Un error del brazo de la superficialidad molesta, recién desde los medios, al afirmar algunos que se necesita incrementar la masividad atlética, la calidad de las clases de educación física y de las instalaciones para fortalecer el alto rendimiento.
Y todo está dicho. ¡Mi madre, de nuevo la idea equivocada de que lo principal de la cultura física es el campeonismo, el medallismo!
Conceptos como estos han perjudicado muchísimo. En especial, si se llevan a la práctica. El fundamental propósito del sector está en contribuir decisivamente a la forja del ser humano, en lo físico y lo espiritual, con las marcas, los trofeos, las preseas, la alta competición, a pesar de su potencia y belleza, en segundo plano.
Pierre de Coubertin, fundador de los Juegos Olímpicos de la era moderna, dijo en junio de 1925 que un país no es “…verdaderamente deportista hasta que la mayoría de sus habitantes no experimenten el deseo personal del deporte”.
Atacó la superbúsqueda de la fama: “ …siendo como consecuencia el profesionalismo y en ello ha de entenderse no solo el ánimo de lucro, sino también la detestable vanidad que hace buscar al hombre vulgares laureles y groseras satisfacciones de amor propio, donde radica el peor enemigo del deporte y al mismo tiempo de la educación física…”.
No era un santón del amateurismo como muchos han querido ver: va contra el negocio y no contra la profesionalidad, y censuraba la espectacularidad, el show, “… pues el organizador del espectáculo tiende a corromper al atleta para mejor satisfacer al espectador”. (Discurso de dimisión del Comité Olímpico Internacional, en 1925) y añado: dichas acciones corrompen también al público.
Fidel reflexionó sobre el ámbito; lo había vivido, lo había disfrutado, y este lo había preparado para el combate que es la existencia. Desde fecha cercana en aquella reunión con figuras del sector en la Ciudad Deportiva (29 de enero de 1959), fue a la esencia, sin dar la espalda a la cima urgida de tanto fortalecimiento para no hacer papelazos:
“El deporte es fuente de voluntad, constancia, vigor físico y agilidad mental… El deporte individualmente suaviza. Consigue que no se extravíe la mentalidad del joven…”.
Acerca del tema manifestó después: “El saldo más importante es estimular que todos los niños practiquen el deporte, que todos los jóvenes practiquen el deporte, que todas las amas de casa practiquen el deporte… El deporte debe ser una actividad para todos sin exclusión: hombres y mujeres, jóvenes y viejos. Ese es el objetivo del desarrollo del deporte en nuestro país… No todos pueden ser campeones, pero eso no tiene importancia, lo importante es que practiquen el deporte y crezcan saludables y fuertes…”. (27 de octubre de 1975) .
El seis de octubre de 1977 expresó en la inauguración de la Escuela de Iniciación Deportiva Mártires de Barbados:
“El desarrollo del deporte no tiene como fin exclusivamente buscar campeones… Es imposible que todos sean campeones… El fin número uno es promover, con el desarrollo del deporte, el bienestar y la salud del pueblo; y el fin número dos, buscar campeones… Los campeones los necesitamos porque se convierten en símbolo de la juventud y de los niños… Es importante que no nos equivoquemos, que por buscar campeones descuidemos la práctica del deporte…”.
En su discurso ofreció la ligazón dialéctica entre la alta categoría y la base al referirse a los problemas relacionados con la velocidad en la pista: “Hay que poner a correr a todos los muchachos de este país y escoger a aquellos que tengan ciertos parámetros de velocidad…”.
Al no tener la masividad necesaria y la labor primaria de la base, el llamado alto rendimiento se resiente En cuanto a la imagen planteada por el Comandante en Jefe sobre los campeones: hay que protegerla.
Los monopolios estaban en pañales cuando Coubertin señaló su preocupación “… por el espíritu mercantilista que amenaza con invadir los círculos deportivos al haberse desarrollado los deportes en el seno de una sociedad que amenaza con pudrirse hasta la médula a causa de la pasión por el dinero”. (1894)
Apeados de la fantasía, llevando a la cultura física la visión fidelista de “cambiar todo lo que deba ser cambiado”, con la justa remuneración y los contratos al frente, debemos más que nunca vigorizar el alma con igual intensidad al menos, que la fuerza, la resistencia, la técnica, la rapidez, de los ases y aun de quienes empiezan.
Andar sin una iluminación de consideración como persona por un camino tan turbio, donde no queda libre de magulladuras ni el olimpismo, suele traer terribles heridas.