Salvador Soler
Los medios de comunicación son herramientas poderosas de las clases dominantes para producir ideología manipulando y distorsionando la realidad. Las clases populares han sido despojadas de la posibilidad de producir sus propios medios de comunicación. Para Ryszard Kapuściński el periodismo es un instrumento de lucha política para darle voz a los que no la tienen. “Nuestra profesión no puede ser ejercida correctamente por nadie que sea un cínico” comentaba en una entrevista. Decía que “tras la guerra fría con la revolución electrónica y de la comunicación, el mundo de los negocios descubre que la verdad no es importante… lo que cuenta es el espectáculo… cuanto más espectacular es la información, más dinero podemos ganar con ella.”
Kapuściński rechazaba el periodismo manipulado de los grandes medio de comunicación que callan las voces de millones. Él levantaba un periodismo “desde abajo” donde la relación con los seres humanos era el elemento fundamental para la construcción del saber, de la noticia. Eligió momentos y personas particulares para informar desarrollando una práctica en estrecho vínculo con los protagonistas de los sucesos más importantes del llamado Tercer Mundo. Viajó recorriendo los procesos de liberación nacional y revoluciones posteriores a la Segunda Guerra Mundial. En sus crónicas y entrevistas logró construir un puente, que hoy es una máquina del tiempo, con aquellos paisajes olvidados ¿ocultos? por la prensa internacional.
Ryszard Kapuściński nació en 1932 en Pinsk, una ciudad de Bielorrusia que atravesó distintas guerras a lo largo de la historia, entre ellas la Segunda Guerra Mundial. Su infancia fue muy compleja, sus padres eran docentes y pobres. Andaba descalzo, su familia no tenía para libros para sus estudios primarios y la invasión nazi los convirtió en refugiados. En 1945 se mudaron cerca de Varsovia, en Polonia, luego de escapar de las atrocidades de la guerra durante años. Esto marcó la vida de Ryzard convirtiéndolo desde niño en un nómada e interesado en comprender a la humanidad. En su adolescencia descubrió el boxeo amateur y su pasión por el fútbol. Pero una vez que se encontró con la escritura no la abandonó jamás.
Comenzó a militar en 1948 al terminar el colegio, en la Organización de Jóvenes Comunistas (ZMP). Allí dio sus primeros pasos en los medios impresos, publicando con orgullo sus poemas en el semanario Odrodzenie. Su hábil pluma hizo que fuera reconocido por la dirección del partido. En 1950 cuando ingresa en la Universidad de Varsovia para estudiar Historia, comenzó a colaborar en el diario Sztandar Mlodych, órgano central del ZMP.
En 1951 cruzó por primera vez la frontera polaca como reportero para participar en el Festival de la Juventud en la República Democrática Alemana en un momento en el que el estalinismo prohibía los viajes. En 1952 se casó con Alicja Mielczarek quien sería su compañera de toda la vida, y con quien tuvo una única hija, Sofía, que nació en 1953. Ese año Kapuściński ingresó al Partido Obrero Unificado de Polonia (PZPR) rompiendo en 1981. Su ruptura se debió a la censura que aplicaba el stalinismo. Cuando comenzó a trabajar como freelance colaboró en la agencia de noticias Polish Press en África, Asia y América Latina. También en medios internacionales como la revista Time, The New York Times y el Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Kapuściński se convirtió en un viajero incansable, el sentido de su vida era cruzar continuamente las fronteras entre países para retratar la miseria en los países oprimidos del mundo. En palabras de él empezó a “escribir sobre estos países, donde la mayoráa vive en la pobreza, me di cuenta de que aquel era el tema al que quería dedicarme… sobre todo porque los pobres suelen ser silenciosos. La pobreza no llora, la pobreza no tiene voz. Mi obligación es lograr que la voz de estas personas sea escuchada.”
