Era como un medio básico de Juventud Rebelde, pero estuve cerca de un año insertado en Granma cuando empezó el “periodo especial”, y cierta noche de 1990 fui enviado a la sede de la Federación de Mujeres Cubanas, para cubrir un homenaje a nuestras deportistas.
Fue la única vez que hablé con Vilma Espín y me impresionó su gracia y su espontaneidad. Cuando las homenajeadas se retiraban, un colega de la radio (no recuerdo quien, pero pienso en Julio César Bayard) le pidió una entrevista exclusiva y con la anuencia del colega, yo quise tomar de la grabación lo que podía.
Ella le replicó con mucha gracia:
–¿Así, sin prepararme?
A todas luces bromeaba. La grabadora ya estaba cerca de su rostro y no tardó la pregunta, que dio vida a un tema que trató de forma excelente, con total naturalidad, como si hubiera pensado en eso toda la vida. Yo observaba atento, por lo que pudiera aprovechar para mi información, que tenía que escribir en breve.
Cuando terminó, Vilma ladeó un poco el rostro y sonriente me preguntó:
-¿Cómo me quedó?
Pocas veces he tenido un ataque de sorpresa como este, y “sin prepararme” respondí no solo esa, sino varias preguntas suyas que versaban sobre el periodismo deportivo, según el prisma de la radio y de la prensa escrita, principalmente.
También me habló con cariño del periódico Granma y creo que el diálogo en el jardín de la FMC se hubiera extendido bajo las estrellas, si no llega a ser por el chofer del diario que venía por mí.
A no dudarlo fue la primera vez que no me alegré de ver el carro de mi retorno, porque no todos los días se dialoga con una heroína, como si se tratara de una amiga de la infancia que ilumina la noche.