“La manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica, porque destruye los cerebros”.
Noam Chomsky.
Todavía se sienten los efectos, objetivos y subjetivos, de las bombas contra Hiroshima y Nagasaki: 6 agosto 1945 / 9 agosto 1945. Lo que fue un “mensaje” contra Rusia, redactado con armas nucleares, asesinato de inocentes y perversión macabra… perdura y se perfecciona expandiéndose con ayuda de las máquinas de guerra ideológica llamadas “medios de comunicación”. Las bombas fueron para derrotar a las masas.
Perdura la lógica de la aniquilación que aprendió a bombardear, también, las cabezas y a entrenar a las víctimas para que fabriquen los explosivos ideológicos que harán detonar, contra sí, ante cualquier indicio de voluntad organizativa y emancipadora. Estallan, camufladas con parafernalia de farándula, de membretes “académicos”, “científicos” … estallan sus pirotecnias entre frases de silogismos anestésicos y análisis de verborreas “doctas”. Son bombas, granadas y explosivos diversos en tamaño, forma y extensión. Dañan placenteramente el tejido social, la necesidad de lo colectivo y la solidaridad fraterna para sustituirlas con individualismo mercenario y consumista, voraz e insaciable. Bombas de estruendo y silenciosas, sembradas a mañana, tarde y noche entre literatura basura, noticieros, programas de concurso, debates periodísticos, tele-series y demás deyecciones ideológicas burguesas ayudadas con tecnología arrodillada al servicio de la estulticia.
Las guerras mediáticas imperialistas no sólo están determinadas por lo ideológico, pesan principalmente los intereses económicos y políticos de las clases dominantes y la disyuntiva sigue siendo mayormente. “democracia vs. fascismo”, por eso nuestra actividad crítica consiste también en denunciar el modelo monopólico imperial armado con todo tipo de trampas para anestesiar los conflictos contra los sistemas políticos y económicos burgueses. La guerra mediática es la continuación de la explotación económica por otros medios. Y es necesaria una política para poder intervenir de manera activa y exigir formación y entrenamiento comunicacional emancipador bajo control de las organizaciones obreras, contra el avasallamiento de las potencias neo-fascistas.
Se activan y reactivan, perfeccionados, los mismos propósitos criminales contra Hiroshima y Nagasaki. Sin exageraciones. “En el desarrollo de las fuerzas productivas se llega a una fase en la que surgen fuerzas productivas y medios de intercambio que, bajo las condiciones existentes, sólo pueden ser fuente de males, que no son ya tales fuerzas productivas sino más bien fuerzas destructivas…” La Ideología Alemana, Marx y Engels.
El primer ataque nuclear de la historia sigue estallando, bajo diversas formas, en las cabezas de los pueblos. Doscientas cincuenta mil personas asesinadas en 1945 víctimas de la barbarie permanecen como escarmiento para darnos una señal de advertencia contra todo lo que pudiera significar derivación de la humanidad hacia el socialismo. Ese sigue siendo el combustible con que se mueven las máquinas de guerra ideológica del capitalismo.
Destrucción en masa de toda organización social que atine a luchar contra el capitalismo. Asesinato industrializado en las ondas hertzianas y en la prensa grafica, en las aulas, las iglesias y las sobremesas. El éxtasis de la enajenación masificada contra las fuerzas productivas conscientes de la lucha necesaria contra la acumulación del capital. Tecnología para la barbarie “instantánea”, como en Auschwitz y el apogeo genocida nazi, ocurre sistemáticamente contra toda forma de consciencia transformadora. Las fuerzas destructivas bajo el capitalismo. Vivimos una guerra mediática prolongada.
Una modernidad comunicacional industrializada, al servicio de brutales relaciones de opresión, explotación y domesticamiento de la humanidad. Las fuerzas comunicacionales operando como sistema de opresión y explotación, como barbarie industrializada que no funciona sólo como maquinaria, que opera como filosofía imperial usada dogmáticamente, fanáticamente, al servicio de la preservación del actual régimen económico hoy consolidado como la mayor amenaza contra la humanidad.
Es el carácter imperialista de la época pariendo negocios de guerra y crisis económica serial disputándose el mercado mundial. Por eso, la guerra mediática imperialista contra el proletariado, inflige sufrimientos inauditos a los pueblos, como en Hiroshima y Nagasaki, aunque más invisible, expandiendo el sufrimiento intelectual más infestado con baratijas ideológicas burguesas. Exacerban las contradicciones de clase en la decadencia de los valores subjetivos proclives siempre a desembocar en nuevas guerras mundiales de nuevo tipo, como la guerra mediática altamente tecnificada y macabra.
Con su perfeccionamiento, los monopolios mediáticos yanquis se hacen más perversos por cuanto se identifican en ellos las razones de los “éxitos”, doblemente perversos, del belicismo ideológico (altamente destructor) al mismo tiempo de ser negocios obscenos. Como las guerras mismas. No todo monopolio es un Hitler o un proyecto Manhattan, pero en cada monopolio se incuba una simiente nazi-fascista disfrazada de progreso. El problema no es de personalidades sino del sistema de ideas criminales que el capitalismo incuba. Como la idea de bombardear Hiroshima y Nagasaki. Tal cual.
Desde que comenzó la ofensiva criminal del capitalismo contra la humanidad se ha agudizado la degradación de la vida empeorando las condiciones sociales planetarias. Las bombas que “finalizaron” la Segunda Guerra Mundial fueron para derrotar a las masas, para demostrar la hegemonía burguesa de acuerdo a sus objetivos imperialistas, para enviar un mensaje de opresión y resignación que sigue, impúdica e impunemente, recorriendo las cabezas de los pueblos. Y muchos se niegan a verlo. ¿Qué hacer?
(Tomado de redhargentina)