar lo que está pasando. Conseguí el equipo de trabajo. Igual me pasó con el documental del golpe de estado, que me agarró en un momento difícil. Empezamos a trabajar desde el día que estaba en la morgue; coordiné otro equipo para que encontraran a la gente que venía de San Pedro, de la costa norte, que es Miriam Miranda, muy amiga de Berta, y ahí empecé.
La agencia que nos había encargado el trabajo de Berta fue imposible que entendiera que había que hacer una película. Así que cumplí con hacer el corto, que se llama Berta vive, de cara al trabajo con esta nefasta agencia de cooperación que se llama Oxfam. Y acumulé material, siempre con la idea de que después íbamos a hacer un largo, de que iba a seguir el camino que había decidido Berta.
No era solamente decir que la comunidad lenca está perdiendo una fuente de agua o un río —que es sagrado—, sino cuáles son las empresas transnacionales y nacionales que están conformando un patrón de muerte en contubernio con el estado, con funcionarios públicos, para apropiarse de recursos naturales y hacer negocios que nunca les van a servir a las comunidades, sino a las transnacionales y a las empresas.
Eso era lo que Berta estaba señalando, y señalaba a la banca. Entonces dijimos, “vamos a ser consecuentes, y lo que este documental va a contar es lo que Berta hubiera contado si no la matan; no vamos a hablar de ambientalismo, no vamos a hablar de indigenismo, vamos a hablar de Berta, que fue guerrillera, que siempre luchó, que fue consecuente con su pueblo, y que alcanzó el poder con su discurso, con sus alianzas, con su trabajo internacional, por eso la mataron.
A Berta la conozco desde hace muchos años. Ella era muy amiga de mi hermana que es cantora. Nos cruzamos siempre en los espacios de lucha con Berta incluso fuera del país; con Miriam también. Me dolió mucho la muerte de Berta, y creo que hemos logrado hacer una película a la altura de su lucha. Espero que incida en el juicio y alcance a la familia Atala, a los banqueros que están detrás del asesinato de la compañera Berta.
Octavio Fraga: Berta es para el mundo, para Cuba también, una leyenda, un mito. Por todo lo que hizo, por su personalidad, su empeño ¿subrayas esta idea de leyenda en Berta Cáceres en este documental?
Katia Lara: Sí. Soy consecuente con esa figura de leyenda que está asumida. Se convierte en un símbolo. Lo asumo así en el documental, no soy la que lo genera. Probablemente le doy protagonismo a esa situación porque de esa manera nos sorprendió. Realmente no me hubiera esperado que, en japonés, en árabe, en turco, en francés, en italiano, en inglés, apareciera la noticia de su muerte y que viniera tanta gente de todo el mundo. Esa es otra película. Lamentablemente todo ese material no lo pudimos incluir porque se iba para otro lado el relato.
La connotación de esa figura cada quien la asume de acuerdo a su interés, las feministas la toman, las ambientalistas la toman, las indigenistas la toman. No era nuestro principal objetivo, pero no nos divorciamos o no nos desprendimos de eso, es imposible. Ella se convirtió en un símbolo, en una leyenda.
Octavio Fraga: Una de las testimoniantes del documental dice como una especie de sentencia, la leo para ser respetuoso con sus palabras: “En Honduras la verdad se mata y se arregla”, ¿qué interpretación podemos dar de esa declaración?
Katia Lara: Bueno, a partir del golpe de estado se inició el proyecto político que hoy estamos sacando con estas últimas elecciones en el que poco a poco fueron cooptando todos los poderes. Primero el poder legislativo, después los compraron todo. La conformación de la Corte Suprema de Justicia fue a puro pago, se compraron los jueces, se compraron la voluntad de los medios de comunicación, y todas las instituciones están para el poder. Aquí realmente la justicia no tiene más dueño que Carlos Flores Facussé, Camilo Atala, Guillermo Hueso; el sistema financiero, el sistema bancario. Ellos son los dueños de los medios de comunicación, que es una de sus armas para sostener el proyecto, para blindarse, y el poder ejecutivo es vital para ellos, para evitar extradiciones en el tema del narcotráfico o evitar juicios por corrupción.
