Ya una vez me vestí de blanco y llevé gladiolos en las manos, porque nadie me priva en mi tierra de colores ni flores ni símbolo alguno. Me pertenecen también.
Quien disculpa, obvia o acepta la alianza con lo peor de la criminal política anticubana, jamás será patriota; jamás podrá decir que actúa movido por sentimientos de nobleza hacia la tierra donde nació y vive, o de donde partió a otras, pero formado por ella.
No. Los escritores y artistas no apoyan este despliegue de odio disfrazado de “civismo”. Ni el pueblo cubano. Soy parte de ese pueblo, pero no de la cifra que odia y miente. Réstenme. Olviden los totales y exprésenlo como es: “algunos”. La parte no es el todo. Ni se confunde una crítica honesta, con su deseo manifiesto de dinamitar y destruir, sin propuestas siquiera de construcción y diálogos que han negado y mejoramiento.
No. No les creo. Ahí están las fotos, los videos, los twitts, las conversaciones con quienes por años han mantenido el pie sobre nuestros cuellos, para que gritemos que no podemos respirar y entreguemos lo que nos hace cubanos:
Terroristas que nos deben vidas de niños; infames que cada día piden bombas, flotillas, invasión; criminales que pagan para que otros lo sean; agencias que premian talentos invertidos al servicio de la maldad; embajadas de la muerte; mediocres en búsqueda de reflectores; políticos de opereta en apariciones con reguetoneros y youtubers de cuarta.
Si todo ello parece normal, si la manipulación es tal que desechan los límites de la decencia y la paz ciudadana, NO son parte de la construcción de nada, sino de las mismas marionetas que en cada ciclo se van apilando en los rincones del olvido. Vuelvo a decirlo especialmente a los que conozco: los libero de mí.
Yo también llevo flores en las manos, pero camino todos los días hacia los sitios de mi tierra donde se trabaja por todos y trabajan todos, infatigables.
(Tomado del Facebook de la autora)