El viernes 25 de noviembre de 2016 en horas de la noche, un mensaje del General de Ejército Raúl Castro Ruz conmocionó a Cuba y al mundo: “Con profundo dolor comparezco para informar a nuestro pueblo, a los amigos de nuestra América y del mundo, que hoy 25 de noviembre de 2016, a las 10:29 horas de la noche, falleció el Comandante en Jefe de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz”.
Fue difícil creerlo. No imaginábamos a Cuba sin Fidel. Cinco años después, lo recordamos con su uniforme de campaña, su mirada futura, su palabra inmensa, su estrella en la frente. Fidel estaba en todas partes y en todos los momentos: siempre junto al pueblo, ese mismo pueblo que lo despidió con dolor y firmeza revolucionaria en su recorrido póstumo desde La Habana hasta Santiago de Cuba. ¡Yo soy Fidel! ¡Yo soy Fidel! coreaba una multitud enardecida, que durante nueve días ofreció al mundo, una lección de lealtad y patriotismo.
Tuve el privilegio de participar en la caravana que trasladó sus restos desde la Plaza de la Revolución hasta el Cementerio Santa Ifigenia. Armado de dos cámaras fotográficas, a bordo de una escatolina, junto a más de una decena de periodistas, camarógrafos y fotógrafos, le acompañamos hasta su última morada: “una piedra tan sencilla como la almendra de un río”, como escribiera la periodista Rosa Miriam Elizalde en el prólogo del libro Hasta siempre, Fidel.
Hoy comparto con vívida emoción, algunas instantáneas de aquel recorrido histórico que ha quedado grabado para siempre en el corazón de los cubanos y en la memoria universal de nuestros tiempos. Seguramente ellas podrán expresar lo que con palabras no puedo.