La carta
Estimados lectora y lector:
No me llamo Esther por Esther Borja, aunque me hubiera gustado que así fuera, pues crecí, como ella, en Santiago de las Vegas. Y mi abuela, nacida en ese pueblo habanero en 1910, compartió momentos de su adolescencia con la que llegaría a ser no solo gloria de aquel pueblito olvidado, sino de Cuba toda.
Luego de recibir el Premio Nacional de Música en 2001, Esther fue invitada a un homenaje que la Unión de Escritores y Artistas de Cuba ofreció a los premios nacionales de las diferentes manifestaciones en ese año, al que yo acudí como reportera.
Las dos llegamos con excesiva antelación. Para mi sorpresa, ella conocía de mi labor como periodista cultural. Ese fue el pretexto para dedicarnos unos largos y placenteros minutos de diálogo sobre temas intrascendentes: mi trabajo, mi abuela, su infancia, nuestro pueblo, las angustias de “vivir” en la TV…; pretexto también para quedarnos sentadas juntas durante el acto, como quienes se conocen de toda la vida.
Si acaso, le grabé una breve reflexión para la noticia. Ya éramos “casi íntimas”, así que habría tiempo de sobra para una futura entrevista allí convenida, porque además Esther Borja era de esas ancianas que parecían destinadas a no morir nunca. Pero murió a los 100 años y yo nunca le hice la entrevista.
En 2003, alguien mucho más previsor que yo vino desde España y, entre otras y otros artistas de la música cubana, entrevistó profusamente a Esther Borja. No hablaron de mi abuela, claro está, pero sí de Santiago de las Vegas y también del programa de TV Álbum de Cuba, que estuvo al aire desde 1961 hasta 1986.
Así que todo este preámbulo no lleva otro propósito que no sea el de introducir el testimonio escrito por el fotógrafo español Juan Miguel Morales que gentilmente me ha cedido para su publicación en Cuba y que recorre la rica vida de una de las mejores cantantes que ha dado esta isla. Y demás, presentar momentos del programa Álbum de Cuba, selección que he realizado a partir de materiales recuperados y conservados por el Archivo Fílmico del Instituto Cubano de Radio y TV.
Mi generación quizás fue la última que se sentó frente al televisor cada domingo para ver aquel programa que ya en los 80 a muchos jóvenes probablemente nos resultaba anticuado. Pero crecimos con la impronta de la TV en vivo y con el afán de Esther Borja por mostrarnos cuáles eran las mejores canciones cubanas, además de verla desempeñarse como excelente entrevistadora y crítica de música. 60 años después de la creación de Álbum de Cuba le invito a redescubrir en estos videos, de la mano de Esther, temas como Siboney y Damisela encantadora o espontáneas presentaciones de Sindo Garay o El Chori. Solo algunas de las tantas joyas musicales que esta mujer nos legó.
Esther Barroso Sosa
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El testimonio: Esther Borja (1913-2013)
(Publicado originalmente en el libro ¡Cuba va! Dialogando con músicos cubanos, de Juan Miguel Morales, Editorial Milenio, 2019).
El teatro musical ha utilizado y generado diversas formas de expresión musical y danzas en Cuba desde el siglo XVIII. Muchos grandes compositores, músicos y cantantes se han dado a conocer a través del medio teatral. Y muchas piezas importantes se hicieron populares en los escenarios.
Podríamos hablar del Teatro Bufo, con gran desarrollo durante el siglo XIX, como una forma de expresión teatral en donde la sátira y lo popular son rasgos definitivos. Y otras formas teatrales varias que han ido desarrollándose.
A finales del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX la zarzuela cubana toma un protagonismo importante. A manera de opereta ligera, en una escala más reducida y lírica, empezó a hacerse muy popular y a generar indiscutibles éxitos.
En Cuba, primero se exhibieron, cómo no, óperas y operetas europeas, pero los músicos cubanos fueron desarrollando paulatinamente ideas originales que conectaban con su propia realidad.
Grandes compositores como Gonzalo Roig, Rodrigo Prats o Ernesto Lecuona, produjeron grandes éxitos como Cecilia Valdés (Roig), Amalia Batista (Prats) o María la O (Lecuona) a partir de finales de la década de los años 20 del siglo pasado en teatros ya míticos de la capital cubana como, por ejemplo, el gran Teatro Martí.
