El Presidente de Cuba, ingeniero Miguel Díaz-Canel, fue certero en su apreciación del momento que viven las relaciones con los Estados Unidos, cuando denunció que “El imperio quiere impunidad para sus operadores en Cuba y amenaza con más medidas. Qué soberbia, prepotencia y frustración la del imperio! Recibirá la respuesta digna de nuestro pueblo”.
Y es que ya son demasiado evidentes las pruebas de que el gobierno de los Estados Unidos está completamente involucrado en la guerra de cuarta generación, en la cual sus empleados en Cuba se proponen realizar una nueva demostración contra la Revolución el próximo 15 de noviembre, fecha anunciada desde hace varias semanas por el gobierno cubano para la apertura de sus fronteras con el mundo.
La apertura facilitará recuperar el turismo para una economía golpeada por 60 años de bloqueo yanqui y una pandemia que ha provocado daños adicionales a todos los países del mundo.
Y será posible por los notables avances de Cuba en el control de la pandemia, en lo cual ha desempeñado un papel clave el aporte de los científicos cubanos que lograron desarrollar varias vacunas fabricadas en el país.
Pero es bueno que se sepa que esta nueva intentona contrarrevolucionaria tiene no solamente el habitual apoyo de la mafia anticubana de Miami, sino también el del mismísimo gobierno de Joe Biden, quien, para sorpresa de muchos por sus antecedentes junto a Barack Obama, ha hecho suya la agenda de su antecesor republicano Donald Trump, uno de los más anticubanos inquilinos que ha pasado por la Casa Blanca.
Y la soberbia, la prepotencia y la frustración del imperio están teniendo una digna e inteligente respuesta del pueblo y del gobierno cubanos, que no se detienen en el proceso de perfeccionamiento de los métodos de trabajo ni en los necesarios cambios en la economía, y en todo lo que deba ser cambiado.
La pequeña Cuba es grande en su histórica resistencia ante los políticos reaccionarios del Norte, muy bien conocidos por el Apóstol José Martí, quien vivió muchos años en las entrañas del monstruo y le conoció las entrañas.
La frustración yanqui crece en la misma medida en que Cuba no sólo resiste, sino que da nuevos y sólidos pasos hacia el desarrollo sostenible en un mundo que ha dicho muchas veces NO al criminal bloqueo y que vé con admiración a un país cuyos científicos han sido capaces de elaborar vacunas propias contra la pandemia.
La insolencia yanqui, bien conocida por los pueblos de Nuestra América, tiene su origen en su frustración ante una Cuba que nuevamente ha sabido crecerse frente a las dificultades.