Siento la existencia del medallero en los Juegos Paralímpicos como una trompada al hígado. Me molesta de igual manera en cualquier cita de este tipo. También estoy en contra de tratar dichas competencias como a las convencionales donde el campeonismo daña. Situarlo en la primera fila de un batallar especialmente hermoso y vestirlo de show, hiere más. Vale y es justo el interés emulativo de las personas en cualquier sector de la vida, sin llegar a extremos. En cuanto a la medición por países, es extraoficial.
El Comité Olímpico Internacional (COI), en su décimoquinta sesión, Estocolmo 1912, aprobó confeccionar un cuadro de honor por delegaciones al final de cada certamen, a partir de las puntuaciones surgidas de los seis primeros lugares en todas las pruebas. El acuerdo fue revocado posteriormente, pero el medallero resultó implantado al calor de intereses políticos e ideológicos, los imperios en plano preponderante para mostrar supremacía, deslumbrar, con categórico empujón periodístico.
Dolor tremendo cuando observo que hay, aunque sé que es necesario, el control antidopaje. Horrible si la trampa ocurre donde el canto a la pureza, a la sensibilidad, está muy por encima de segundos, metros, remates o ippones; no significa opacarlos: son logros de la humanidad representada por los contendientes. Todos son campeones queden en el lugar que queden: son vencedores de la adversidad, y demuestran su fortaleza, sobre todo en el espíritu, vigorizador de su físico. Nos hacen mejores, enseñan valores que deben ser exaltados, salvan.
Los deportistas dignos merecen un trato alejado del encadenamiento a las conquistas. No obstante, a estos triunfadores sobre las fatalidades, consigan lo que consigan, les debemos ofrecer un reflejo y una interpretación de amor, respeto y profundidad superiores, como hacen los comunicadores cubanos. Mostramos humanismo, profesionalidad. El negocio, la espectacularidad desmedida, que tanto daña el ámbito enloda en demasía en el ámbito de referencia. No me cansaré de repetir lo expresado por Pierre de Coubertin sobre el asunto, que en este tipo de competencia desgarra con crueldad inaudita y de alguna manera golpea a los promotores de verdadera sensibilidad:
“…el organizador del espectáculo tiende a corromper al atleta para mejor satisfacer al espectador”. ( 1925); “… ha de entenderse comprendido no solo el ánimo de lucro, sino también la detestable vanidad que hace buscar al hombre vulgares laureles y groseras satisfacciones de amor propio, donde radica el peor enemigo del deporte y al mismo tiempo de la educación física… (Octubre de 1902)”. Denunció con respecto a la lid rescatada por él “…la calidad del lujo; su vulgaridad lo transformaría en estéril y solo tendería a inutilizar las fuerzas de tipo medio y a hacer más irritantes los contrastes sociales. Organizaciones más simplificadas, alojamientos más uniformes y más tranquilos a la vez, menos festejos y sobre todo contactos más íntimos y más frecuentes entre atletas y dirigentes sin políticos ni oportunistas que los dividan” (Octubre de 1912).
Fustigó “…el espíritu mercantilista que amenaza con invadir los círculos deportivos al haberse desarrollado los deportes en el seno de una sociedad que amenaza con pudrirse hasta la médula a causa de la pasión por el dinero” (Páginas 19-30 de su Ideario Olímpico). Y los monopolios estaban en pañales y los medios, en pantalones cortos. Las preseas, los récords no son la única medida de la fortaleza del sector en una nación. Según Coubertin un país no es verdaderamente deportista “…hasta que la mayoría de sus habitantes no experimenten el deseo personal del deporte (1925).
Fidel se manifestó sobre estos aspectos en varias oportunidades: “Tenemos que luchar contra la vil y vulgar comercialización del deporte… Trágico es convertir algo tan noble como el deporte y el ejercicio físico, tan relacionado con el bienestar y la salud humana, en una mercancía…” (23-2-2001). Varias veces criticó el campeonismo: “El fin número uno es promover con el desarrollo del deporte, el bienestar y la salud del pueblo; y el fin número dos, buscar campeones… Es importante que no nos equivoquemos, que por buscar campeones descuidemos la práctica del deporte… (6-10-1977)”.
La cultura física es una ruta importante para incorporar a los discapacitados a la sociedad, complemento de la atención recibida. No podemos limitarnos a lo alcanzado en la cúspide a pesar de su belleza. Indispensable: ir a las raíces. Hace varios años escribí: antes de 1959, las escuelas especiales para ellos en Cuba solo eran 8; hemos llegado a 366 con 38 133 alumnos sobre una base científica, pedagógica admirable. Ahora, pese al incremento del bloqueo, que golpea doble a este sector, han crecido. Refulgimos en la cima a partir de esa correcta atención y del apoyo al titánico esfuerzo de sus atletas ya desde la base.