Tal vez su verdadero nombre no sea muy reconocido por el pueblo, pero cuando sencillamente se dice Bola de Nieve, enseguida viene a la memoria de todos la imagen de aquel extraordinario pianista, cantante y compositor cuyo legado a la cultura cubana ha perdurado en el tiempo. Este 11 de septiembre se celebra el aniversario 110 del natalicio, en Guanabacoa, de este brillante artista inscripto en aquella localidad habanera con el nombre de Jacinto Villa y Fernández, uno de los músicos más geniales de todos los tiempos.
Algunas de las más connotadas personalidades del arte y la cultura hispanoamericanas elogiaron la altísima y singular presencia de Bola en infinidad de escenarios de todo el mundo. Entre estas, el Poeta Nacional Nicolás Guillén así habló de él: “Desde 1930 su nombre fue una enseña victoriosa y en la riquísima década nacional que culmina aquel año, lo cual nos ofrece nombres de resplandor alto y fijo, anunciadores del despertar o del nacimiento de una conciencia cubana, Bola de Nieve junto a Rita Montaner (no porque le acompañara al piano sino porque estaba acompañándolo en la historia), es ya una figura popular, tomando esta palabra en su sentido más decoroso, más sobrio y digno”.
Por su parte, el prestigioso director de orquesta, compositor, pianista y profesor Harold Gramatges, uno de los más importantes representantes de la creación musical cubana del siglo XX, dijo: “Su auténtica musicalidad, su amplia cultura y una gracia sin medida hacen de él un personaje singular dentro del arte que cultiva… Por eso es universal nuestro cubanísimo Bola”; en tanto el gran poeta chileno Pablo Neruda expresó: “Bola de Nieve se casó con la música y vive con ella en esa intimidad de pianos y cascabeles, tirándose por la cabeza los teclados del cielo. ¡Viva su alegría terrestre! ¡Salud a su corazón sonoro!”.
Asimismo, el eminente escritor Alejo Carpentier, uno de los artífices de la renovación de la narrativa latinoamericana, aseveró que “Bola de Nieve nos pone a todos de acuerdo, evidentemente. Pero ha tenido, por encima de eso, el talento necesario para ponerse de acuerdo con todos los pueblos del mundo; mientras que el guitarrista clásico español, Andrés Segovia, padre del movimiento moderno de la guitarra clásica, sentenció que “escuchar a Bola es asistir al nacimiento conjunto de la palabra y la música. A Bola de Nieve, más que impresionar, le interesó expresar, tocar la sensibilidad del que escucha, y en eso, quizás, se encierra el misterio de su arte, su magisterio artístico”.
Nacido en el seno de una familia humilde, su madre fue Inés Fernández, ama de casa, y su padre, Domingo Villa, cocinero de una fonda. Tuvo doce hermanos y los aprietos económicos existentes en su hogar no impidieron que creciera en un ambiente amoroso, alborozado y festivo y tal vez, en esa formación, se forjó el carácter siempre alegre del gran pianista y vocalista que disfrutaba al ver a su progenitora bailar rumba o cocinar exquisitos platos criollos.
Luego de conquistar la fama internacional, y ser aplaudido en los principales escenarios de numerosos países de las Américas, Europa y Asia, con la modestia y sencillez que le acompañaron siempre, decía: “Cuando interpreto una canción ajena no la siento así. La hago mía. Yo soy la canción que canto; sea cual fuere su compositor. Por eso, cuando no siento profundamente una canción, prefiero no cantarla. Si yo canto una canción porque está de moda, pero no la siento, entonces no la puedo transmitir, no le puedo dar nada a quien me escucha. Yo entiendo por arte dar las cosas como uno las siente, poniendo al servicio del autor la propia personalidad, y establecer esa corriente que hace que el público ría o llore, o guarde silencio”.