A diferencia de las obras que provenían de Europa, la zarzuela y el género lírico cubano empezaron a describir escenas y costumbres del periodo colonial, y musicalmente se fueron reafirmando en su criollismo y en las músicas de diversos orígenes que identificaban lo cubano.
Grandes voces y personalidades como Rita Montaner lo defendieron muy dignamente.
Otros nombres significativos son Caridad Suárez, Rosita Fornés o, por supuesto, la gran Esther Borja, entre otras figuras.
Esther Borja fue una verdadera estrella da la canción desde mediados de los años 30. Trabajó con los grandes compositores cubanos y muy especialmente con el maestro Ernesto Lecuona, quien compuso para la cantante el inolvidable vals Damisela encantadora.
El gran compositor Gonzalo Roig dijo de ella: “Representa para Cuba, lo que Raquel Meller para España, lo que Rosita Quiroga para Argentina, lo que Toña la Negra para México… Pero existe una diferencia entre ellas y Esther Borja, y es que esas grandes figuras han tenido imitadores, y la Borja no; no porque no hayan querido imitarla, sino, sencillamente, porque no han podido…”
La trayectoria de Esther Borja es larga y su sabiduría gigante.
Como reconocimiento a su carrera, el Instituto Cubano de la Música le otorgó, en el año 2001 el Premio Nacional de la Música.
En La Habana, en casa de la artista, me encontré con una mujer de edad avanzada que mantenía su lucidez intacta y que había sabido crecer con lo vivido. Todo un lujo encontrarse con personas con esa capacidad.
Tuvimos una larga charla y yo un regalo. Un regalo doble, en realidad. La posibilidad de escuchar a una mujer serena e interiormente rica y un precioso punto de libro artesano, obra de la gran Esther Borja.
“En todas las vidas, hasta en la mejor, hay cosas buenas y malas.
¿Cómo sabríamos lo que es bueno si no tuviéramos de vez en cuando alguna cosa mala, que nos entorpece el camino, que nos hace ser mejores, que nos hace trabajar con un poco más de ahínco?
Todo eso es conveniente. Lo que hay que hacer es saber sacar fruto de las experiencias, incluso de las malas.
A mí me ha dado buenos resultados.
Yo generalmente conecto muy bien con la gente joven, que a menudo viene a verme para pedirme consejos. Me pregunta sobre cómo hacer esto o lo otro. Yo siempre les digo que lo más importante en la vida es tener disciplina. La disciplina no es más que no perder de vista el objetivo que uno se ha propuesto.
Si usted quiere sacar la mejor fotografía tendrá que realizar más de un disparo de cámara, porque a lo mejor la primera no le ha quedado como usted quiere que le quede. Y si le ha quedado bonita piensa que quizá la puede mejorar, y saca otra. Eso es positivo.
El estar pendiente de lo que uno se ha propuesto, no desviarse del camino que se ha trazado, eso es la disciplina.
Yo recuerdo que cuando empecé a trabajar mi voz no era grande. Era bonita, pero no era grande.
No era la voz esa, teatral, que corre muchísimo y de gran caudal que tienen algunas cantantes.
¿Y qué tuve que hacer? Ver todo lo que yo podía extraerle a la mía que era con la que yo contaba. Yo no podía estar pensando en tratar de ser otra, que es algo que les pasa a muchos cantantes.
Pero eso no quiere decir que me conformara con mis limitaciones, exploré todo lo que podía hacer con ella y me convertí en una buena intérprete. Busqué la manera de captar la atención de la gente. Y no sería porque yo diera la nota más alta que la compañera que tuviera en el escenario en un momento determinado. Tenía que defenderme con lo que me daban mis posibilidades y a mí, ser consciente de ello, me fue muy bien.
Una cantante lírica ha de contar con un buen color y una buena extensión de voz. Cuanta más voz tiene mejor podrá desenvolverse, más papeles importantes podrá hacer en el teatro lírico.
Pero cada cantante tiene que conformarse con lo que tiene, sin dejar de intentar mejorar las condiciones con que le ha premiado la naturaleza, sin sensación de tristeza y frustración. Eso, al final, es contraproducente.
