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El gran mérito de Borrego fue hacerlo todo de manera natural

En el Yaguajay más profundo, en Jicotea, entre palmas y un arroyuelo, vino al mundo un periodista que transpiró humildad y sabiduría de los pies a la cabeza. Este 4 de octubre se nos fue físicamente, por complicaciones asociadas a la covid, Juan Antonio Borrego Díaz, quien desde 1997 dirigió los destinos del periódico Escambray, y a partir de 1992 asumió la corresponsalía de Granma en Sancti Spíritus. Antes de erigirse en paradigma dentro del periodismo espirituano y, por qué no, cubano, Borrego fue un ser humano excepcional.

Con esa mirada cálida que se empozaba en sus ojos agudos y escudriñadores, se adentraba en la redacción que tomó por casa propia, al decir de Yoleisy Pérez Molinet, editora general de la publicación.

“El gran mérito de Borrego fue hacerlo todo de manera natural, como si no estuviera conquistando nada y estaba conquistando el cielo. Convirtió a este periódico pequeño, anónimo, en uno de los mejores periódicos de Cuba. Él fue el padre de todos nosotros; nos queda recordarlo trabajando”.

En el parto diario de Escambray, en las intensas horas de cierre del semanario, siempre permaneció el caballero que conjugó talento y una singular manera de dirigir.

“Juan llegaba al salón de la redacción y se acercaba a las mesas donde estábamos escribiendo, y nos daba un beso en la cabeza a todas. Ese era su saludo. Estuvo ahí, para nosotros, para los problemas familiares de los trabajadores, y se convirtió, en muchas ocasiones, hasta en nuestro confidente.

“Fue una de las personas que más aportó al desarrollo del periodismo espirituano. El renovó, revitalizó a Escambray, con nuestro respaldo, y gracias a sus iniciativas, a su constancia, a su manera de pensar, a su mirada de futuro esta publicación llegó a ser la más integral de Cuba” (Xiomara Alsina Martínez, periodista).

“Mi primera nota informativa en Escambray tenía un error garrafal; le puse más estudiantes a la FEEM de los que tenía, y fui con los ojos aguados para donde estaba Borrego a disculparme porque había hecho que el periódico cometiera un error. Más que cocotazos, me dio cariño. Solo me dijo: ‘Si no le dieras importancia a ese error, me preocuparía; que hayas venido hasta aquí, es muestra de que te importa, y si te importa, si lo sientes, entonces, estoy frente a alguien que le da valor al periodismo.

“Nunca sentí barreras entre el director y el colega. Siempre le acompañaba ese humor, esa picardía, esa malicia propia del cubano. Es difícil ser jefe y que la gente de abajo te adore. Y la gente de Escambray respeta, quiere a Juan, y los colegas que estamos fuera también lo adoramos. Todo el mundo quiere tener un director como él.

“A Borrego hay que recordarlo por su lirismo. Tiene reportajes que son para enseñar en la academia. ¡Qué lindo escribe!, me decía cuando leía sus reportajes históricos y otros sobre la presa Zaza. Quizás, si se hubiese dedicado solo al periodismo, hubiera brillado más de lo que brilló. Aun así, tuvo la capacidad de dirigir, escribir, ser padre y también estar al tanto de la goma de un carro” (Katia Siberia, reportera multipremiada del periódico Invasor, de Ciego de Ávila).

“Borrego tenía mucha capacidad profesional, mucha visión como cuadro. Podía lidiar con diferentes caracteres, y hacer que todo el mundo olvidara las diferencias y pudiera unirse.

“Condujo un periódico que se erigió como el mejor del país cuando él mismo no era periodista protagonista, no porque faltara talento, Juan tenía mucha facilidad y belleza para escribir; pero no la explotaba lo suficiente.

“Era capaz de sugerir los temas más escabrosos, de decirte que buscaras una noticia debajo de la tierra. Te defendía cuando hacías un trabajo crítico. Como director del periódico aguantó estoicamente todos los palos que le dio la vida y nunca dejó que sus periodistas lo supieran.

“Borrego era el mejor ser humano del mundo y, por encima de todas sus cualidades, lo distinguió su humildad; la humildad de verdad, no esa que se pregona cuando la gente muere y todo el mundo dice que quien murió era bueno. Bastan dos ejemplos: Juan era diputado, director de un periódico prestigioso; sin embargo, era incapaz de utilizar esos cargos para pedir siquiera una hoja. No podía, no lo hacía.

“Siempre le admiré que uno de sus mejores amigos era su bodeguero. El bodeguero que conversaba con él, que jugaba dominó con él. La humildad era lo que más lo distinguía; por eso, tanta gente lo ha llorado” (Elsa Ramos Ramírez, periodista de Radio Sancti Spíritus y colaboradora de Escambray).

Palabras lapidarias nacidas de la conmoción reverencian al hombre que conoció el desafío de narrar lo cotidiano y hurgar en las dolencias de la sociedad. Pocos como él han asumido que un periódico, como acuñara una colega, es un libro de autor colectivo, horneado en los teclados, incluso, a deshoras cuando las ciudades duermen, agregaríamos.

(Tomado de Escambray)

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