La radio es un medio que enamora. A pesar de producirse dentro de una cabina, es capaz de generar una extraña sensación de libertad. A través de los receptores crea una empatía tremenda entre los locutores y su audiencia, casi íntimo, pues ellos hablan directamente a su público sobre lo que acontece, día a día, desde un lenguaje más cercano. Esto logra magnificarse en las emisoras municipales o provinciales, donde los contenidos que producen se parecen mucho a los oyentes locales.
Ese es el caso de los tres galardonados con el Premio Nacional de Radio de 2021. Ellos son personas que han dedicado gran parte de su vida a contar, a partir de las particularidades del territorio, y del amor a la profesión, temas de marcado interés cotidiano… Sus conocidas voces e llevan muchos años trabajando en aras de que tengamos una mejor radio.
Franklin Reinoso: La radio es un don hereditario
Franklin conoció de cerca la radio antes de saber que quería dedicarle su vida, pues le viene de familia. Su padre fue reconocido como uno de los primeros comentaristas deportivos de América Latina, después de relatar la llamada pelea del siglo por el título mundial de peso completo entre los boxeadores Luis Ángel Firpo y Jack Dempsey, en 1923. Siguiendo el camino del progenitor, Franklin estudió un curso intensivo sobre el medio en la capital. Luego regresó a su natal Caibarién donde puso en práctica todo lo aprendido. En 1963 comenzó a trabajar en la CMHW, o la W, como le nombraél. De eso hace ya casi 60 años.
Allí hizo de todo un poco. Pasó por varias especialidades hasta que se estableció como locutor y director de programas. “También trabajé en grabaciones musicales a grupos y orquestas para radiarlos. Como director cree los programas Círculo Juvenil; después realicé Música y Juventud, Melodías de Siempre y Hablemos, cuando era un programa de carácter cultural”.
Se convirtió en toda una institución en el sector musical de la radio en el centro del país, pues era el encargado de distribuir la música que llegaba desde La Habana en placas de acetato y cintas a las emisoras de Cienfuegos y Sancti Spíritus. Además, de producir los spots de presentación para varias estaciones.
Su dedicación a Radio Caibarién fue inmensa. “En W, trabajé muchos años como operador de control remoto en actos, festivales que se hacían fuera de cabina. Estuve asimismo en transmisiones especiales como la gran siembra de café en el Escambray, la preparación de la zafra de los 10 millones. En aquellos años la emisora completa iba para el campo. Se trabajaba por la mañana y se transmitía lo que pasaba por la tarde”.
La profesión lo llevó a otros horizontes a compartir su experiencia y alimentarse de nuevas formas de hacer. “Cumplí misión internacionalista en Nicaragua durante dos años. Allí trabajé en Radio Sandino y en Coradep, la Corporación de Radiodifusión del Pueblo. Di cursos de locución y de dirección de programas. Creamos programas dedicados a la mujer, a los campesinos, entre otros”. Además, estuvo en Canadá en el estudio de la mismísima Celine Dion, donde aprendió a usar el Protools.
Ni la jubilación ha podido con Franklin Reinoso, ya que después de retirarse continuó trabajando en la recuperación y digitalización de su emisora, labor de la que se enorgullece grandemente. Él logró crear una de las mejores fonotecas del país, y esta es su mayor obra para la posteridad.
El premio nacional resulta para él una mirada cariñosa al esfuerzo de tantas décadas. “Yo me siento muy honrado de haber alcanzado este reconocimiento a todo el sacrificio que conllevan 58 de trabajo. Todavía me siento un trabajador activo. Fue una sorpresa para mí, y se lo agradezco a todos mis compañeros.”
Para él no hay mayor satisfacción que la radio, el hecho de haber nacido en ella y de haber creado allí su familia. “Provengo de una familia radial; me casé con María Teresa que es periodista del medio. Mi hija mayor trabajó en la radio y en la televisión, y mi hija menor también. Vengo de una familia radial y he creado una familia radial”.
Miozotis Fabelo: mujer de radio
El timbre de su voz es inconfundible. Cuando habla no necesita presentación, pues todos saben de quién se trata. Ella es una mujer de radio y de las buenas, capaz de editar, grabar, musicalizar y pensar el trabajo de una manera original. Es una especie de “todo en uno”, porque hasta en las redes digitales se defiende.
Para ella el hacer radio resulta esencial. “Lo más importante es la consagración al trabajo, dedicar nuestros mejores esfuerzos para lograr buenos resultados”, dice convencida la camagüeyana, quien ha sido durante muchos años corresponsal de Radio Rebelde.
Miozotis tiene la particularidad de ser la única persona que ha ganado dos veces consecutivas el Premio a la Excelencia Periodística Henry Dunant, en Cuba y en la región Centroamérica y del Caribe. Tuvo, además, la oportunidad de reportar sobre la labor de la brigada de colaboración médica cubana en Honduras. Y como dato curioso, experimentó en carne propia la caída del campo socialista en la República Democrática Alemana.
