Ofrezco disculpas si abro mis palabras en este estrado con una referencia familiar de la que, la primera en sentirse incómoda, será mi hija, porque conozco perfectamente que no acepta más menciones que la que sea capaz de ganar con su esfuerzo. Pero saberla junto a ustedes, en la magnificencia de este hemiciclo, para recibir su título de graduada de Licenciada en Periodismo por la Universidad de La Habana, me retrotrae al origen humilde de nuestras familias, la de su madre y la mía, y a la obra de amor levantada en Cuba por la Revolución.
La Revolución cubana no es martiana solo porque sus fundadores de la última etapa —la denominada Generación del Centenario— declararan al Héroe de Dos Ríos como el autor intelectual de los acontecimientos del 26 de Julio de 1953 y actuaran en su honor durante todos estos años, sino porque rescató para Cuba y los cubanos la fuerza justiciera y regenerativa del amor. Convirtió en obra, testimoniada y testimoniante, aquella idea del Apóstol de que la única verdad de esta vida, y la única fuerza es el amor. En él está la salvación, y en él está el mundo.
Los padres de Lisi fuimos los primeros universitarios de nuestras familias respectivas después de ese volcán de tantas sacudidas —tantas que todavía no paran y parece que nunca finalizarán— que cambió la geografía política, económica, moral y espiritual de Cuba después de 1959.
Como en una alegoría de la popular serie Juego de tronos, el que aquí les habla es el primer Ronquillo universitario de la especie, para mejor seña Periodista. Y lo es, como me enseñó hace unos años un cura Jesuita santiaguero —con decencia y decoro autocríticos—, porque la Revolución enseñó a dar a los pobres por justicia lo que antes se daba en este país —y no siempre se hacía— por caridad.
Como no habría entonces de sentirme feliz de que Lisi se convierta en la «segunda Periodista de mi especie», junto a los que recibirán sus diplomas de graduados este 16 de diciembre por esta universidad y el resto de quienes lo harán en todas las facultades de la carrera en el país.
Ella, como ustedes, descubrieron el precioso ángel social de esta profesión. Ese ángel tan rotundamente descrito por el presbítero Félix Varela, periodista y cubano ejemplar cuyos restos reposan en esta Aula Magna, cuando afirmó que renunciaba al valor de ser aplaudido por el deber de ser útil a su patria.
No olvidemos nunca, después de tomar el título en esta Aula Magna que resguarda la memoria del Padre Varela, que esa es la estirpe nutricia de la vocación y la formación del Periodista en Cuba. La misma que germinaría y florecería después en Martí, Juan Gualberto Gómez, Pablo de la Torriente Brau, Fidel Castro, y tantos otros de la «especie» hasta nosotros, hasta ustedes, que sabrán cultivarla y engrandecerla.
El periodismo cubano es por nacimiento, por vocación y por convicción revolucionario, transgresor más allá de la profesión; también desde el punto de vista intelectual, ético, humano y político. Como subrayan sus estudiosos, irreverente y desacralizador, en rebeldía contra todo dogma, incluyendo los opresivos y los expresivos. No resulta para nada casual esa convergencia cubana entre sus grandes patriotas y sus grandes periodistas.
Con esa tradición como sedimento ustedes se incorporarán a nuestros medios en el momento en que apostamos a erigir un nuevo modelo de prensa para el socialismo en Cuba que, como hemos remarcado en varias oportunidades desde el X Congreso de la Unión de Periodistas, junto a saldar las deudas sistémicas de la profesión en el país en tiempos de Revolución, certeramente descritas por el Maestro y ex decano de esta facultad, Julio García Luis y seguramente analizadas y hasta vivenciadas en estos años de estudios, nos sincronice con la llamada era de la convergencia.
Como hemos apuntado, alienta comprobar que mientras desde la contrarrevolución —por vocación plattista o la muy bien pagada— se ataca con mezquindad a sus profesionales y se le intenta denigrar, vilipendiar y deslegitimar ante su pueblo, el sistema de prensa revolucionario cubano busca labrar su propio camino de cambios, sacudirse de viejos lastres, dogmas, mediaciones perturbadoras y ataduras.
Quienes en vez de la crítica razonada y razonable, la misma que nos hacemos desde hace años en el sector, tocan a degüello contra la supremacía de un sistema de prensa que la Constitución aprobada por mayoría define en propiedad socialista de todo el pueblo o de las organizaciones políticas y de masas, y la acusan de inoperante, entre otras descalificaciones, tal vez a lo que realmente temen es a su «operancia».
