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¿Quién soy en el escenario digital? (I parte)

Hoy no es posible pensar la contemporaneidad sin atender a las intersecciones offline–online. Quién eres en el escenario real y en el virtual, resulta una de las preguntas más polisémicas de la sociedad moderna. Aunque, de cualquier manera, nuestra identidad nos define en ambos espacios.

El concepto identidad está asociado con mayor frecuencia a la psicología y el psicoanálisis. Sin embargo, la influencia y relación directa de este con procesos sociales llama la atención de investigadores en dicho ámbito.

En la vida offline, la identidad suele equipararse con características que representan y conforman al individuo y su integración en diferentes grupos sociales. No obstante, con el auge/aparición y desarrollo de la web 2.0, el término trascendió al entorno digital.

Identidades digitales, identidades virtuales o identidad online se vinculan al mismo concepto, asignadas al fenómeno de las formas de presentación personal en la web, la cual puede ser reflejo de la vida real o no, aun cuando las acciones bajo esta pudiera tener consecuencias en la realidad y viceversa. Los individuos o sujetos del “mundo real” son los usuarios del nuevo ecosistema comunicativo.

Si bien en el universo offline, la formación de la identidad está mediada por el contexto, la experiencia, las interacciones y las condiciones del ser humano; en el escenario online la creación de la identidad virtual se hace de forma consciente y a partir de los intereses del internauta.

El perfil de los usuarios en los ambientes reticulares constituye uno de los espacios más representativos de la identidad digital, en ellos la información de sí y sobre sí se va guardando a manera de biografía en una línea de tiempo.

En tanto, la identidad digital la define el cúmulo de información publicada sobre nosotros, que a su vez ayuda a conformar una imagen propia ante los demás: todos nuestros datos nos describen y caracterizan.

El qué compartimos, con qué interactuamos, qué publicamos, dónde comentamos, con quién reaccionamos, tienen varias líneas de análisis: conforman una huella digital, una reputación en red y constituyen material para los grandes emporios comunicativos.

Los perfiles en redes sociales median al que lo crea, tanto como al que accede a él. Los datos seleccionados para la representación como los gustos, la imagen, la información de tipo profesional y formativo, son indicadores de una selección de pequeñas identidades “propias” para uso virtual, como la justificación de quién quiero ser en la web.

En el entorno digital, la comunicación es instantánea, bidireccional, ubicua, atemporal y personal. Los límites se vuelven difusos y cambian el sentido, (ejemplo: en línea espacio y tiempo adquieren otras connotaciones), pasan a ser características de las nuevas sociedades emergentes. Las consecuencias de dicha convergencia intermediática está en la delimitación de “dónde termina un medio y empieza otro”, según João Canavilhas, profesor de la Universidad de Beira Interior, Portugal, estudioso de la relación entre la Comunicación y las nuevas tecnologías, en particular en el ámbito del periodismo en línea.

La identidad digital es el resultado de quién el usuario desee ser, puede mostrar sus características reales o inventar algunas anheladas o falsas, depende el uso, sin que esto represente motivo de exclusión social.

En este sentido, en relación con la identidad digital, encontramos la reputación en línea dada antes por la existencia de una huella digital; es decir, la acumulación de los rastros que dejan los usuarios mientras navegan por la web.

La reputación digital parte directamente de la identidad creada por el usuario en el mundo virtual, de ahí el grado de alcance y repercusión. Varios teóricos identifican tres categorías de usuarios influyentes en las redes sociales digitales: celebridades, líderes de opinión y micro-influyentes.

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