Pero es en Camagüey y en Radio Cadena Agramonte donde se siente a gusto. “En lo bueno y en lo malo, porque hay que elogiar y criticar, las dos posibilidades tienen que ir juntas. Si se conocen las características y la historia de la provincia, solo queda colocar a Camagüey en el lugar justo que merece y tiene. No hace falta irse a otro lugar, desde el propio terruño se puede lograr”, contó en cierta ocasión a la periodista Yusary Benito.
En otro momento reveló su fórmula para tantos logros: “Trabajando, estudiando, investigando, leyendo mucho para mantenernos actualizados, aprendiendo de los jóvenes y aprovechando las nuevas tecnologías. Hay poco tiempo para el descanso”.
Ismael Rensoli: un juglar del costumbrismo.
A Rensoli se le ve muy cómodo dentro de la cabina de Habana Radio, porque es parte su casa. Cuando dan la voz de mando “Al Aire” se le ve tan desenvuelto como si estuviera hablando con un viejo amigo. Su carisma es envidiable y verlo grabar deviene todo un espectáculo. Como le gusta decir a él: no es un locutor, es simplemente una persona que conversa con su audiencia como si los tuviera delante.
Les habla a los habitantes de La Habana desde su espacio La Victrola, de buena música mezclada con un poco de historia. “Yo me entretengo mucho haciendo el programa, no lo veo como un trabajo. Se me van las horas sentado allí, pensando, escribiendo, editando, grabando. Y al parecer el programa ha tenido una respuesta positiva, lo que me hace muy feliz, aunque no me creo cosas”.
Llegó a la radio de casualidad, gracias a la intervención de una amiga que le abrió las puertas de Radio Liberación. Venía de estudiar Historia y Filología. También trabajó en Granma, pero los horarios del periódico eran incompatibles con los de su familia.
Una vez en la emisora comenzó a desempeñarse como redactor de notas para programas. En 1984 Radio Liberación se fusionó a partir de una reestructuración, y quedó como parte de Radio Rebelde; por lo que Rensoli pasó a integrar esa plantilla.
“A Radio Rebelde me unen lazos de amor indestructibles. Allí recuerdo, con mucho cariño, mi primer programa de manera formal que se llamaba Siguiendo la aguja, y lo conducía la espectacular amiga y locutora Gretchen Galindo. Ese programa me dio muchas satisfacciones, fue ganador en varios Festivales Nacionales de Radio”.
A pesar de su cariño por Rebelde, decidió acompañar la fundación de la naciente emisora de la Oficina del Historiador.” Yo sentía que tenía la necesidad de hacer otras cosas, llenar esa hambre que uno tiene de investigar, de superar metas. Eso fue lo que me llevó a Habana Radio, por invitación de Magda Resik. Entonces di el salto y me fui administrativamente de Rebelde, pero en lo sentimental sigo perteneciendo allí.”
Entre las ideas para llenar la nueva parrilla surgió La Victrola, un espacio dedicado a recordar la música de los años 40 y 50. Comparte el espacio con Rey Noa, su mano derecha y quien investiga los temas a tratar en cada emisión. También por azar llegó a conducir su propio programa, pues la locutora no podía continuar. “Me senté detrás del micrófono y comencé a hablar sobre lo que yo entendí que debía decir en ese momento, y le fui cogiendo el gusto.”
Durante los años de trabajo se ha distinguido por mantener un lenguaje popular, “a lo cubano”, pero correcto y fluido como el más cortés. Aún así, ha conservado siempre una alta dosis de aquello que lo representa y que lo acerca al pueblo: la naturalidad sin esquemas.
“Creo que hay que hacer programas cada vez más cubanos, que muestren como somos. Como lo hicieron Formell y Adalberto Álvarez en la música o Guillén en la literatura. Pensar en programas que nos describan, que sean para nuestro público, porque existe una mentalidad de solo querer imitar programas de otros países”.
Rensoli se ha dedicado a rescatar la memoria cultural en la radio, incluyendo en sus programas a hitos del humor cubano como La Tremenda Corte y Alegrías de Sobremesa. Él es uno de los que cree, fervientemente, en la tan cuestionada vitalidad del medio..
“Yo creo que la radio no va a desaparecer, porque es parte de uno de los sentidos de los seres humanos; si la radio desapareciera sería como dejar de escuchar”.
Franklin, Miozotis y Rensoli constituyen un ejemplo de lo que la radio representa, y de cómo está ligada a la historia de nuestro país y de nuestro pueblo. Han dedicado muchos años a construir parte de lo que tenemos hoy. Por profesionales como ellos, la radio, a pesar de todo, sigue adelante y continúa enamorando a quienes la dejan entrar en la intimidad de sus casas.