EFEMÉRIDES

El Americano Libre: Un periódico adelantado a su época

Cada 15 de noviembre, la prensa cubana  saluda el aniversario de la revista Mujeres,  publicación de la Federación de Mujeres Cubanas que vio la luz en 1961. Sin embargo, suele olvidarse que en igual fecha, pero del año 1822, vio la luz un periódico muy singular: El Americano Libre. Este  tenía un perfil editorial marcadamente político, aunque en ocasiones  sus páginas dieron cabida a producciones literarias, poesías sobre todo.

La publicación fue fundada por Evaristo Zenea y de la Luz,  joven criollo con una sólida formación en el Seminario de San Carlos, y posteriormente en la Universidad de La Habana, donde se graduó de Bachiller en Derecho Civil, en 1821. Al año siguiente creó el impreso con el propósito de “esparcir las luces y conocimientos que estén a nuestro alcance, contribuyendo por este medio a la ilustración de los pacíficos habitantes de este delicioso país, que es el blanco de todas las potencias ambiciosas”, según constaba en una nota aparecida en su primera edición.

Para   asumir tal empresa, Zenea de la Luz contó con dos destacados redactores. El primero de ellos era Domingo del Monte, un inquieto adolescente de 18 años de edad que había emigrado a la isla durante la niñez. Con excelentes cualidades como redactor, poseía una vasta cultura que también había consolidado en el Seminario de San Carlos y luego  en la Universidad de La Habana, donde se graduó de derecho. A esa corta edad ya hablaba cinco idiomas: francés, inglés, italiano, portugués y latín.

Zenea y Del Monte  eran muy buenos amigos y ambos tuvieron como profesor al presbítero Félix Varela ,  escritor, filósofo y político cubano, el, también conocido como el Padre Varela,  quien “nos enseño primero en pensar” a los cubanos en nuestra tierra, como lo definió el gran pedagogo José de la Luz y Caballero.

Paralelo a su labor en la redacción  de El Americano Libre, Del Monte —el primer crítico profesional de la prensa insular— cursaba estudios universitarios,  y frecuentaba  algunas tertulias literarias de La Habana hasta que, años después, se hizo famoso con las suyas propias, las cuales se caracterizaron por leer en ellas  las obras de quienes asistían..

El otro articulista asociado al periódico  fue el destacado intelectual, , José Antonio Cintras, quien de igual manera  compartió aulas con Zena y Del Monte  en San Carlos y en la Universidad de La Habana, donde se graduó deabogado. También dominaba varios idiomas y eras respetado por su amplia formación cultural y sus dotes como redactor.

A ellos se asoció, como uno de sus principales colaboradores, el argentino José Antonio Miralla  que, luego de probar suerte en varios países de Europa,  llegó a La Habana en 1815 y rápidamente  se hizo comerciante. También fue propietario de cañaverales y sembradíos de tabaco. Fundó la casa mercantil Miralla y Compañía que se dedicaba a la importación y venta de madera en Cuba , así como de alimentos y ropa, entre otros productos provenientes de los Estados Unidos. Toda esta actividad comercial  le propició reunir una considerable fortuna. Además, mantuvo relaciones  con la intelectualidad habanera que admiraba su condición de escritor y libre prensador.

Miralla, de 32 años de edad, y algo más de experiencia que sus colegas, había ejercido  con anteroridad  el periodismo en La Habana, en un impreso satírico llamado La Mosca, que  fundó y dirigió en 1820 y donde se denunciaban los abusos de la época. El resto de  los colaboradores (M. Antonio Valero, Diego Antonio de Urra, Juan Gualberto de Ortega y otros), escondieron su verdadera identidad bajo seudónimos. La Mosca tuvo vida efímera porque solo salieron siete números, cada uno de ocho páginas. El último de ellos se publicó el 13 de junio de ese mismo año.

Miralla podía dominar a la perfección cinco idiomas, además del español. Su llamativa presencia pronto se hizo sentir en la capital, donde sus improvisaciones poéticas acapararon la atención en las charlas y conversatorios de los más connotados intelectuales habaneros.

De tal modo, los cuatro amigos, Zenea, Del Monte, Cintras y Miralla crearon un armónico equipo encargado de que El Americano Libre viera la luz tres veces a la  semana, con textos de excelente factura sobre asuntos referidos  al gobierno de la Metrópoli,  con oportunas y hondas reflexiones críticas acerca  de la vida política y social en la capital.

En sus  páginas aparecieron algunos artículos  indistintamente firmados por los cuatro redactores, así como por  colaboradores,  que generalmente  rubricaban los trabajos con alias . Algunos de los materiales  —los menos— estaban vinculados  con la literatura, en lo fundamental   poesía; entre esos textos sobresalió uno de Del Monte bajo el título de Noche de luna en la Alameda de Paula, publicado  hacia finales del año 1822, cuya calidad fue comentada en muchas tertulias habaneras.

En breve tiempo, El Americano Libre, un periódico adelantado a su época, se hizo sentir en  la población habanera de la época. Un hecho que les propicio  ser muy mal visto por el gobierno colonial español debido a los juicios cuestionadores reflejados en sus páginas. A la vez,  los redactores fueron  perseguidos y hostigados aunque la mayoría de ellos se escudaban  en sobrenombres como Desval, El habanero sentido, Aristarco…

Finalmente, y ante tanta presión, la edición del periódico claudicó el 28 de febrero de 1823; lo sustituyó El Revisor Político y Literario —de efímera existencia—, que comenzó a publicarse a partir del 3 de marzo de 1823 con trabajos de los jóvenes colaboradores de El Americano Libre, entre otros articulistas. Los temas versaban, especialmente, sobre crítica literaria; además de teatro español y cubano de la época, las bellas artes, la teoría literaria y de interés general.

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