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Por la espada y por la pluma: la Revolución Haitiana y la batalla de ideas

La revolución haitiana fue la primera y única revolución de esclavizados triunfante en la historia de la humanidad y la primera independencia de América Latina. En un proceso largo y complejo, miles de africanos y afrodescendientes, liderados inicialmente por Toussaint Louverture y luego por Jean Jacques Dessalines, lograron lo imposible: derrotar a España, Inglaterra y Francia y dar nacimiento a Haití, la primera república negra del mundo, libre de esclavitud, colonialismo y racismo.

Aquel triunfo inaudito de los “condenados de la tierra” generó esperanzas entre los sectores populares y esclavizados del mundo atlántico, que buscaron emularlo llevando adelante múltiples conspiraciones y revueltas en América y el Caribe. Las elites, por su parte, sintieron pánico e intentaron por todos los medios acallar ese mensaje de igualdad y libertad universal. Incluso buscaron borrarlo completamente negándole al proceso haitiano su carácter de genuina revolución, interpretándolo negativamente como una guerra de razas y una masacre de blancos. Bloqueos, asedios y censuras convirtieron a Haití en un estado paria, que sufrió mil vicisitudes desde el momento mismo de su nacimiento. Finalmente lograron su cometido y la revolución terminó siendo silenciada. Y para peor, aquel trágico olvido todavía continúa vigente en el ámbito cultural y académico occidental. De todas las revoluciones de aquella época, la haitiana, a pesar de haber sido la más radical, es la menos recordada y estudiada.

Ahora bien, si la revolución en si misma cayó en el olvido, peor aún fue el destino que sufrieron los intelectuales haitianos de dicho período. En este caso el silencio ha sido casi total. Ciertamente durante los años 1791-1804 no existieron intelectuales propiamente dichos. Hubo sí ideas revolucionarias, ideas sumamente disruptivas enarboladas por Toussaint Louverture, Jean Jacques Dessalines y las propias masas que protagonizaron el proceso. No obstante, los intelectuales surgieron recién después de 1804 al calor del nacimiento del estado haitiano. Ya en la época del gobierno de Jean Jacques Dessalines emergieron dos figuras importantes: Louis Félix Boisrond Tonnerre y Juste Chanlatte. El primero, además de ser el secretario de Dessalines, fue el autor de la declaración de la independencia, un verdadero grito de furia en contra de Francia, que como el propio Boisrond Tonnerre señaló debía ser escrita usando “la piel de un hombre blanco como pergamino, su cráneo como tintero y una bayoneta como pluma”. Asimismo, en 1804 Boisrond Tonnerre publicó Mémoires pour servir à l’histoire d’Haïti, la primera historia de la independencia de Haití, en la cual denunció los crímenes que los amos esclavistas y el imperio francés habían cometido en la isla. Escrita desde el dolor y las ansias de liberación, resultó un trabajo fundante de la literatura política haitiana.

Juste Chanlatte, por su parte, fue un actor clave en este periodo, destacándose como Secretario de Estado de Dessalines (quien fue nombrado Emperador en 1804) y como el principal cerebro detrás de la constitución promulgada en 1805. Carta Magna sumamente radical y anticolonial, que además de reafirmar el fin del racismo y la esclavitud, reconoció la libertad religiosa y el divorcio e instituyó que ningún blanco extranjero podría pisar la isla como amo o como propietario. Asimismo, en su famoso artículo 14, estableció que “todos los haitianos serían identificados como negros”, incluyendo a los alemanes y polacos que habían venido con la expedición napoleónica de 1802 y se habían pasado de bando apoyando la causa independentista. De esa manera, el sustantivo negro perdía su carácter racista para ser entendido como un concepto político que aunaba a todos aquellos que habían sido víctimas de la violencia colonial y racista y que habían luchado en pos de la libertad y la igualdad universal.

El Imperio, sin embargo, tuvo una vida efímera, y en 1806 Dessalines fue asesinado por sectores affranchis (afrancesados, en la jerga de la época) que se oponían a su política revolucionaria de distribución de tierras. El país cayó en una guerra civil y se dividió en dos. En el suroeste se instauró una república presidida por Alexandre Petión, principal opositor de Dessalines y en el norte primero se instituyó una república y en 1811 un reino gobernado por Henri Christophe, histórico lugarteniente de Louverture y Dessalines. A pesar de que ambos líderes le dieron impulso a la educación y a la cultura, Christophe fue quien más se abocó a dicha tarea. Además de crear un sistema público y gratuito de enorme envergadura, fundó editoriales y promovió la emergencia de un círculo de intelectuales a quienes elevó a las altas esferas del reino para que dirigiesen sus destinos y publicasen y difundiesen sus trabajos. Mediante aquella política pretendió continuar la revolución haitiana por la pluma, llevando adelante una batalla cultural en la esfera internacional contra el sistema colonial dominante en el mundo atlántico.