Es importante conocerse bien para suplir unas cualidades por otras. Hay que conocer hasta dónde puede una dar el paso y hasta dónde puede una tratar de dar lo mejor para sacar de sus condiciones la mayor cantidad de ventajas.
Mi madre fue una mujer muy inteligente. Cuando ella se dio cuenta de que yo quería ser artista me llamóo muy bajito y me dijo: ‘“Vamos a conversar tú y yo. Nosotros somos pobres y la carrera artística es muy incierta. Primero, porque el artista que empieza no sabe si tiene condiciones suficientemente importantes como para poder vivir de eso y porque no sabe aún si tiene eso tan intangible y tan fundamental como es el ángel, o el duende; las condiciones suficientes para gustar a la gente, que sobre eso no hay nada escrito, sólo se comprueba en el escenario’”.
Entonces mi madre, con muy buen sentido, me dijo que antes de dedicarme a ser artista estudiara una carrera, que hiciera magisterio. Además, se podía estudiar sin tener que pagar matrícula.
Como mi hermano, que era dos años mayor que yo, recibía una paga al año para sus estudios y mis padres eran muy justos con nosotros, yo también tuve derecho a esa paga.
Así que pude estudiar magisterio, que me salía gratis, y pagar mi matrícula para estudiar música en el Centro Gallego de La Habana.
Allí me gradué de música. Y también me hice maestra.
Y cada día le he agradecido más a mi madre que me hiciera estudiar una carrera.
Con el paso del tiempo llegué a tener un programa de televisión que duró 25 años, desde 1961 hasta 1986. Se llamaba Álbum de Cuba, y me dio la oportunidad de entrevistar a muchos periodistas y artistas cubanos. Me podía desenvolver muy bien por el bagaje que me dieron mis estudios, porque el maestro es una especie de artista en una tarima invisible que es el aula.
Podía hablar sin faltas de ortografía y desenvolverme a gusto porque tenía la práctica del aula, aparte de los escenarios. Y dirigirse a un público infantil es más difícil que hacerlo a un público adulto. Tenía una soltura y una seguridad que utilice para hacer el programa de televisión.
Y todo gracias a mi madre.
Cuando estaba el despótico Gerardo Machado en el poder, hubo un movimiento estudiantil muy importante en el año 30, que logró generar una huelga en la enseñanza que tuvo mucho éxito.
Yo fui de las que promovieron la huelga en la escuela normal. Ya estaba cursaba en el último año pero estaba muy implicada, así que hasta que no cayó Machado, en 1933, no pude graduarme.
Pero Como como mi madre ya sabía que iba a ser maestra me permitió hacer que hiciera mis pinitos en el mundo de la canción antes de acabar la carrera.
En el año 1931 ya comencé a cantar como aficionada.
Casualmente, yo vivía al lado de un señor que era dueño de una emisora de radio y él me dio la oportunidad de cantar en su emisora. Y así empecé a hacer transmisiones de radio, a cantar en veladas que se daban en los centros de instrucción de recreo (, se les llamaban así), de sociedades que tenían grupos de teatro y movían actividades culturales.
La época era muy mala y yo empecé ganando muy poco, tanto en la radio como en cualquier cosa que me salía. Pero no importaba, me gustaba sentirme artista y sentir la obligación de cumplir el compromiso adquirido con el programa.
En el año 1932, conocí a la familia de Ernesto Lecuona, aunque en ese momento él estaba de viaje visita en España.
Primero conocí a su hermana Elisa, que era compositora y tenía un esposo que era sastre y además cantante, y nos hicimos amigas.
Ese mismo año, después de superar una grave enfermedad, pues había sufrido una pulmonía doble muy mala, el maestro regresó a Cuba y entonces lo conocí.
Pero no fue ahí cuando empecé a trabajar con Lecuona. La situación estaba tan difícil que él decidió irse a México.
Antes de su marcha , su familia organizó una fiesta de despedida a la que me invitaron. En ella canté una canción suya que se llama Butterfly, que tiene una parte cantada y otra recitada y explica la vida de la japonesitadel mismo nombre que se enamora de un marino y no sé qué… Se teje el mismo argumento de la famosa ópera pero con una estructura de canción.
