Ella fue de las pérdidas sensibles y cercanas que sufrí mientras estuve alejado del teclado y en su recuerdo imperecedero necesito compartir esta breve nota.
Ese fatal 3 de octubre pasado recién acababa de ingresar para tratamiento que evitara lo que resultó inevitable 16 días después y una sensación de orfandad me invadió sumándose a mi deteriorado estado de ánimo, porque Martica había sido y es uno de mis paradigmas del periodismo, la laboriosidad, la perspicacia, la lealtad a ideales, que me influyó desde que comencé en esa profesión hace ya más de medio siglo.
Tuve la ocasión de compartir con ella, a partir de los años 90, en disímiles ocasiones, incluyendo coberturas de primer nivel, y siempre encontré la sonrisa de los iluminados aconsejando, dando el ejemplo, dispuesta a lo que hiciera falta.
Hay que subrayar, para las actuales y futuras generaciones, esos y otros rasgos de una figura que, pudiendo esperarlo todo, por su historia y trayectoria, trabajaba a diario como si recién comenzara en esa carrera interminable de reportero (y escritor, en la que también devino). A ella debía dedicársele una cátedra universitaria para estudiar su abundantísima obra periodística y literaria, sabia combinación con muchos otros ejemplos, el Gabo por poner uno solo.
Ilustro con par de fotos que le tomé, una dedicándome una de sus legendarias sonrisas, y otra que nos tomaron junto al gran actor y amigo de Cuba Harry Belafonte, el increíble Eduardo Robreño y mi gran amigo y entonces jefe inmediato Tubal Páez, entonces Presidente de la UPEC.