Si esta médico forense —que dice esas palabras que me estás citando— habla de un noventa y ocho por ciento de casos sin procesar, aquí no hay justicia, no hay procesos. Es terrible, parece una historia de ficción, pero esa es la realidad y eso es lo que estamos cambiando o intentando cambiar en este momento. Aquí la verdad se arregla, se arregla a favor de los poderosos; está pasando ahorita con David Castillo [i]que lo condenaron, y ahora, una fuente nuestra, un abogado, nos contaba que después de que fue enjuiciado van hacerle una nueva solicitud para reducirle la pena. Su proceso lo está pagando el banco, tanto para Sergio Rodríguez [ii]como para David Castillo. Imagínate qué intereses se mueven ahí, y eso nosotros lo sabemos. Seguramente no van a cumplir la pena completa, algo va a pasar.
Este gobierno va a permitir que se consiga justicia en el caso de Berta Cáceres, es una de las consignas de campaña de Xiomara Castro de Zelaya, que es la presidenta que acaba de asumir. De hecho, cuando tomó posesión, la hija de Berta Cáceres, que es la actual coordinadora del COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras) organización que representa a la comunidad lenca aquí, Berta Zúñiga Cáceres, le entregó el bastón indígena a Xiomara Castro que se ha comprometido a defender a las organizaciones indígenas, a los pueblos originarios indígenas y lencas, a luchar contra las transnacionales para recuperar los territorios y evitar el desplazamiento. Entonces, vamos a ver si este gobierno realmente es consecuente con lo que dijo y cumple, y dejamos de vivir en un país —como lo califica la médico forense en el documental— donde la verdad se arregla.
Octavio Fraga: Tu largo Berta soy yo tiene una riqueza de testimonios, de pluralidad de miradas, que te permite entender el proceso de Berta desde su vida hasta su asesinato y lo que pasado posteriormente en términos judiciales. Sin embargo, yo noto que tú también le das importancia a los espacios rurales y urbanos y a otros protagonistas sociales que están presentes en el documental. ¿Qué importancia le das al tema de los contextos en el documental de Berta soy yo?
Katia Lara: Es fundamental, ese era un reto grande. Como la película se desarrolla también en espacios cerrados, son personajes de oficina, personajes que trabajan con papeles, que van a reuniones, conferencias de prensa, y es importante lo que se va contando en esos espacios. Pero el contexto del juicio, del campo es importante. Si el ministro, por ejemplo, de la Secretaría de Medioambiente dice que los lencas no existen, y lo va a decir en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, yo debo ver esa situación en la película, yo debo ver a la comunidad lenca que es la escena en donde Mamá Berta, que es la madre de Berta, va a la radio comunitaria, y nadie puede decir que esas mujeres que caminan con Mamá Berta no son indígenas. Llevan su pañuelo en la cabeza, sus vestidos de colores. Si dicen que no existe el pueblo lenca pues ahí está.
La película se desarrolla con la presencia de una misión de la OEA (Organización de Estados Americanos) y el relato no podría funcionar si nosotros no contamos que en Honduras, cuando matan a Berta, hay una comisión contra la corrupción de esta organización, cuyo presidente, el señor Almagro, termina haciendo un pacto de impunidad con Juan Orlando Hernández (ex presidente de Honduras) para evitar que avance el trabajo de la comisión, porque está tocando los intereses de los empresarios corruptos, y hay que sacarlos. Entonces, todo ese contexto político es lo que le da cuerpo a una historia que no se basa, como te decía, ni en el feminismo (no estoy despreciando el feminismo por esta razón) ni el indigenismo. Para nosotros era importante contextualizar toda esa situación política y social para que quedara el relato mostrando a una luchadora que se mueve en esa complejidad política y social.
Octavio Fraga: Una última pregunta más o menos personal. Sé que tienes muchos temas pendientes por realizar, muchas ideas por abordar como cineasta, ¿nos puedes revelar cuáles son tus proyectos futuros en términos de cine?
Katia Lara: Sí, claro, Octavio. Queremos cerrar un documental sobre la caravana de emigrantes, me imagino que llegó hasta Cuba noticias de una caravana en 2018. Nosotros hicimos el seguimiento de una compañera del equipo de El Perro Amarillo, que es el equipo periodístico en el que yo trabajo. Ella se fue desde Guatemala, haciendo toda la ruta, y yo termino filmándola en Tijuana.
