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Las tres variantes de Gumá

Confieso que ya tengo miedo entrar a Facebook. Cada día me depara una triste noticia, una noticia irreparable físicamente e indeleble en las estancias del corazón. Ahora mi amiga Ángela Oramas anuncia que ha muerto José Gabriel Gumá Díaz, el tipo más jacarandoso de los viejos “bonzos” que conocí a mi entrada al periódico Granma, jacarandoso y serio, porque Gumá era tan serio y responsable de su trabajo que imponía respeto no más llegar a la Redacción y sentarse –casi frente a frente a nuestros burós-, a escribir una de sus variantes noticiosas, hasta completar tres.

Sentía orgullo de su método, método que era infalible para publicar casi a diario en un periódico que entonces tenía una competencia de mil quilates con las últimas estrellas de aquel firmamento periodístico que conocí: Félix Pita Astudillo, Joaquín Oramas, Raiza Pagés, Juan Varela, Marta Rojas, Roger Ricardo, José Antonio de la Osa, Susana Lee, Georgina Jiménez, Elson Concepción, Lino Oramas, Gustavo Robreño, Nidia Díaz, Juan Marrero, Rolando Pérez Betancourt, Pedro de la Hoz, Sigfredo Barros, Alfonso Nacianceno, Gabriel Molina. Y le seguían otros novatos y a medio camino por igual de buenos profesional y humanamente. ¡Qué tiempos gloriosos los de aquella Redacción!

Bueno, hablaba de las tres variantes obligatorias de Gumá. Una de esas tardes en que descansábamos mientras tomábamos el café frío guardado del almuerzo, abrió su gaveta pequeña y me las mostró: “Mira, es muy fácil saber por qué publico casi todos los días: yo hago una versión corta, una mediana y otra larga de mis informaciones, y doy según el espacio que haya, así evito que me hagan cortes que después espantan”.

“¡Contra!, este hombre es una máquina de trabajo”, pensé y me dio pena decírselo. Mi generación admiró a sus antecesores, podrían gustar o no sus maneras de escribir, pero sabía que había que gastar asentaderas y teclear mucho para llegar a lo que ellos. Nada nos ganamos con crónicas bonitillas llenas de adjetivos anodinos.

Solo me atreví a decírselo justo antes de comenzar la pandemia, un día en que lo vi en la UPEC, a la hora del almuerzo, lugar donde confraternizaba con los viejos “socios” de la prensa y se bombardeaban con aventuras que unas veces arrancaban carcajadas, otras tristezas y más de una encabro…, por lo mismo de siempre: no respetar a los periodistas y quererles trazar la ruta informativa.

Ese día se lo dije con la admiración a los maestros, porque Gumá fue un maestro rastreando la información. Y no hablo de sus trabajos difíciles que encaraba con serenidad aparente porque ningún buen periodista es invulnerable ante el trabajo. Pero sí recuerdo la manera en que zapateaba con dignidad su información y como las escribía en un tecleo rápido alucinante: “Denme un teléfono y les entrego una información”, reía aquel hombre culto que practicó con prolijidad la relación con sus fuentes y en agosto reportaba como en cualquier otro mes.

Ya estaba muy enfermo y apenas oía. Pero sé que a esas alturas de su vida me agradeció el elogio. Porque no me queda duda de que Gumá mereció más reconocimiento del gremio, que tal vez no apreció en justa medida su destacada participación en la lucha clandestina, su formación como abogado, su travesía por la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Márquez Sterling, las coberturas de “primer nivel” y la colaboración en tantos medios como solo una persona pertinaz como él podría hacerlo sin menoscabar la calidad de los trabajos.

Ese día le invité a conversar con los estudiantes de primer año de Periodismo. Declinó de inmediato. Visceralmente modesto, se defendió con que estaba viejo y sordo y que poco tenía que aportar al Periodismo. Abracé a aquel gordito jovial de mi memoria afectiva, pues ya había perdido mucho peso. Así perdurará en mi cariño.

Foto: Tomada de A primera hora.

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Iraida Calzadilla Rodriguez
Doctora en Ciencias de la Comunicación. Profesora Titular del Departamento de Periodismo de la Universidad de La Habana. Su campo de estudio abarca la periodística, la pedagogía y las relaciones entre la historia y la prensa. Editora del blog docente Isla al Sur.

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