“He visto pocas acogidas políticas más fervorosas que la que le dieron los venezolanos al joven vencedor de la revolución cubana. Fidel habló cuatro horas seguidas en la gran plaza de El Silencio, corazón de Caracas. Yo era una de las doscientas mil personas que escucharon a pie y sin chistar aquel largo discurso”, así expresó, en enero de 1959, el gran poeta chileno Pablo Neruda, seudónimo y posterior nombre legal de Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto (Parral, 12 de julio de 1904-Santiago de Chile, 23 de septiembre de 1973), durante su primer encuentro con el líder de la Revolución cubana Fidel Castro Ruz en Venezuela.
Identificado con el proceso revolucionario en la Mayor de las Antillas, de los tres viajes que el gran bardo chileno realizó a Cuba, sin dudas el de mayor connotación fue el que hizo en diciembre de 1960 cuando el lunes 2 de enero de 1961 estuvo presente en la tribuna de la Plaza de la Revolución y fue testigo de la gran efervescencia popular en apoyo al Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz y a su naciente proyecto social, el cual le había servido de inspiración para algunos de sus poemas, entre estos los aparecidos en su libro Canción de gesta, dedicado a la lucha del pueblo de esta ínsula por alcanzar su plena independencia y en el que se incluyen obras como Meditación sobre la Sierra Maestra y A Fidel Castro, esta última leída por él ante más de un millón de personas.
Acompañado de su esposa Matilde, había venido a la Isla para conocer de cerca a la Revolución, oportunidad en que igualmente asistió a la presentación de la edición habanera de su cuaderno Canto General, realizada en los talleres de la Imprenta Nacional de Cuba, fundada el 31 de marzo de 1959 por el gobierno revolucionario y cuyo primer director fue el gran escritor cubano Alejo Carpentier.
Vale destacar que en marzo del año 1942 se produjo la primera de las tres visitas que realizó Neruda a Cuba. En esa ocasión era cónsul general de su país en México. Posteriormente, en 1949, en tránsito hacia el país azteca, donde nuevamente asumiría responsabilidades diplomáticas, recorrió La Habana, capital por la que siempre profesó particular devoción.
La obra de Neruda dejó profundas huellas entre los insulares. Y no solo entre aquellos adolescentes que lo evocaban en sus cartas de amor y autógrafos, antes de la adictiva invasión de los celulares, sino también entre muchos de los más importantes cultivadores de la lírica nacional, asunto sobre el que el prestigioso poeta y crítico Ángel Augier, Premio Nacional de Literatura (1991), escribió el cuaderno Pablo Neruda en Cuba y Cuba en Pablo Neruda (Ediciones Unión, La Habana, 2005), a través de cuyas páginas resalta los estrechos nexos entre el autor de otros trascendentales poemarios como Residencia en la Tierra y Canto General con la cultura cubana.
En tal sentido, el reconocido escritor, narrador, investigador, editor y promotor cultural, Alberto Edel Morales Fuentes (también conocido por Albem Fuentes), estudioso de la obra de quien está considerado uno de los más grandes bardos del siglo XX en Hispanoamérica, ha dicho que “Neruda es un referente imprescindible del imaginario poético cubano. Es, junto a Vallejo, el comentador de dos vertientes de una tradición de escritura latinoamericana en la primera mitad del siglo XX”.
Como al resto de los hispanoparlantes y de muchas otras latitudes en las que su obra fue traducida y ampliamente conocida, la poesía de Neruda cala muy hondo en la sensibilidad popular. Mucho antes de recibir el Premio Nobel de Literatura (1971) ya su lírica y su nombre se habían inscripto en la memoria colectiva. Cuba lo admiró y su quehacer literario no solo ganó infinidad de admiradores, sino que asimismo influyó en el imaginario creativo de muchos bardos en todo el archipiélago nacional.
Al decir de Morales, autor de valiosos textos de ficción, poesía — traducida a varios idiomas— y artículos, “la recepción de Neruda por parte de los escritores y sobretodo de los lectores cubanos es una de las más masivas que haya experimentado Cuba desde fuera de sus fronteras, y eso importa en la formación de una sensibilidad, la sedimentación de influencias y en la construcción de un imaginario poético”.
Tal atracción por este autor se sustenta, básicamente, en su manera de tratar el tema del amor: con alegría, con tristeza y con desesperación, y también influenciado por lo que le rodea. Su inconfundible estilo, su originalidad y arrojo verbal en la creación de imágenes, símbolos y libres asociaciones, desde una perspectiva surrealista, prontamente atraen el interés de cuántos se enfrentan a sus textos, en los que igualmente le canta a la vida, la naturaleza, al hombre y en particular a su amada Latinoamérica.
También excelente escritor y periodista, Pablo Neruda le sirvió, con su quehacer intelectual, a la espiritualidad humana, convirtiéndose en uno de los más brillantes intelectuales de Hispanoamérica en el siglo XX; además de haber dejado su impronta en el Partido Comunista; en tanto fue perseguido político del presidente González Videl tras su expresivo discurso del año 1948 en el Senado chileno en 1948, donde criticó la represión violenta hacia un grupo de mineros que estaban en huelga en la comuna conocida como Lota, ubicada en la provincia de Concepción, Región del Biobío.
Con anterioridad había ejercido durante un año como cónsul en Colombo (Ceilán, actual Sri Lanka) y en 1929 fue trasladado a Singapur. Su inquietud por las culturas indostaníes y la política lo llevó a asistir al Congreso Panhindú, celebrado en Calcuta en 1929. Cinco años después, tras haber conocido y entablado amistad con Federico García Lorca en Buenos Aires, se trasladó a España para hacerse cargo del consulado chileno en Barcelona. En la península Ibérica desarrolló una intensa actividad cultural y conoció a poetas de la generación del 27 como Miguel Hernández, Luis Cernuda, Vicente Aleixandre o Manuel Altolaguirre.
En sus célebres memorias Confieso que he vivido, Neruda detalla la recia personalidad de su entrañable amigo Salvador Allende, con quien compartía el sueño de poder cambiar la vida de los más humildes y ambos abogaban por la defensa de los recursos naturales de Chile ante los intereses extranjeros. Tras el asesinato de su fiel compañero, escribió el poema Allende, donde evoca la memoria del presidente chileno (1970-1973), escrito tres días después de los hechos que llevaron a la muerte al valiente político socialista cuando Augusto Pinochet —en complicidad con los Estados Unidos— dio un golpe militar contra su gobierno debido a sus ideas de cambios sociales en favor del pueblo.
Neruda falleció el 23 de septiembre de 1970, 12 días después del golpe que derrocó a Allende.