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Recuerdos de una gran campaña

El 60 aniversario de la Campaña de Alfabetización trae a la mente recuerdos imborrables que quedaron grabados en decenas de miles de jóvenes y adultos cubanos, resultante de una epopeya victoriosa inédita.

Fidel comprendió la necesidad y justeza de eliminar el analfabetismo para llevar adelante la Revolución y cumpliendo el programa del Moncada, hizo la convocatoria a los jóvenes para la formación de brigadas en campos y ciudades para eliminar ese flagelo, herencia de las desigualdades, la marginación e injusticias.

La estructura de la educación pública en Cuba en los primeros años del triunfo de la revolución no tenía la fortaleza que alcanzó tiempo después, aunque se convirtieron muchos cuarteles en escuelas y se edificaron otras, a las que se incorporaron maestros que no tenían trabajo o aulas.

Acabar con el analfabetismo en un año resultaba como lograr un récord olímpico. Junto a destacados pedagogos que elaboraron la estrategia, las cartillas y manuales a utilizar, se sumaron maestros en servicios y decenas de miles de jóvenes y trabajadores.

A nivel nacional se creó la estructura, encabezada por Armando Hart, en el Ministerio de Educación, que tenía en los municipios la base de apoyo fundamental. Las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) y la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR) y los gobiernos, formaron parte activa de ella.

Lograr un censo de analfabetos no fue tarea fácil al negar algunos iletrados esa condición, mientras las organizaciones políticas reclutaban entre los jóvenes los miembros de la brigada y los maestros voluntarios que pasarían curos en Minas del Frío.

En Varadero se crearon las condiciones para preparar a los brigadistas para realizar la gigantesca tarea, en medio de agresiones, sabotajes, vuelos espías y bandas armadas de alzados en todas las provincias. El vil asesinato de Conrado Benítez, multiplicó el número de alfabetizadores, todo lo contrario de lo que querían sus asesinos.

Llegados de Varadero, la ubicación constituía otro reto. Los campesinos  preferían jóvenes fuertes para que les ayudaran en sus faenas, a las muchachas era más difícil encontrarle alojamiento. Los problemas raciales eran otra de las problemáticas del día a día.

La llegada de los alfabetizadores a poblados, bateyes y otras zonas rurales apartadas, daba lugar a actos políticos. Se aprovechaba ese momento para dejar constituidos los Comités de Defensa de la Revolución, la AJR, la Federación de Mujeres Cubanas y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, donde no estaban creados.

En medio de la campaña llegaron los nuevos uniformes que provocaron un inmenso trabajo pues, aunque se solicitaron tallas mayores a muy pocos les sirvió las asignadas y hubo que recurrir a costureras locales, para apalear la situación.

Problemas oculares dificultaban el aprendizaje y se recurrió a oftalmólogos y especialistas para el tratamiento de algunas enfermedades y el dotar de espejuelos a todo el que lo necesitaba, en lo que constituyó la primera experiencia de este tipo para lo que más tarde fue la Misión Milagro que encabezaron en América Latina Fidel y Chávez.

La campaña avanzaba por todo el país y algunas zonas izaban la bandera de territorio libre de analfabetismo, pero quedaban áreas que por difícil acceso o incomunicación ponían en peligro la contienda.

Trabajadores de los principales centros laborales del país fueron movilizados para reforzar la campaña en las denominadas Brigadas Patria o Muerte, sobre las cuales se ha escrito poco, que desempañaron un importante papel para que no quedara nadie sin saber leer y escribir.

Fidel dirigió la campaña de alfabetización como si fuera un escenario de guerra, como lo hizo en la Sierra Maestra al derrotar un ejército mucho más poderoso en hombres y armas, al igual que en Playa Girón durante la invasión mercenaria y en Angola cuando puso fin al régimen del apartheid.

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