Entre aquellos intelectuales se destacaron Juste Chanlatte, Julien Prevost y Jean Louis Vastey. El primero, quien recibió el título de Conde de Rosiers, escribió una importante obra poética, dramatúrgica y ensayística entre la que se destacó su libro Le Cri de la Nature, un fuerte alegato abolicionista y antirracista. Pero sin dudas el más importante de aquellos intelectuales fue Jean Louis Vastey, quien en 1814 recibió el título de Barón y tuvo una carrera política y literaria meteórica que lo llevo a ser Canciller y el principal funcionario del reino. En sólo seis años Vastey produjo una enjundiosa obra compuesta por once textos, cinco de ellos libros de envergadura, con los cuales pretendió llevar adelante un furibundo ataque en contra no sólo de los enemigos externos e internos de Haití, sino también de los cimientos ideológicos y epistemológicos que sustentaban el orden colonial, racista y esclavista.

En 1814, ante una nueva amenaza imperial de Francia, Vastey publicó su primer libro Le système colonial dévoilé, en el cual presentó una contrahistoria del colonialismo en la isla. Contrahistoria que impugnaba el relato tradicional que celebraba la colonización como un avance de la civilización, mostrando al colonialismo en su verdadera esencia: como un sistema monstruoso, deshumanizante y bárbaro. Con vehemencia denunciaba: “Helo ahí conocido por fin el secreto lleno de horror: El Sistema Colonial, es la Dominación de los Blancos, es la Masacre o la Esclavitud de los Negros.” [1] Una contrahistoria, que develaba las bases racistas y eurocéntricas de las narrativas hegemónicas advirtiendo que: “Los historiadores que escribieron sobre las colonias eran blancos, hasta colonos; entraron en los detalles más pequeños sobre la producción, el clima, la economía rural, pero hicieron lo posible por no develar los crímenes de sus cómplices” y que proponía una historia alternativa construida a partir del testimonio oral de las víctimas del sistema colonial y esclavista. [2]

En 1815, en el marco del recrudecimiento de la guerra civil y debido a la postura negociadora de la república del sur, Vastey publicó Le Cri de la Conscience, libro en el que denunció a Petión como un “francés de alma”, como un colonizado mental que buscaba acercarse a la ex metrópoli ofreciéndole incluso el pago de una indemnización. Pero los ataques externos continuaron: por ello, en 1816 Vastey publicó otra potente obra intitulada Réflexions sur une lettre de Mazères: ex-colon français, adressée à M. J.C.L. Sismonde de Sismondi en el que además de rebatir uno por uno los argumentos racistas postuló una original relectura de la antinomia civilización y barbarie y de la historia universal. Frente al discurso dominante que entendía a Europa como la cúspide de la civilización y como locomotora del progreso, Vastey denunció el carácter bárbaro de aquella supuesta civilización. En su opinión Europa tenía dos caras, una civilizada en lo que hacía a la riqueza y al avance técnico y otra bárbara signada por su trato deshumanizante hacia los pueblos extraeuropeos. En este sentido advirtió lúcidamente que con su expansión Europa, lejos de civilizar a los otros pueblos los barbarizaba, pero más importante aún, se barbarizaba así misma.

Europa estaba además muy lejos de ser la locomotora de la historia ni la única que había hecho aportes valiosos al desarrollo universal. En este sentido, invirtiendo totalmente las narrativas dominantes, postuló que África —aquella región que supuestamente representaba el salvajismo por antonomasia— había sido la verdadera cuna de la civilización y las artes. Aún más, a África le correspondía el mérito de haber expandido inicialmente la civilización pacíficamente, desarrollando a la rústica Europa. Con sarcasmo señalaba: “Los enemigos de África desean convencer (…) que durante 5 mil años (…) África ha estado siempre hundida en la barbarie (…). ¿Acaso se olvidaron que África es la cuna de las ciencias y las artes? (…) África civilizó Europa y es a la raza negra hoy en día esclavizada (…) que los Europeos le deben las ciencias y las artes, incluso el arte de hablar” [3]. Ahora bien, los africanos no sólo estaban en el origen de la historia, sino también a la vanguardia de la misma. La revolución haitiana, protagonizada por africanos y afrodescendientes, lejos de ser una masacre de blancos, había sido un proceso emancipatorio que abría la alamedas de una nueva civilización, genuinamente humanista, alternativa a la falsa civilización enarbolada por Europa.

