La brisa trae el recuerdo de tu primer llanto, quizás el único o mejor dicho el sonido de tu primera voz para anunciar tu necesaria presencia aquel 3 de julio de 1915, en el poblado marino de Santa Fe.
Nadie podía imaginar que por tu sangre correría rápido la palabra patria desde el legado martiano de la madre maestra y del padre tabaquero, sendas raíces que te fundieron al destino de tu pueblo; desde la denuncia en la radio con la voz convertida en disparo y el pensamiento: poderosa artillería contra la vileza, la humillación de los gobernantes vendidos y corruptos.
A partir de 1910 comenzó a desarrollarse con ritmo lento, el proceso de poblamiento de Santa Fe, y a fines de ese mismo año y procedente de Guatao se instaló en el todavía incipiente caserío una pareja de recién casados: él, Julián Márquez Martí ; ella, Juana María Rodríguez Gómez.
Julián era un hombre laborioso dedicado al cultivo y manufactura del tabaco; Juana María , una joven maestra de instrucción pública, a quien le había sido entregada la única aula existente en Santa Fe.
Julián era un hombre rebelde por temperamento, había combatido toda manifestación de injusticia por la independencia de Cuba en la guerra del 95 y empuñado las armas en agosto de 1906 contra el gobierno entreguista de Estrada Palma. En febrero de 1917 se unió a unos alzados contra los desmanes del Menocalato, que operaban por la Laguna de Ariguanabo. Con el fracaso de esta sublevación regresó a su casa, donde fue apresado días después por sus ideas oposicionistas.
En 1923 la familia se traslada a Punta Brava, donde el padre de Juan Manuel abrió un pequeño taller de torcer tabaco. El niño es matriculado en la escuela pública para varones bajo la dirección de Guillermo Galiano, donde sobresalió rápidamente por sus aptitudes para la declamación. En un acto entre varias escuelas fue escogido para el programa, donde recitó “LA ESCUELA Y LOS NIÑOS”, con tal desenvoltura que a partir de ese día se convirtió en el declamador oficial.
En 1928 el matrimonio se radica en Marianao, cuyo nombre procede de la voz indígena Mayanabo, que significa tierra entre dos ríos: al este por el Almendares y al oeste por el río Quibu. El parteaguas de estos ríos divide el municipio prácticamente a la mitad, mientras que el resto de sus cuencas penetran en otros territorios aledaños a la capital o reaparecen en las vecinas provincias de Artemisa y Mayabeque.
La historia marianense atesora importantes acontecimientos como enclave militar en esa época de la metrópoli en el oeste de la ciudad próximo a la franja costera que extiende sus límites hasta Mariel, uno de los puertos más importantes de la isla, y el lugar que desde el actual mirador de Las Terrazas, ubicada entre Artemisa y Pinar de Río, en la Sierra de los Órganos, permite observar con claridad la parte más estrecha del archipiélago cubano.
Juan Manuel era un chiquillo inquieto, apasionado por los libros de historia, poesía, aventuras, pues su madre le inculcó que un buen libro es una compañía, a veces inigualable. A corta edad le encantaba hablar, y buscaba un banquito que había en la casa y subido en él hacía discursos bajo el asombro de todo el que estuviera presente.
Ya estaba sembrada la semilla, comenzaba a florecer. Todavía nos da frutos.