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Pablo de la Torriente Brau, 120 años después

                                                                                                                       Al pabliano mayor, Víctor Casaus

 

Este domingo 12 de diciembre, se conmemoró el 120 aniversario del natalicio del periodista y combatiente internacionalista cubano-puertorriqueño Pablo de la Torriente Brau. Nació en San Juan, Puerto Rico, en 1901. En 1906, los padres de Pablo, Félix de la Torriente y Graciella Brau, se asientan en La Habana, cuna de los padres de Félix. En la capital cubana, Félix ejerce la pedagogía y el periodismo, y Pablo comienza su vida de escolar. Desde San Juan, su abuelo materno, el periodista e historiador puertorriqueño Salvador Brau, le envía un ejemplar de La Edad de Oro, de José Martí, dando por hecho que su nieto iba a vivir y a crecer entre cubanos y como cubano. Y no le faltó razón a don Salvador, pues según confesión del propio Pablo, aprendió a leer en el emblemático periódico que Martí escribió “para los niños de América”.

Con tal cuna, se comprende que Pablo abrazara desde temprano el periodismo y, por supuesto, la lucha revolucionaria iniciada por la primera generación de cubanos formados en la República, relacionándose con sus principales líderes. Como todo joven con inquietudes sociales y culturales, Pablo será receptivo al ámbito artístico e intelectual del momento. En este contexto no será casual que  escriba cuentos y artículos periodísticos, aun cuando no le reporten mejora económica alguna. Luego de una constante búsqueda de trabajo y colaboraciones con publicaciones de poca monta, el esfuerzo fructifica: entra a trabajar en el bufete de don Fernando Ortíz como secretario-taquígrafo. En su nuevo “centro laboral” hace amistad con un joven poeta dos años mayor que él y recién graduado de abogado, Rubén Martínez Villena. Rubén, según Pablo, asumió la tutela literaria de su sucesor en el puesto que otrora desempeñara en dicho bufete. Aunque vale destacar, que a la amistad literaria le precedió la deportiva. “Estaba entonces en el dominio de todos los records deportivos y conocía una porción de cosas del teatro y del cine”. Y concluye Pablo: “Rubén llegó a mi amistad profunda precisamente por esos caminos”. En 1929, Pablo publica su primer cuento, El héroe, que el propio Villena se encargó de presentar a José Antonio Fernández de Castro, por entonces al frente del Suplemento Literario del Diario de la Marina. Y al año siguiente Batey, su primer y único libro publicado en vida, escrito en colaboración con su amigo de jornadas futbolísticas, Gonzalo Mazas (once cuentos escribió Pablo y diez Mazas).

También en 1930 Pablo tendrá su bautismo de fuego. Desde que matriculó la carrera de Derecho Diplomático y Consular en la Universidad de La Habana, se involucró en las luchas estudiantiles y obreras contra la prórroga de poderes del dictador Gerardo Machado. El 30 de septiembre de dicho año, participa en la manifestación estudiantil contra los crímenes y atropellos de la dictadura, en la que cae mortalmente herido Rafael Trejo; mientras que Pablo sobrevive de las graves heridas recibidas en su enfrentamiento a puños con la porra machadista. El 3 de enero de 1931 es detenido junto a otros dirigentes del Directorio Estudiantil Universitario y llevado a prisión en el Castillo del Príncipe. Dos meses después, los presos son trasladados a la cárcel de Gerona en Isla de Pinos (actual Isla de la Juventud). Una vez liberados, Pablo publica una serie de artículos en el periódico El Mundo, bajo el título 105 días preso. En tanto, se consagra al fortalecimiento del Ala Izquierda Estudiantil, y pasa a la clandestinidad. En agosto de dicho año, en la casa del poeta José Zacarías Tallet, son detenidos Pablo y Raúl Roa, y junto a otros compañeros de lucha, trasladados y confinados en el Presidio Modelo de la Isla de Pinos. De esta segunda prisión, mucho más larga y dura, queda una pequeña estatuilla que hiciera de José Martí con el yeso raspado de la pared de la celda, y un dibujo a lápiz donde se autorretrata con barba mesiánica. Al pie del dibujo, la dedicatoria: a Teté, y la fecha, 27 de abril de 1933. Al mes siguiente es trasladado a la Cárcel de La Habana y puesto en libertad junto a Gabriel Barceló. La salida de ambos del país fue la condición que puso Machado para liberarlos. Pablo y Teté se embarcan en tercera clase en el vapor Cristóbal Colón, que tenía el itinerario La Habana – La Coruña, vía Nueva York. En esta última ciudad, Pablo se acoge a su origen puertorriqueño, y se quedan.

La Guerra Civil española pronto lo sacará de su estancia neoyorkina, al propiciarle la oportunidad histórica de volver de nuevo a la lucha por un mundo más justo en la tierra de sus antepasados. En las filas del ejército republicano, servirá en el frente de la Sierra de Guadarrama, al norte de Madrid. Aquí fungirá como Comisario Político, y conocerá a otro poeta, Miguel Hernández, al que le propiciará realizar una serie de recitales poéticos a la tropa bajo su mando. El 19 de diciembre de 1936, a una semana de cumplir 35 años, Pablo de la Torriente Brau, cae abatido por el fuego enemigo cerca de Majadahonda. Dos días después, al rescatar su cuerpo los hombres del comandante Policarpo Candón, vestía la zamarra de piel de cordero que le había regalado el poeta-pastor, para protegerse del “puñetero frío”, del que, como buen caribeño, había empezado a quejarse. Miguel Hernández no pasó por alto la muerte de Pablo, ni su amistad nacida en las trincheras, donde el familiar más cercano pasa a ser el que tienes a tu lado… Y concibe su Elegía segunda, la que leyó al pie de la fosa en el cementerio madrileño de Chamartín de la Rosa, el 23 de diciembre de dicho año.

Me quedaré en España, compañero,

Me dijiste con gesto enamorado.

Y al fin sin tu edificio tronante de guerrero

En la hierba de España te has quedado.

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Jorge R. Bermudez
Ensayista, poeta y crítico de arte.

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