Con las virtudes que algunos olvidan y los defectos que todos reconocemos e intentan superarse, no podemos desconocer que la ambición agazapada detrás de determinados intentos de linchamiento particulares y sistémicos de la prensa está el de privar a la Revolución de este formidable constructor de consensos, de este especial valladar contra el caos, el enconamiento, el odio y la manipulación, tan despiadadamente revelados por las operaciones político-comunicacionales que pretendieron atizar estallidos sociales en el país en los últimos tiempos.
Como hemos insistido desde el Primer festival nacional de la Prensa, una plataforma de fraternal competencia profesional y socialización de proyectos y resultados creada por la Upec para impulsar la mencionada transformación del modelo, si la comunicación es un pilar básico para la gestión de Gobierno en Cuba, este sería endeble sin una gestión de innovación al interior de ese sistema, incluyendo la prensa, que nos aparte de los caminos trillados, de la instrumentalización, la improvisación y la intuición repetitiva y mecánica. Nada puede ser menos rutinario en el sistema de prensa nacional que las afamadas rutinas productivas.
Superar los problemas estructurales de nuestro sistema público de prensa irá encontrando solución definitiva con el avance de la voluntad recogida en la nueva Constitución, la Política de Comunicación del Estado y del Gobierno, las instituciones requeridas que ya cristalizan y las disposiciones legales que se requieren. Esa es la razón por la que estamos impelidos a crear las condiciones para el impulso de una sólida gestión de innovación y desarrollo, lo cual impone replanteos sistémicos en la gestión editorial, económica y tecnológica de los medios, así como en su relación con las universidades y los estudios académicos.
Pero, pese a obstáculos e incomprensiones todavía diversos, las dos ediciones de dicho festival muestran que el sistema público de prensa manifiesta una propensión al estudio, la prueba y el aprendizaje que apuntan al cambio, más acentuado donde se renuncia a los estilos formales y burocráticos de dirección a favor del liderazgo creativo y donde las mediaciones externas son menores y sustituidas por lo que Julio García llamó la autorregulación responsable.
Esto último exige una mentalidad exploratoria, inspiradora, que potencie la curiosidad, el ejercicio del criterio y la capacidad para transformar la incertidumbre en un activo de las organizaciones, de saber qué se quiere conseguir y por qué, de la construcción de equipos multidisciplinares con capacidad y atribuciones para modernizar, de una comprensión colectiva de la importancia del cambio, y de un enfoque pionero y de riesgo.
Desde el Primer festival acentuamos que no podría ser de otra manera en los tiempos de la big data y la post verdad, cuando se requieren productos periodísticos personalizados, contenidos relevantes para distintos segmentos de audiencias, de privilegiar los intereses de estas, ahora también productoras de contenidos, y de la agenda pública. Todo ello acompañado del uso de nuevas narrativas, formatos y maneras de contar responsivos o adaptables y de profesionales con una mentalidad digital y de cambio continuo.
Igualmente se requiere de capacidad para empatizar con distintos tipos de destinatarios, de agilidad, de fuerza analítica, de síntesis, de construir historias en tiempo real y con honduras humanas, de salir a buscar a las audiencias donde estén, de la conciliación entre los productores de contenidos y las plataformas tecnológicas, de las suscripciones digitales, del empleo de los más diversos y potentes buscadores digitales…
Se trata de erigir un modelo de prensa moderno, tan flexible y abierto para la expresión de la crítica, el debate y el disenso, como armonioso y equilibrado para la articulación del consenso.
A la teoría capitalista y burguesa del cuarto poder hay que oponer la concepción revolucionaria y socialista de la prensa como poder del pueblo. No un poder separado o por encima, sino formando parte de la soberanía popular y de sus mecanismo de control, de contrapeso y participación en la toma de decisiones. Y para que haya control popular primero tiene que existir pueblo en el poder, lo que es lo mismo en Cuba que Revolución en el poder.
Junto a los robles del gremio, fogueados en una hermosa contienda ética, los necesitamos a ustedes, bendecidos por esa condición de nativos digitales, criaturas nacidas en medio de lo que los estudiosos llaman una esfera pública en red.
Por ello los recibiremos con tanto entusiasmo y expectativas en las redacciones del sistema público de prensa y otros espacios relevantes de la comunicación y el periodismo del país, así como en nuestra Unión, para que con su juventud, sus talentos y una sensibilidad y política exquisitas contribuyan a la aceleración de nuestros cambios. Agreguen todas sus fuerzas a la obra de amor de la Revolución en Cuba. (Palabras pronunciadas en el acto de graduación de la carrera de Periodismo de este 16 de diciembre, en el Aula Magna de la Universidad de La Habana).
Estos periodistas nuevos tienen la posibilidad cierta de hacer pleno el periodismo que la Patria necesita para el cambio y el progreso socialista en Cuba.