Hay muchas razones para dedicarle un libro al fotorreportero Jorge Oller en medio de sus esplendorosos 92 años de edad, y subrayo esplendorosos con la sana envidia de quien –siendo un poco más joven– lo “vio crecer” y mantenerse en las últimas seis décadas con la misma pasión por el oficio, y la vida, de cuando lo conoció en el periódico Hoy, allá por los años 1963-64 del pasado siglo, una tarde en que, ante la insistencia de mi ignorancia, me llevó a conocer la magia de la química en el cuarto oscuro de los revelados.
Numerosas razones para dedicarle un libro a Oller, pero bastaría una sola para justificar el empeño que ahora acomete la investigadora Mabiel Hidalgo Martínez en una publicación –por el momento digital, y esperamos que pronto impresa– que corre a cargo Ocean Press y Ocean Sur. Esa sola justificación es que Jorge Oller es uno de los mejores fotógrafos que ha dado esta isla nuestra, y que conste que hago tal aseveración luego de haber tenido la oportunidad de trabajar durante años con artistas del lente de la talla de Alberto Korda, Osvaldo y Roberto Salas, Liborio Noval y Fernando Lezcano y Mario Ferrer, estos dos últimos excelentes y casi olvidados maestros de la fotografía, y cuando digo trabajar se trata de haber visto cómo una buena imagen –pericia y sensibilidad mediantes– ha sido atrapada en medio de muchas otras posibilidades.
No tardó Mabiel Hidalgo en darse cuenta de quién era aquel hombre de hablar pausado y legítimo recato, y como ella misma deja constancia en las páginas de Jorge Oller: Memorias de un fotorreportero, fue a su encuentro para comprender que se trataba, y cito textualmente, de “un hombre culto y sensible a quien conocí a principios de 2011 casi por azar, mientras investigaba la obra de otro destacado fotógrafo de prensa; Generoso Funcasta Boizán.
¿Y qué sucedió entonces? Pues que Mabiel se encontró con que la única referencia que aparecía en Internet de Funcasta provenía de un articulo escrito por Jorge Oller en el sitio web Cubaperiodistas, y aquí habría que hacer un alto para recordar que el protagonista de este libro no solo ha sido un fotorreportero de primerísima fila, premiado y alabado nacional e internacionalmente, sino que ha dedicado buena parte de su tiempo a la investigación de la fotografía en Cuba y a exaltar, con la generosidad que lo caracteriza, a otros que estuvieron antes que él, un empeño por la investigación histórica nacido en las páginas del periódico Granma, donde Oller laboró durante treinta años, y luego continuado en otras publicaciones.
Les garantizo a los que creen conocer bastante de la vida y obra de Jorge Oller que este libro será revelador, pues es fruto de largas horas de entrevistas, luego articuladas en cuatro capítulos que nos hablarán del niño nacido en Barcelona y llegado a Cuba con sus padres para escapar de la Guerra Civil, de su abuelo mambí, de una niñez transcurrida entre España y su definitiva Patria, de sus escuelas y aprendizajes, del padre fotógrafo que le inculcó esa pasión por trasponer en fotos la realidades transitadas a lo largo de los años, de su paso por la mítica Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling, en medio de riquísimas anécdotas y personajes representativos de una época, los primeros trabajos periodísticos, enseñanzas y trucos del oficio que nos harán sonreír, sin olvidar el Oller calificándose de piloto, volando a escondidas de su padre en la legendaria escuelita de aviación de Santa Fe; su participación, cámara en mano, en los acontecimientos relacionados con el ataque el Palacio Presidencial, en marzo de 1957, la muerte del líder estudiantil José Antonio Echeverría y otros acontecimientos en que, tomar fotos delante de representantes de la represión batistiana era tentar el peligro, y de ello deja constancia, con pelos y señales, el libro de Mabiel Hidalgo Martínez, acompañado de un abundante testimonio gráfico.
El diario Información, Prensa Latina, Combate, Hoy, y finalmente Granma, conocerán del paso de Oller, a quien nunca se le vio alardear de una buena imagen tomada por él –algo impensable en una personalidad como la suya, carente de protagonismos–, aunque sí se le podían sorprender satisfacciones mientras accionaba la guillotina para cortar varios fragmentos de fotos, luego empatadas para armar aquellas gigantescas panorámicas tomadas en los actos con Fidel, en la Plaza de Revolución, fotografías publicadas a página completa, verdaderas proezas artísticas para unos años carentes de las técnicas que hoy conocemos.
Viajes alrededor del mundo, personalidades retratadas, anécdotas muchas, y el hecho de convertirse durante años en el fotógrafo por excelencia acompañante de Fidel, hicieron que Jorge Oller nos legara un caudal artístico e histórico de incalculable valía. De ello dan cuenta los entrevistados que aparecen al final del libro, hombres y mujeres del medio que muy bien lo conocieron como ser humano y profesional de alto vuelo, incluyendo, por supuesto, a su esposa Cary.
Libre de vanidades, modesto hasta el delirio, nunca se ocupó Jorge Oller de promover su figura en un medio donde no faltan altisonancias, ese singular marketing capaz de enaltecer lo que vale menos sobre lo que vale más, en detrimento de la justicia.
Este libro de Mabiel Hidalgo Martínez constituye, pues, un acto de justicia para un artista que nos lega una memoria gráfica imprescindible, un hombre lleno de méritos y de nobleza, mi amigo, y amigo de muchos, Jorge Oller.
(Palabras en la presentación. Imagen destacada: Andy Jorge Blanco/ Cubadebate).