Y parece que al maestro le llamó la atención mi actuación y me vio como una posible figura teatral, porque yo en ese momento no era profesional.
Lecuona se pasó todo 1934 en México y regresó a finales de ese año.
Fui a darle la bienvenida a casa de su familia , y allí, él me dijo que fuera al otro día a su casa porque me había traído un regalo.
Y cuando fui a la mañana siguiente me enseñó una partitura grande con seis canciones hechas a partir de versos de José Martí y me dijo que las había compuesto pensando en mí.
Puedo decir que ese fue el primer homenaje que recibí en mi vida artística, que un maestro como Lecuona, que ya arrastraba un nombre grandísimo, con una posición estelar en el mundo de la música, hiciera unas canciones pensando en mí.
Yo era una solemnísima desconocida y no me consideraba nada. Había empezado a estudiar canto hacía no demasiado por invitación del mismo Lecuona, porque cuando me escuchó en la fiesta de despedida, antes de su marcha a México, me aconsejó que estudiara y me recomendó un profesor, Juan Manuel Elosegui, con el que empecé a trabajar la voz.
Para mí fue una verdadera sorpresa.
Me pidió participar en uno de esos conciertos que él organizaba cuando estaba en Cuba y que llamaba Conciertos típicos cubanos, donde aparte de su música se podían escuchar otros compositores en la voz de los nuevos valores a los que el maestro invitaba. Y participé en más de uno.
Y lo cierto es que gusté mucho y los periodistas empezaron a hablar de una nueva estrella de la canción y ese tipo de cosas para referirse a mí.
Viendo el éxito que tenía, Lecuona me dijo una noche, en el año 35, que estaban ensayando para estrenar una obra suya llamada Lola Cruz, hecha junto al libretista Gustavo Sánchez Galarraga, que había fallecido el año anterior. Y quería que yo participara.
Así que compuso un vals muy bonito, para que yo lo contara, y lo incluyó en la obra. Era una canción muy sencilla, casi intrascendente, pero que gustó a rabiar y la gente salió cantándolo. Y a mí me marcó para siempre: Damisela encantadora. Ese valsecito me ha acompañado durante toda mi trayectoria hasta hoy.
Fue el número con el que yo debuté en el teatro y me marcó.
Lecuona parecía una persona muy sencilla; pero no lo era. Pero sí muy disciplinado y muy trabajador.
En cuanto él le ponía el ojo a un artista, estaba claro que esa persona iba a tener un buen desarrollo, porque si contaba con condiciones artísticas importantes él se las iba a descubrir y potenciar.
Era un hombre de buen carácter. Nunca le vi gritar enojado. Sin embargo, cuando tenía que llamarle la atención a alguien que había incumplido o cualquier cosa, él, muy suave y muy tiernamente, le ponía los puntos sobre las íes.
El maestro Lecuona hizo un aporte muy importante a la música cubana, sobre todo a la pianística. Además, como pianista era extraordinario, y un gran amante de la música de Chopin.
No sólo compuso para piano danzas cubanas, danzas a la antigua, sino que incluyó la impresión de lo negroide en esa música.
Hizo una cantidad enorme de danzas a las que se llamó afrocubanas, porque tomó de la música africana la influencia rítmica e hizo un trabajo bárbaro en ese aspecto.
Y en su álbum de música española tiene piezas como Malagueña, que se toca en todo el mundo.
Fue tan importante esta pieza desde el principio que en Málaga hay una calle que lleva su nombre. Y además, el ayuntamiento de la ciudad le nombró hijo adoptivo y le cedió a Lecuona una casa para que pudiera utilizarla siempre que quisiera durante toda su vida.
Él amaba España entrañablemente y allí murió en España. En fin…
Cuando Lecuona ejecutó en el Hollywood Bowl, en Estados Unidos, el Rhapsody in Blue de George Gershwin, entre el público estaba el propio compositor que subió al escenario para decirle que lo tocaba mejor que él. Claro, no vamos a decir que fuera cierto, pero es evidente que con ello quiso decir que lo tocaba excelentemente. Hacía conciertos de lo que llamamos música culta, música elaborada, y lo hacía con una gran dignidad.
Cuando Debussy lo escucho tocar dijo que eso era más que piano.
Y Adolfo Salazar, el musicólogo español, le dedicó grandes palabras en sus trabajos.