Quiero armar ese relato, está muy hermoso el material. Mira cómo es la vida nos encontramos, de casualidad, con el mismo director de fotografía que hizo Berta soy yo. Me llamó —nosotros íbamos para Ciudad de México— y ahí hubo un momento importante de espera de esa caravana, y me dice: “Yo estoy ahorita en Guadalajara”, y entonces eso nos permitió que él se uniera al equipo y hacer un material hermoso. Queremos terminar ese documental sobre la caravana contado a través de una jovencita, que tiene veintidós años, que decide hacer ese viaje en lugar de graduarse con su promoción de periodismo. Ella estaba haciendo la práctica con nosotros en ese momento, así que es una historia tierna desde un personaje que yo no he abordado, un personaje tan joven con una meta muy concreta. Es muy fácil de seguir el tema, muy enternecedor, esa es la palabra.
También queremos retomar un documental que quedó inconcluso cuando empezamos el proyecto de Berta, por el asesinato de Berta. Cuando mi mamá fallece, en 2015, ya teníamos el primer corte de Entre objetos, que es un documental sobre los gemelos que participaron en ¿Quién dijo miedo? Honduras de un golpe.
Esta película, Ente objetos y Berta soy yo, sería una trilogía de Honduras a partir del golpe. El primero, desde el golpe de estado hasta 2010. La segunda parte de esa trilogía, es sobre el exilio de cuatro años de dichos gemelos durante, porque ellos se reencuentran en 2014 en Buenos Aires, que es el cierre de esa aventura de uno por Europa y del otro por América Latina. Esas dos historias confluyen en 2014 y nos permite ver a Honduras desde Europa y desde América del Sur. Desde una España con sus conflictos, que vos también viviste cuando conociste a René, uno de ellos. La última sería Berta soy yo, que empieza con su proyecto de defensa del territorio lenca en 2013 y termina en 2020. Entonces tendríamos, a través de tres largos, una mirada sobre Honduras
No fue diseñado de esa manera, no fue concebido así, pero Berta también es un personaje de Entre objetos. Hay momentos donde los gemelos contactan con Berta, y hay un par de escenas, incluso una llamada telefónica a ella de uno de los gemelos. Entonces Berta sería como un leve hilo conductor que se potencia en el tercer episodio. Así que yo quisiera que lográramos terminar esa película del medio con esa mirada, y terminar el relato de la caravana.
Octavio Fraga: Bueno, muchas gracias, Katia, por estar en este espacio “Diálogos en reverso”. Yo te transmito desde acá, desde La Habana, toda la luz y toda la energía para esos sueños que tienes pendientes hacer y, por supuesto, estaré encantado de verlos, de escribir, de comentar, y contribuir a la socialización de tu obra. Gracias por estar en este espacio de la Unión de Periodistas de Cuba, y por supuesto, seguimos en contacto siempre de muchas maneras.
Katia Lara: A ustedes, ha sido un privilegio para mí compartir con ustedes, y gracias por los buenos deseos.
Octavio Fraga: Un abrazo grande desde La Habana, Cuba, para ti.
Katia Lara: Listo, gracias, saludos a todos y todas.
Octavio Fraga: Gracias, chao.
Notas:
[i] David Castillo, ex gerente de la empresa Desarrollos Energéticos, y responsable del proyecto hidroeléctrico Agua Zarca. Fue declarado culpable como coautor de participar en el asesinato de la defensora de los derechos humanos hondureña Berta Cáceres en 2016.
[ii] Sergio Rodríguez trabajó estrechamente con otros imputados y empleados de DESA para desarrollar actividades monitoreo de las actividades de Berta Cáceres y demás líderes de COPINH, mediante el pago de personas de las comunidades para infiltrar las actividades organizadas del COPINH con el fin de realizar acciones en su contra. Fue autor de evaluaciones de impacto social y ambiental para el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial. En su accionar como empleado de DESA brindaba la información y cooperación necesaria para la vigilancia de Berta Cáceres. Es además gerente General de la Empresa ECOLOGÍA Y SERVICIOS S.A. – ECOSERVISA.
Excelente entrevista, muchas felicidades
No es cualquier cosa esta Sra, muy muy preparada
Sigue adelante, tienes peso en oro