La obra Hierro emociona y brinda un gozo tremendo. Es el José Martí de Carlos Celdrán. También de los actores y actrices de Argos Teatro, encabezados por Caleb Casas, como siempre tan natural y, a la vez, con tanto arte en su labor. Nos llega el Apóstol con mucha fuerza, con mucha sinceridad, sin tapujos. Hay que revelar los obstáculos que enfrentó este ser humano tan humano, hasta en su propia familia, para entregarse como se entregó a Cuba, aunque tenía vida íntima que no quedaba desligada de sus batallas por el bien de todos aunque no podía contar con todos.
Como expresan los periodistas Jorge Suñol e Irene Pérez en Martí más allá del mito, el director y su grupo se arriesgaron y han logrado con el creador de la Guerra Necesaria “…bajar de la cumbre a los héroes y ponerlos a hablar de su vida más íntima, de su realidad, de sus sensibilidades”. La existencia interna de los seres humanos brillantes no es de ellos solamente, sin que queden fuera quienes lideran la lucha por la libertad, al contrario: urge conocerlas, complementan el reflejo y la interpretación de las figuras alimentadoras de los mejor de los pueblos, los hace creíbles al darlos tal como fueron, alejados del frío pedestal lesionador de la verdad y de las masas.
Más allá de obtener el premio Villanueva de la crítica en el 2019, lo más trascendental es que Hierro penetró en el público desde su puesta en escena y la presentación en TV, por los caminos de la emoción, de la profundidad, del matrimonio de la investigación y de la imaginación; en fin, de la creatividad. Lo expresan muy bien Jorge e Irene: “… la gente quiere venir, llevarse su Martí, entenderlo, conocerlo…”, al hombre que “… lleva en su anillo de hierro el peso crudo de sus grilletes de la Cantera de San Lázaro cuando apenas era un adolescente…” y nunca lo olvidó.
Carlos declara: “ Yo nunca me propuse transgredir nada con Martí, ni criticarlo, ni ensalzarlo más de lo que su figura es; simplemente, es lograr encontrar un personaje con contenido real, vivo, actuante que tuviera circunstancias dramáticas que pudieran sostenerlo en la escena frente al público”. Aquí está, “…con la fuerza de un hombre enfermo, los amores y, las cármenes en sus vidas, su cercana relación con María Mantilla, con la convicción intacta y primera de lo que es Patria; queda claro que nada es más importante ni le causa más placer ni más sufrimiento”, según los dos críticos.
Añado: Celdrán, ese Martí ya no es tuyo ni de Argos únicamente, porque ha calado para bien en el auditorio teatral y de los televidentes como lo consiguió el filme de Fernando Pérez acerca del mismo patriota. Retorno a tu pieza: uno de los episodios tiene que ver con el envenenamiento de José Martí en Tampa el 21 de diciembre 1892, crimen de enajenados, confundidos, pagados por lo peor del coloniaje hispano, los culpables mayores. Intentaré narrarlo.
El gusto raro, el ardor en la boca, en la garganta lo sorprende. Con rapidez se repone y consigue expulsar el sorbo del vino que acompañaba el almuerzo. El doctor Barbarrosa responde enseguida al llamado de los allegados de la víctima. El médico examina la botella: “¡Ácido! No obstante, lo haré analizar”. José Martí le ordena: “De esto, amigo, ¡ni una palabra!”. Cambia de domicilio. Sospechan de dos individuos que le ofrecieron casa y cuidados ya que se decían simpatizantes de la causa cubana.
Hacia el hogar de Paulina Pedroso, frente al taller tabacalero Martínez Ibor. Ella y Ruperto, el esposo, más que atenderlo, son como progenitores, y este hijo amado no quería molestarlos por eso habitaba otro sitio en su actual estancia para divulgar la lucha. Instalado en el hogar de quien no pocos han llamado la madre negra de Martí, Paulina le profesa cuidados maternales precisamente, ayudada por el esposo. Las debilidades de su cuerpo han aparecido incrementadas, el estómago en ocasiones, un fuego horrible. Si no llega a botar casi todo el trago, ¡Dios…!
De pronto el más joven de ese par de vándalos toca a la puerta. Desea hablar con Martí. Ruperto le va encima. El Apóstol evita la pelea y conduce al recién llegado a su habitación. Media hora después, el visitante sale cabizbajo, los ojos enrojecidos. En cuanto el individuo se va, Ruperto censura al convaleciente por la excesiva confianza. Respuesta: “Ese será uno de los que dispararán en Cuba los primeros tiros”. No se equivoca. Valentín Castro Córdova, el Pino Nuevo convencido por aquel ser a quien trató de matar, llegaría a comandante del ejército mambí.
Lo ha dicho: en la criatura “…más ruin se hallan los gérmenes de la criatura más alta, y en la más alta, los gérmenes de la más ruin”. Se debe enfrentar la ruindad y fortalecer lo que lleva hacia la cúspide humana. Conoce de la urgencia de las alas, pero conserva los pies sobre la tierra. Labora al estilo de la parábola del hijo pródigo, sin caer en excesos; y comprende que la tarea no es de imponer sino de convencer.