De hecho, Lecuona tiene dos piezas antológicas de música culta. Una de ellas se llama Francisco el grande y la otra Ante el Escorial.
Ambas han sido consideradas verdaderas joyas de la música elaborada.
A los que sabíamos música nos daba los guiones y cuando íbamos a ensayar a su casa ya nos lo sabíamos.
Un día escuché que le decía a un periodista, sin saber que yo estaba cerca, que yo era el prototipo de una buena intérprete. Que podía darme cualquier papel porque sabía que yo me lo estudiaría para sacarle todas sus posibilidades, y que fácilmente lo podía convertir en un éxito.
Yo me quedé muy sorprendida y halagada.
Efectivamente, siempre fui muy cuidadosa a la hora de estudiar los números. No ponía en mi repertorio un número al que no le viera verdaderamente garra o posibilidades.
Siempre estudiaba la letra antes de dedicarme a la música, aunque la música me tenía que gustar también, claro, para comprender e interiorizar las intenciones que había tras esa canción.
Yo nunca tomé clases de expresión artística, eso lo tiene lleva el artista dentro y tiene que sacárselo uno mismo. Tiene uno que sentir eso que está cantando para conectar con lo más profundo de uno mismo y expresarlo desde las entrañas.
En cada letra hay una frase y en cada frase hay una palabra a la que uno tiene que darle más importancia para poder hacer que la letra cantada llegue a la persona que la está escuchando.
Las canciones normalmente son amorosas o trágicas, y siempre hay una persona entre el público que ha vivido ese momento que comunica esa canción.
Y hay que conseguir que la letra llegue a ese individuo como si fuera una cosa propia, como si estuviera hablando de él mismo.
Una ha de dominar el texto y saber qué elementos tiene para extraer, sea pasión, amor o tristeza… Lo que se pueda sacar que valga la pena.
Y hay que saber dónde está el tiempo piano y el lado fuerte a la hora de interpretarla, y hacerlo con cierta mesura.
En 1936 viajé junto a los hermanos Lecuona, con Elisa y Ernesto, y con Ignacio Villa, más conocido como Bola de Nieve, a Argentina, y desde allí viajé por varios países de Latinoamérica como Chile, Perú y Brasil, entre otros.
En Argentina, además, participé en la película Adiós a Buenos Aires y conocí a grandes artistas de allá como Alfredo Le Pera o Libertad Lamarque.
He interpretado muchas canciones de Gonzalo Roig y de Rodrigo Prats también, y he trabajado con el director austrohúngaro Sigmund Romberg, con el que actué en el Carnegie Hall con mucho éxito , y en 44 estados norteamericanos durante casi toda la década de los años 40. Con él hice cinco turnés por los Estados Unidos.
En el primer viaje que yo hice a Norteamérica con Lecuona, en 1943, Romberg me escuchó cantar Siboney y otras canciones de diferentes estilos y le gustó muchísimo. Y esa misma tarde firmé contrato con él.
Él fue autor de una cantidad enorme de operetas que se cantaron en películas interpretadas por Jeanette MacDonald, como El príncipe estudiante, La canción del desierto, y otras muchas muy lindas.
Yo siempre soñé con poner la canción cubana en los mejores teatros con una gran orquesta, y él me dio la oportunidad.
La noche que terminamos nuestra colaboración en Nueva York, que nos acompañó la New York Symphony Orchestra estaba entre el público el mánager general de Radio City Music Hall, el teatro más importante de variedades en Estados Unidos, que me contrató para hacer un show que se llamaba Cubana. Y allí estuve durante nueve semanas con un show muy bonito donde me vio muchísima gente.
Cuando regresé a Cuba, en el año 1953, de vuelta de España, Romberg ya había muerto hacía dos años, y estaba la televisión funcionando en la isla con normalidad. M, y me incorporé trabajando en programas como Noche de Ámbar Motor o Parece que fue ayer.
Al comienzo de la Revolución el maestro Lecuona fue, durante un tiempo corto, presidente de la Asociación de Autores. Y parece ser que hubo mala gestión de fondos por parte del secretario, cuyo nombre no quiero ni mentar; no quiero ensuciar mi boca. Una serie de socios firmaron unos papeluchos que enviaron al gobierno hablando mal de Lecuona, de su presidencia en los autores… Y él, que no tenía necesidad de defenderse ni de entrar en polémicas absurdas, decidió poner mar de por medio, hasta que se calmasen las cosas.
