El excedente creativo es así hoy plusvalor del trabajo con o sin pasión y entusiasmo. El entramado virtual ha transformado por completo incluso nuestro espacio comunitario definiendo nuevos estratos y formas singulares del habitar en común. William Mitchell resumía esta transformación de la ciudad informacional como el desplazamiento conceptual de la e-Topía que altera la arquitectura como técnica y arte de diseño de volúmenes hacia la luz a la idea de la obra como el juego de la información digital bajo el espacio en la paulatina desterritorialización y abstracción de los lugares de convivencia. Así, nuestros modos de hacer, de habitar, de comunicarnos, se difumina o incluso esfuma, inmersos en avatares de un entramado urbano redibujado y sin fronteras claras entre lo público y lo privado.
Desde este punto de vista, la red de redes es hoy, fundamentalmente, un dispositivo de control social y enredos por la dependencia. No hay ajuste y acumulación por desposesión sin Netflix. Mientras unos celebran emocionarse con Juego de Tronos otros planean la guerra de clases. Y, de momento, la estamos perdiendo, quizás porque no hemos aprendido que toda ficción puede siempre ser superada por la realidad. Eisenstein bien lo sabía. Convendría que también nosotros lo apuntáramos, en la práctica, claro está. A propósito de la comuna digital cabe, en fin, advertir que la comunicación no tiene razón de ser sino como COMUNIC@RTE, en otras palabras, como técnica tanto como arte y ciencia aplicada que exige una mirada lateral entre pensamiento y acción en el plano de la inmanencia de la vida. Prevalece, sin embargo, en los últimos tiempos una lógica de la economía determinista que termina incidiendo en la falta de soberanía y en la dignidad.