“Como he sido iconoclasta
Me niego a que me hagan estatua:
si en la vida he sido carne,
en la muerte no quiero ser mármol”.
La genialidad muchas veces viene acompañada de dos tristes circunstancias: la soledad y la incomprensión. Ellas están ligadas indisolublemente a la figura de Virgilio Piñera, un hombre que se adelantó a su época y transformó el teatro cubano. Hoy, a 109 años de su natalicio, su obra se eleva como uno de los principales referentes de las letras cubanas.
Virgilio nació en Cárdenas, Matanzas, en el año 1912. Durante la adolescencia se trasladó hasta la provincia de Camagüey, y después de un tiempo se estableció en la capital donde alcanzó el título de Doctor en Filosofía y Letras, en la Universidad de La Habana.
En su estancia en la urbe se empapó del ambiente literario de los años 40. Fue en esa época que comenzó a publicar poemas en la revista Espuela de Plata. En 1941 publicó el primer poemario, titulado Las furias. Ese año escribió la que podría ser considerada su pieza cumbre, la obra teatral Electra Garrigó, y aunque fue mal recibida por la crítica en su estreno, hoy está considerada como un eslabón fundamental en el nacimiento del teatro moderno cubano.
Por esos años decidió fundar la efímera revista Poeta, de la cual fue director. En 1943 publicó su poemario más reconocido, La isla en peso. Posteriormente colaboró con la revista Orígenes desde la fundación de esta, a pesar de tener un estilo antibarroco, opuesto al resto de los escritores miembros de la publicación.
En 1946 marchó a Argentina donde residió hasta 1958. Allí fue funcionario de la embajada cubana, corrector y traductor y publicó su primera novela: La carne de René. En Buenos Aires se relacionó con personalidades de la cultura como Witold Gombrowicz, Jorge Luis Borges, Victoria Ocampo, Graziella Peryou y José Bianco.
Virgilio escribió algunas de las primeras obras de teatro del absurdo como Jesús y Falsa alarma. En su escritura recurrió a recursos del humor negro, diálogos ágiles y sagaces.
En esa época colaboró con la revista argentina Sur y las publicaciones francesas Lettres Nouvelles y Les Temps Modernes.
Para formar parte del fervor emancipatorio regresó a Cuba en 1958, y aquí permaneció hasta su muerte. Después de 1959 colaboró con el periódico Revolución, en el suplemento Lunes de Revolución y La Gaceta de Cuba. En 1968 recibió el premio “Casa de las Américas”, en teatro, por la obra Dos viejos pánicos, que no fue estrenada hasta la década del 90.
Virgilio podría ser calificado, —en lo personal y en lo profesional—, como un hombre transgresor, ya que no encajaba en los cánones establecidos por la sociedad o las artes. A pesar de esto, no tuvo reparos en exponer ante el mundo su verdadero ser, aunque esto fuera en su detrimento muchas veces. Mostró abiertamente su homosexualidad cuando el tema era más que un tabú, por lo que en la actualidad es considerado un símbolo para la comunidad LGBTIQ+ en Cuba.
Desarrolló los géneros de poesía, cuento, novela y teatro. Es considerado uno de los autores cubanos de mayor originalidad y ha sido fuente de inspiración para varios intelectuales cubanos.
El escritor Alberto Garrandés se refirió a sus relatos como “cuentos cuecen las insurrecciones del miedo y de la risa, allí donde los textos son un reino quimérico y extasiado. En ellos escuchamos… ese diálogo entre lo literal y lo metafórico”. Mientras que Pablo Armando Fernández lo describió como “un hombre cuya compañía más cercana había sido la soledad… Detrás de ciertas actitudes se ocultaba un hombre tímido, dulce, amoroso…Siempre se nos adelantó”.
Al decir del ensayista Reinaldo González “la muerte lo encontró con las gavetas llenas de papeles inéditos que ahora salen a la luz”. Al igual que muchos de los grandes genios de la historia, su obra se ha redimensionado al finalizar su existencia y no es sino décadas más tarde que fue reconocido todo su potencial, un hecho que reflejó en su poema La montaña, y que durante mucho tiempo asemejó un epitafio:
“He ahí mi tragedia: ninguno querrá admitir que he sido yo el devorador de la montaña de mil metros de altura”.
Pero en los últimos años esto cambió, pues los textos suyos Aire Frío, La boda y Electra Garrigó, volvieron a los escenarios en la piel de los actores de Teatro de la Luna y otros que retoman sus obras como un mantra.
Algunos realizadores como Tomás Piard y Eduardo del Llano lo han utilizado como personaje en sus producciones: Si vas a comer espera por Virgilio, de 2013; y Épica, de 2015, respectivamente.
Hoy en día está considerado como el padre del teatro moderno cubano, de acuerdo con la ensayista y narradora Rosa Ileana Boudet, y aunque después de su centenario se hicieron mayores esfuerzos para desempolvar su obra, es necesario continuar estudiándola a fondo para aprender de ella, de las controversias que generó, los tabúes y el silencio. Es preciso redimir con todos sus matices, cuantas veces sea necesario, a aquel que sufrió la incomprensión de los innovadores para legarnos un teatro más avanzado donde resuenan sus palabras que, a pesar del tiempo, conservan la vigencia.
Gracias a la Sra.Thais Hernández Lombao que ha tenido a bien de evocar al inolvidable Virgilio Piñera, una persona amable y decente. Ahi esta su obra que invita a conocerla y apreciarla. Eso si con la luz espiritual y celestial de su epoca.
Un saludo cordial