El maestro no necesitaba ser presidente de los autores y no necesitaba asumir más trabajo del que tenía, porque él podía vivir solamente con lo que cobraba de por derechos de autor de en Estados Unidos. Además, perteneció a la asociación de autores españoles toda su vida y solamente con lo que producía la Malagueña tenía para vivir holgadamente.
Así que, quiero que quede claro, que Lecuona se marchó sin haber tenido conflictos con la Revolución. No le tocaron la finca ni nada porque no era esa la cuestión. Se tocaron las tierras de los latifundistas, no del que tenía una finquita de recreo, ni mucho menos.
Pero Lecuona, por los líos en los que le querían meter, se marchó a Estados Unidos
Y falleció en España, durante unas vacaciones en las Islas Canarias. Ya estaba condenado a muerte, porque tenía una grave infección pulmonar. Yo tengo una de las últimas fotos que se hizo y luce viejito viejito y no murió tan viejo como aparenta en la foto.
Como no lo vi muerto, lo pienso siempre vivo. Como si estuviera en el extranjero y en cualquier momento pudiera regresar.
Hasta que un día él y yo nos encontremos por esos mundos de arriba.
Siguiendo con mi trayectoria, estuve en Europa en 1962 como representante del sindicato cubano al que pertenezco en el Congreso de la Federación Sindical Mundial.
En los años 80 viajé con la musicóloga María Teresa Linares a Moscú, invitada por un simposio de música que se hizo allá, y a muchos otros países europeos.
La verdad es que no he parado desde que comencé mi andadura…
Hasta que me jubilé en 1986, pero aun así no he dejado de estar activa. En los últimos tiempos me he dedicado mucho a la divulgación de la música cubana, aportando mis conocimientos. Y me llaman siempre como jurado de los diferentes festivales que se celebran por toda la isla, porque saben que yo pienso con la cabeza, que no me dejo llevar solamente solo por el entusiasmo.
Cuando doy charlas, lo mismo en Cuba como que en el extranjero, hablo de todos los géneros musicales y de todos los géneros teatrales. Hablo de Cecilia Valdés, por ejemplo, del punto cubano, la guaracha, el son, la criolla, el bolero, la criolla- bolero, la canción, la canción de cuna… En fin… De todas las representaciones de la música cubana. Hago las charlas y las voy ilustrando con grabaciones mías. Como yo he interpretado todo tipo de géneros cubanos, es algo que puedo hacer.
La influencia de la Revolución la valoro muy positivamente, pues ha sido muy importante para la mejora de nuestra vida. De hecho, yo he sido revolucionaria desde la época de Machado. Soy la única mujer que aparece en el libro Mella y el movimiento estudiantil, de Ladislao González Carvajal, como firmante del manifiesto del ala izquierda estudiantil. Y para mí un orgullo haber sido izquierdista desde Machado.
Nosotros hemos tenido muy buenos intérpretes de música revolucionaria. Yo misma he grabado canciones como Playa Girón, de Silvio Rodríguez o la Canción de la alfabetización.
He disfrutado la Revolución cubana con toda mi alma, porque como maestra he sufrido al ver los niños sin zapatos, o los niños con sus barrigas grandes llenas de parásitos. Y hoy en día me enorgullezco cuando veo cualquier pueblito de la isla con sus niños saludables.
Aquí todos los niños tienen que ir a la escuela y no se permite que trabajen. Y me duele terriblemente todos los millones de niños que mueren en la América Latina, desgraciadamente…
Cuba me hace sentirme orgullosa. Por ejemplo, ayer fui a la farmacia a hacerme un tarjetón de medicina que necesito por precaución, para que no me falte, y me encontré con una doctora y le pregunté por su esposo, que también es doctor, y me dijo que estaba en Guatemala ofreciendo sus servicios. Está sufriendo con el frío que hace, me dijo, por esos montes de Guatemala. Y yo me sentí compenetrada más que nunca con esa doctora y su marido, porque él está sirviendo a la patria. Sirviendo en esos lugares donde se necesitan médicos y está cobrando su salario aquí para que su esposa pueda mantener a los hijos, pero está trabajando allá para los que no tienen nada.