Al año siguiente Vastey publicó un nuevo libro, Réflexions Politiques sur quelques Ouvrages et Journaux Français Concernant Haïti, con la que continuó la batalla de ideas en la arena internacional. Allí denunció una vez más las apetencias colonizadores de Francia y advirtió lucidamente que siendo incapaz de concretar sus planes militarmente, esta proyectaba hacerlo por la vía diplomática y económica imponiéndole el pago de una indemnización y un tratado de libre comercio favorable a sus intereses. Señaló: “El comercio es el único camino por el cual nuestros enemigos tienen la esperanza de introducirse entre nosotros, corrompernos, desunirnos (…) y finalmente oprimirnos.” [4] En este sentido advirtió tempranamente el peligro del neo-colonialismo económico e insistió que para fortalecer la soberanía nacional era necesario diversificar la producción y promover la industria: “Una nación debe ser capaz de abastecerse de todo lo que necesita. Si depende de los mercados extranjeros para su subsistencia no tiene más la independencia en sus manos” [5]

No obstante, Vastey entendía que sólo sería posible consolidar el proyecto haitiano si su mensaje se expandía universalmente. Preanunciando el tercermundismo señalaba que “500 millones de hombres negros, amarillos y rojos distribuidos por todo el globo, claman de su gran Creador aquellos derechos y privilegios que ustedes le han robado injustamente” [6]. Estaba convencido de que sólo una revolución planetaria que continuase con el legado libertario e igualitario de la revolución haitiana podría poner fin a la falsa civilización europea. Con vehemencia afirmaba: “¿Cómo se abolirá el tráfico de esclavos, la esclavitud, el perjuicio de color? (…) ¿De qué manera se le restaurarán los derechos originales al ser humano, si no es mediante una gran revolución (…) que (…) erradicará todos los prejuicios que se oponen a la felicidad (…) de la humanidad? (…) Quien puede dudar que tal revolución será una fuente de grandes bendiciones a toda la humanidad”. [7]

El reino de Christophe hizo ingentes esfuerzos en este sentido y los textos de Vastey se difundieron ampliamente por el mundo atlántico, generando conciencia entre los sectores críticos y escandalizando a la mayoría de los blancos que se aferraban a sus privilegios coloniales, racistas y esclavistas. No obstante, en 1820 la monarquía se vino abajo. Christophe sufrió una apoplejía y luego una rebelión militar que lo llevó a suicidarse. En ese contexto Vastey fue asesinado. Haití se reunificó bajo la presidencia de Boyer (sucesor de Petión) y se consolidó una elite afrancesada que en 1825 aceptó la imposición de una indemnización millonaria por parte de Francia a cambio de un reconocimiento nominal de la independencia. Así, sus pesadillas se terminaron concretando. La revolución quedó clausurada y para peor su voz fue acallada.

Hoy, sin embargo, en un mundo donde las lógicas coloniales y racistas aún imperan, el mensaje de la revolución y de sus grandes intelectuales como Vastey, continúan vigentes. Recuperar su memoria y su legado, resulta entonces una tarea urgente en aquella batalla de ideas que sigue inconclusa.

Notas

[1] Vastey, Jean Louis, El Sistema Colonial Develado, Buenos Aires, Ediciones del CCC, (Edición y estudio preliminar Juan Francisco Martinez Peria), 2018, p. 66.

[2] Vastey, op. cit., p.99.

[3] Vastey, Jean Louis, Réflexions sur une lettre de Mazères: ex-colon français, adressée à M.J.C.L. Sismonde de Sismond, Cap Henry, Chez P. Roux Imprimeur du Roi, 1816, pp. 32 y 47.

[4] Vastey, Jean Louis, Réflexions Politiques sur quelques Ouvrages et Journaux Français Concernant Haïti, pp. 132-133.

[5] Vastey, op. cit., p. 112.

[6] Vastey, Jean Louis, Réflexions sur une lettre de Mazères, p. 14.

[7] Vastey, Jean Louis, Réflexions Politiques sur quelques Ouvrages et Journaux Français Concernant Haïti, p. 26.

Tomado de Nodo 50

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Juan Francisco Martínez Peria
Juan Francisco Martínez Peria es Abogado (UBA), magíster en Ciencias Políticas y Sociología (FLACSO), magíster en Historia y doctor en Historia (Universidad Pompeu Fabra). Ex becario posdoctoral Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET). Coordinador del Departamento de Historia del Centro Cultural de la Cooperación (CCC). Docente de la UBA, la UNSAM, el IUNMA, la UNR y la UNVM. Editor del libro El sistema colonial develado, de Jean-Louis Vastey (Ediciones del CCC, 2018).

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