Bola de Nieve poseía un estilo muy personal. Su técnica vocal no era depurada, como tampoco era un hermoso galán. De baja estatura, siempre estuvo pasadito de peso, con pronunciados labios, más negro que el ébano y evidentemente homosexual, en tiempos de extremas manifestaciones de racismo y homofobia; sin embargo lograba inmediata comunicación con los grandes auditorios en cualquier latitud del mundo que aclamaban su presencia y ovacionaban sus actuaciones, suerte en la que se apoyó en su voz inconfundible y en la alegre y singular manera en que disfrutaba sus interpretaciones; amén de su vasta cultura y de dominar, de forma bastante fluida, los idiomas inglés, francés, italiano y portugués.
En tal sentido aseguraba que cuando actuaba sentía “de todo: un torrente de sensaciones, desde lo erótico a lo ingenuo, desde el entusiasmo a la desesperación. Siempre soy un niño; pero soy más niño cuando actúo. Yo soy un hombre que siempre está alegre”.
Por eso fue un extraordinario comunicador. Sobre los escenarios deleitaba con historias que parecían improvisadas o dichas por un cuentero popular. En esas narraciones se refería a diferentes personajes que, como un excelente actor, montaba en el guion de sus espectáculos a través de rigurosos ensayos. La improvisación para él no existía. La clave de su éxito estaba en el estudio, en el fogueo cotidiano.
“Yo no creo que soy un compositor ni me respeto como tal. Yo no creo en Bola de Nieve compositor. De las cosas que así me salieron, cancioncitas de esas baratas que yo hago, hay algunas que han gustado. Creo que lo mejor que me califica es mi personalidad de intérprete. No soy exactamente un cantante, sino alguien que dice las canciones, que les otorga un sentido especial, una significación propia, utilizando la música para subrayar la interpretación…”, apuntó en una ocasión.
La mayor influencia recibida en su formación vino de la célebre pianista, compositora y cantante cubana María Cervantes, de quien tomó los elementos rítmicos y la singular forma de acompañarse al piano. Muchos críticos y especialistas llegaron a compararlo con Maurice Chevalier, famoso intérprete francés de películas musicales de los años 1920 y 1930 y una figura emblemática de la cultura francesa del siglo XX, y con el afroamericano Nathaniel Adams Coles, más conocido como Nat King Cole, renombrado cantante y pianista estadounidense de jazz, líder de grupos del swing y uno de los mejores cantantes de toda la historia del jazz.
Su encuentro con el mundo de la música se produjo a los ocho años de edad, cuando comenzó a estudiar solfeo y teoría musical en el conservatorio Mateu; aunque su mayor deseo era hacerse doctor en Pedagogía y en Filosofía y Letras, pero cuando se matriculó en 1927 en la Academia Normal para Maestros, la crisis derivada del mal gobierno del dictador Gerardo Machado le obligaron a dedicarse a la música para tratar de sobrevivir. Luego trabajó como pianista acompañante de filmes silentes en el cine Carral de Guanabacoa; ocasión en que demostró sus excepcionales dotes en la ejecución de este instrumento y le abrió las puertas para asumirlo en la Orquesta de Gilberto Valdés que se presentaba en el cabaret La Verbena. Trabajó con la soprano Zoila Gálvez, y acompañó por vez primera a Rita Montaner en el Roof del Hotel Sevilla, donde esta cantó El manisero, de Moisés Simons, y Canto siboney, de Ernesto Lecuona. Allí surgió lo que con el tiempo devendría gran amistad.
A mediados de enero de 1933 vino la primera gira de Rita junto con Bola de Nieve a Yucatán, México, donde actuaron en un espectáculo de variedades, y se dio a conocer como Bola de Nieve. Sin embargo, no ha quedado claro en qué momento el artista adquirió esa mote. Algunos aseguran que la ideó la Montaner durante un espectáculo en el habanero Hotel Sevilla alrededor del año 1930. Otros alegan que quien se la puso fue un médico del barrio, Carlos Guerrero. Cualesquiera de las dos versiones no contradice la probada afirmación de que su gran amiga y cantante fue quien popularizó el apodo y fue ella quien hizo que por vez primera apareciera en un cartel de anuncio de un espectáculo de ambos en México. Sin embargo, cuentan que al cantante, no le agradaba mucho ese seudónimo.