Y eso me emociona…
A mí personalmente la Revolución me garantizó un sueldo como trabajadora de la cultura, un poder adquisitivo que era mucho menor al que tenía durante el sistema capitalista, pero era más seguro, más justo y me daba mucha más tranquilidad.
En la época capitalista yo cobraba más, pero tenía que pagar la clínica, la escuela de mi hija…
Con la Revolución por primera vez en mi vida me acostaba a dormir tranquila, porque no tenía que preocuparme por si me llegaría trabajo el mes que viene. No ganaba tanto, pero me alcanzaba para vivir perfectamente. La casa se mantenía con ese sueldo.
Mis nietos no tuvieron necesidad de escuela de pago porque se criaron en una magnífica escuela pública, la César Escalante, y la secundaria la hicieran becados en el campo. Y la universidad no les ha costado nada.
Yo tengo una nieta que estudió en Alemania porque se ganó una beca y se graduó en trastornos de conducta de niños y adolescentes, una especie de psicopedagogía. Mi nieto, el mayor, es ingeniero mecánico y el que le sigue es ingeniero termoenergético.
Y ni sus padres ni yo tuvimos que pagar para que se formaran. Justo es que si nosotros tenemos un poco menos de sueldo, otros que no tienen nada puedan acceder a un poco más de lo que tenían.
Cuando viajo por la isla en coche para ejercer de jurado de los concursos, veo las casas de los guajiros , y me fijo en si tienen antena y electricidad. Y veo las tendederas con los uniformes de primaria, de secundaria. Veo, por ejemplo, blusitas blancas y falditas moradas de los que están estudiando para enfermeras o médicos.
Y veo cómo hablan ahora los campesinos, que ya no lo hacen con faltas de ortografía, porque la mayoría ya ha estudiado como mínimo hasta noveno grado. Y muchos de ellos han estudiado veterinaria o han estudiado para ingeniero agrónomo, para tener más conocimiento en su trabajo.
Yo misma en mi patio sigo la orientación del ministro Raúl Castro (actualmente presidente de la República), la mitad de mi patio es un agro y la mitad es jardín. Tengo ají, tengo limones, tengo plátanos macho, fruta bomba y muchas más frutas
En estos momentos, el gran problema del guajiro y en general del cubano, es que se han subido más de lo debido los precios.
Pero como todo el mundo tiene un salario, más bajo o más alto, todo el mundo puede comprar.
Nosotros tenemos un bloqueo desde hace cuarenta y tantos años. No nos dejan entrar cosas de fuera. Tenemos que conformarnos con lo que nosotros producimos y con lo que nosotros tenemos y aquí nadie se ha muerto de hambre. Qué cosa más curiosa… ¿Te das cuenta?
Sin embargo, todos los otros países que tienen de todo y les imponen el neoliberalismo y el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) y el qué se yo y pueden importar todo lo que quieran, mira la cantidad de gente que se les muere de hambre.
Y aquí no se ha muerto nadie ni de hambre ni de frío. Y el que más y el que menos tiene.
Y el que no tiene se pone un saco viejo y se enrolla en una toalla, pero no se muere de frío, por suerte. Ni se ha muerto nadie de hambre porque seguimos siendo lo que hemos sido siempre. El que tiene le da al que no tiene.
Entre vecinos y familia nos apoyamos. Así somos los cubanos.
Acabo de estar en las Jornadas de la Cultura de Trinidad, que es una ciudad nuestra patrimonio de la humanidad, de la que yo soy además algo así como hija adoptiva. Ofrecí una conferencia con la doctora María Teresa Linares. Ella habló sobre la música cubana y me dedicó la parte interpretativa. Me puso como ejemplo de intérprete de música cubana y dijo que había que ser un poco atrevido para cantar Siboney delante de mí.
Dijo que mi Siboney era único y que como yo no había quien lo cantara. Eso dijo ella. Y eso que no es un número que yo estrenara.
Hoy en día sigo al tanto del desarrollo artístico de mi país.
Me interesa, pero sobre todo me interesa que se creen en Cuba editoras que puedan grabar la música que se hace, porque si no es así podemos perder el gran caudal de juventud que está creando actualmente.
