Resulta cínico y totalmente delirante que, solo conociendo los ejemplos de las dos últimas décadas, alguien dentro de la administración estadounidense o ebrio del odio o de sus dólares, se atreva a sugerir una «intervención humanitaria» contra Cuba.
Hay ejemplos terribles: una Yugoslavia desintegrada luego de 78 días de bombardeos en 1999. Una invasión y ocupación de Iraq que ha dejado más de un millón de muertos, mutilados y heridos y la destrucción de su patrimonio universal y de recursos energéticos. Libia desestabilizada a tal grado que sigue sin tener un gobierno central, ha perdido sus recursos petroleros y se ha convertido en centro de una mafia encargada del tráfico humano de emigrantes con destino a Europa, entre otros.
En Yugoslavia la «intervención humanitaria» tuvo un montaje mediático basado en mentiras, más la subordinación de una Europa integrada a la OTAN y un Javier Solana, en esa época secretario general de la institución bélica y quien diera la orden de apretar el gatillo para que sobre Belgrado y otras ciudades serbias cayeran miles de toneladas de bombas y misiles.
Era el 23 de marzo de 1999 y un día antes, la administración Clinton, en la Casa Blanca, daba el visto bueno a lo que se iniciaría unas horas después. Ni siquiera el mandatario demócrata se molestó en consultar al Consejo de Seguridad de la ONU. Para qué si de todas formas todo estaba decidido.
Una incidental: como periodista visité a Yugoslavia unos pocos meses después de los ataques de la OTAN y comprobé cuáles fueron los «blancos escogidos»: guarderías infantiles, la televisión serbia, la embajada china, donde murieron tres periodistas, un hospital en Belgrado y el Ministerio de Defensa, entre otros muchos.
Pude ver, y aún me conmueven, a niños ingresados en hospitales que presentaban todo tipo de deformidades debido al impacto del uranio empobrecido alojado en sus cuerpos, producto con el que estaban revestidos cohetes y bombas de las miles lanzadas por la aviación de guerra de Estados Unidos y la OTAN.
Los bombardeos provocaron la muerte de más de 3 000 civiles, según fuentes en Belgrado.
Fueron lanzadas 14 000 bombas en más de 25 000 ataques aéreos sobre ciudades y pueblos, con 852 aviones bombarderos.
En su plan contra Yugoslavia, Estados Unidos se propuso y así fue, marginar a Rusia de la influencia en esos países y enviar un mensaje de advertencia a China, por lo cual, luego de bombardearle su embajada en Belgrado, el gobierno de Estados Unidos quiso callar la condena ante tales hechos, con el ofrecimiento de dinero por los «daños causados» en la sede diplomática de la nación asiática.
Hoy está muy claro que la tal «intervención humanitaria» de Estados Unidos y la OTAN en Yugoslavia, tenía el objetivo de destruir a un país con programas socialistas, fundador del Movimiento No Alineado, aliado de la ex Unión Soviética y de las naciones del Tercer Mundo.
En el caso de Iraq fabricaron la mentira de supuestas armas nucleares en suelo iraquí. Un mes después, el propio presidente George W. Bush se encargó de reconocer que era falso, pero ya la nación árabe había sido bombardeada criminalmente.
En 2011 Libia era el país africano con mejores índices económicos y sociales, aún cuando el gobierno de Muamar el Kadafi se enfrentaba a grupos y clanes en varias zonas del país y desde el extranjero Estados Unidos y algunos países europeos se propusieron y luego realizaron, una «intervención humanitaria» para derrocar al gobierno.
El «gran logro» estadounidense y de la OTAN, luego de capturar y asesinar al presidente Kadafi y a cientos de sus seguidores, ha sido el de apoderarse de los recursos energéticos y desmembrar al país de tal manera que aun hoy, diez años después del inicio de aquella guerra, Libia es un ente dividido en dos, con poderes dispersos, con un auge de grupos dedicados al contrabando humano en el traslado de emigrantes de África y Oriente Medio hasta Europa, y saqueado por fuerzas de las potencias ocupantes.
En Afganistán, una de las más empobrecidas naciones del mundo, una invasión y ocupación militar de Estados Unidos y la OTAN han cegado la vida de más de 200 000 personas y hoy, cuando la administración Biden anuncia la salida de sus tropas de ese país asiático, la nación está más inestable, más pobre, más destruida y más dependiente de los grupos talibanes, únicos vencedores en esta larga contienda de casi 20 años.
Esas son las «intervenciones humanitarias» que piden sectores conservadores dentro del gobierno estadounidense contra Cuba, que vuelve a denunciar el propósito yanqui a raíz de los recientes acontecimientos desestabilizadores auspiciados y financiados desde el imperio, con la diferencia de que nuestro país ha aprendido de todas las acciones de los gobiernos de Estados Unidos en estos más de 60 años, y ha hecho válido su compromiso —ya demostrado más de una vez— de que la libertad, la independencia y la unión de nuestro pueblo, no son negociables y siempre serán defendidos hasta con las uñas.
¿Intervenciones humanitarias? Allá quien todavía lo crea.