En el país azteca hizo sus primeras presentaciones como solista, con simpáticos temas como Bito Manué, Tú no sabe inglé, música de Emilio Grenet y letra de Nicolás Guillén; después fue contratado por la radioemisora XW para mantener un programa de una hora diaria. También con la Montaner visitó Estados Unidos y tras su regreso a Cuba, en 1935, fue contratado para trabajar en la Compañía de Ernesto Lecuona, con la que se presentó en Argentina, Chile y Perú; y en 1947 fue contratado por la Compañía de Conchita Piquer, con la que participó en una revista de variedades en varias ciudades españolas. Al año siguiente volvió, junto con la compañía de Lecuona al viejo continente y Estados Unidos.
En 1950 Bola mantuvo en CMQ radio el programa Gran Show de Bola de Nieve, en el que además dirigía la orquesta y entre 1951 y 1958 efectuó varias giras por Francia, amén de visitar Dinamarca e Italia. Su fama ya era internacional; sin embargo, tal vez por su condición de negro, hasta el año 1960 ninguna disquera cubana se preocupó en hacerle un disco. Lo hizo la firma Sonotone. Entonces el gran artista dijo: “Es la primera vez que una compañía cubana solicita que yo grabe para ella”.
En representación de la cultura insular, y de su música, ahora redimensionada a través de una nueva política promovida por la naciente Revolución Cubana, a partir de 1961, Bola realizó numerosas giras por Checoslovaquia, Unión Soviética y República Popular China, en tanto cumplia importantes contratos de trabajo en México.
El gran pianista, vocalista y compositor que inmortalizó numerosos temas como Chivo que rompe tambó; Drume, negrita; El dulcero; Mesié Julián; No puedo ser feliz…, presentaba recurrentes problemas de salud debido a su padecimiento de diabetes y asma; además de cardiopatía arteroesclerótica. A pesar de esto, aseguraba que “los trastornos que me está ocasionando la diabetes no me incapacitan para continuar martirizando al piano y a mi público”.
El 20 de agosto de 1971 en el habanero teatro Amadeo Roldán, fue su última actuación durante un homenaje a su entrañable amiga Rita Montaner. Dos meses después fallecía en México, el 2 de octubre de 1971. Posteriormente su cadáver fue traído a Cuba y sepultado en el cementerio de Guanabacoa. En la despedida del duelo Nicolás Guillén, entonces presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, dijo: “Veamos pues a Bola como siempre. Bola con su piano, Bola con su frac. Bola con su sonrisa y su canción”.
Próximo ya el medio siglo de su desaparición física, Bola de Nieve sigue siendo uno de los embajadores más emblemáticos de la cultura cubana en todo el mundo.
Comparto fraternalmente con ustedes poema de mi poemario inédito PATRIMONIAL y dedicado al Bola, cercano el 11 de septiembre, fecha de su nacimiento en 1911.
Miguel Ojeda.
TE ESTA’ NEGADO EL SILENCIO.
Pasa volando en su piano,
en luz de ciudad bañado ,
el negro negro, tan blanco,
con su alma de cubano.
Esa alegri’a tan triste,
esa tristeza-campana,
esa villa desde Cuba,
Ame’rica en tu mañana,
lloras secretos de santos,
amores viejos te callas.
Llegas volando a la sangre
de tu pueblo que te llama:
” regresa ya, reverdece,
casi voz que canta y canta
con tu piano medio brujo,
con tu frac cual madrugadas “.
Ahora su piano-coco
navega en mar de esperanza ;
los sabios no saben nada,
Mama’ Ine’s lo sabe todo.
Te siembras en piano eterno,
te esta’ negado …EL SILENCIO.
MIGUEL OJEDA.
Distinción Por La Cultura Cubana.
Laureado de la cultura.
Artista De Mérito del ICRT.
Miembro de La UNEAC.
Sello Centenario de la Radio Cubana.