Tenemos una serie de intérpretes que cantan lo suyo: Pablo, Silvio o Noel cantan lo suyo; Miriam Ramos, que es una magnífica intérprete, canta lo que le toca…
Y en la canción más elaborada y en la composición musical, tenemos a José María Vitier, por ejemplo, que hace unas canciones preciosas.
Es necesario que se edite toda esta música para que no se pierda. Como dije en una reunión que tuvimos con el ministro de cultura y con la gente del Instituto de la Música, tenemos gente muy bien intencionada pero lo que hace falta es que eso se plasme, necesitamos que se edite esa música.
No podemos esperar a que venga un francés o un norteamericano o un español y redescubra a Compay Segundo. Los dividendos que generen nuestros músicos tienen que repercutir en nuestro país.
Pero entiendo que nos hacen falta tantas cosas…, una fábrica de zapatos y de esto y de lo otro (risas)… Y se le va dando prioridad a lo que es más necesario.
Pero la música, en realidad, es una cosa muy necesaria porque alimenta el espíritu y para mí es tan importante alimentar el espíritu como alimentar el estómago.
Hay que decir, también, que nosotros hemos adelantado mucho en el tema de la lectura y el libro. Creo que Cuba es uno de los países donde más se lee del mundo.
Yo misma soy una gran amante del cuento y la biografía
Me hubiera gustado mucho ser una intérprete en estos días. Se siguen haciendo cosas preciosas. Hay un compositor que vive en Cienfuegos, Lázaro García, que se compenetra mucho con mi forma de cantar. Tiene canciones muy lindas, que me llegan mucho. Le he dicho personalmente que si hubiera sido de su época hubiera sido su intérprete. Él está dirigiendo ahora una empresa de discos de Cienfuegos que se llama Eusebio Delfín
A mis noventa 90 años me conservo joven porque trabajo. Una no puede sentarse a que los años le pasen por encima, la vida es una cosa muy hermosa y hay que aprovechar cada minuto. Y y yo estuve así como diez 10 años a punto de caer en estado depresivo pensando en la jubilación. Y entonces la doctora me dijo que no podía ser, porque yo era una persona muy positiva, y me dijo que me pusiera a hacer alguna cosa, a desarrollar algún hobby… Y me puse a confeccionar marcadores de libros.
¡Te voy a regalar uno!
Yo recibo postales muy constantemente y como me da mucha pena tirarlas una vez que cumplen su cometido las convierto en marcadores de libros, boberías… Una cosa muy simple, muy sencilla. Pero las hago con amor y a veces se las regalo al mismo que me mandó la postal (risas).
No le tengo miedo a la muerte, no me gustaría morirme, pero estoy perfectamente realizada. He trabajado en lo que más me ha gustado, he conocido a gente muy importante e interesante.
En fin, los he conocido, los he disfrutado… Disfruto de la pintura y de la música, y realmente no me puedo quejar de la vida.
Me encanta ver cuando la naturaleza produce cualquier cosa; disfruto de eso tanto como de la buena música. Amo la belleza y la naturaleza. No estoy rodeada de riqueza, pero sí de belleza”.
EN UN DISCO SIGLO XX.
Mi abuela vivio’ aquel disco,
lo ” vei’a ” por las radios,
la acompañaba en balcones
desgranado en 10 canciones.
Mi madre heredo’ el misterio:
Numidia y Luis a los pianos,
Medardo entero a los sueños
y una Esther con 10 reflejos.
Mi hija dudaba tanto:
– Un disco asi’, imposible,
¿ 4 voces so’lo una,
Kubaney en los 50,
Montilla, Progreso, Egrem?
Mi nieta busca hoy el disco,
lo declara Patrimonio
del alma puesta a creer
en UN DISCO SIGLO XX,
un Cubadisco ” a lo Esther “.
Mi abuela adoraba el disco
que hoy volvera’ a nacer
para los siglos futuros
de mi Cuba :disco a mano
si el talento reverdece
en sueños reales de Esther
MIGUEL OJEDA.
Distinción Por La Cultura Cubana.
Laureado de la cultura.
Artista De Mérito del ICRT.
Miembro de La UNEAC.