Luego de graduarse como historiador en 1955 viajó a Kiev y la India, donde comenzó a reportar para distintos medios europeos. Luego visitó Afganistán, Rusia, China y gran parte de Asia. A sus 24 años el polaco se había convertido en un viajero observador de la realidad en que vivían las sociedades en diversas partes del mundo. Su mayor inspiración había sido el filósofo y viajero griego Heródoto, a quien le reconoce su visión global del mundo en tiempos antiguos.
Si bien a fines de la década del 50 escribió diversos artículos sobre la marginalidad en Europa del Este para la Agencia Informativa Polaca y el semanario Polityka, lo que fue un gran salto en su carrera fue la efervescencia de los procesos de descolonización y luchas de liberación nacional en África y Asia. Muchos de ellos de carácter revolucionario aunque inmersos en las tensiones de la guerra fría, algo que el periodista polaco expresa en sus relatos. Kapucinski viajó a Ghana y luego al Congo, allí escribió críticamente sobre los líderes más reconocidos africanos como Kwane Nkrumah y Patrice Lumumba. En 1962 viajó a Dar es-Salaam, la capital de Tanzania con el objetivo de abrir la primer oficina de corresponsalías polacas en África. Aquellas aventuras están registradas en su libro “Estrellas Negras”.
Fueron sus primeras experiencias en zonas de combate y levantamientos populares contra dictadores y el colonialismo europeo que sacudieron a todo el continente. Harían falta varios artículos para comentar los libros donde Kapuściński relata sus experiencias, aventuras y amistades. Vivencias y emociones que nos transmite como si estuviéramos allí con él.
Uno de sus libros más conocidos es Ébano (la madera más dura y particular de África) donde encierra varias aventuras personales. Pero particularmente tiene libros que mezclan la historia dinámica del proceso con sus viajes. Como por ejemplo Un día más con vida donde relata el drama del escenario de la Revolución Angoleña en 1975, una crónica corta pero que nos revuelve las emociones. Allí describe a todos los personajes y un país expoliado por el colonialismo portugués. Una guerra civil sangrienta y visceral donde el Movimiento de Liberación de Angola (apoyado levemente por Cuba al principio) logran derrotar a las fuerzas vinculadas al imperialismo norteamericano y a los sudafricanos que luchaban por evitar un levantamiento en su territorio.
Según él, presenció 27 levantamientos populares, fue arrestado 40 veces y sentenciado a muerte 4. Su práctica fue de un enorme compromiso con aquellos protagonistas, siempre del lado de los oprimidos. Fue corresponsal hasta 1981, conoció países de los más diversos como Senegal, Chile, Honduras, México, Irán, Mozambique, Afganistán, Colombia donde entabló amistad con Gabriel García Márquez; Guatemala, reportando el asesinato del embajador alemán Karl von Spreti; Etiopía, Angola, y registró los últimos días de la Unión Soviética en su libro Imperio.
Kapuściński se consagró como un maestro del periodismo narrativo gracias a sus libros, sus múltiples reportajes, y relatos publicados en grandes medios como Time, The New York Times, Frankfurter Allgemeine Zeitung y La Jornada entre otros. Trabajó como corresponsal en 100 países de Europa, África, América Latina y Asia, documentando procesos profundos en sus 21 libros publicados. Hacia fines del siglo XX y principios XIX fue profesor en universidades alrededor del mundo. Además reconocido por los grandes de la literatura como Paul Auster. Pero quien ha demostrado profunda admiración fue Gabriel García Marquez, quien se hizo gran amigo del poeta viajero a quien invitó a dar clases en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, fundada por él. Al mismo tiempo, Ryzard manifestó en varias entrevistas su devoción por el Nobel latinoamericano.
Sus escritos fundaron un género periodístico de enorme compromiso con la vida humana, sobre todo con los oprimidos. Muchas veces describía una realidad que camina sobre el borde de la ficción, eso es lo bello su prosa. Él mismo decía “Los periodistas no mostramos más que realidad, pero mostramos menos que la realidad”.
Siempre reinvindicó el trabajo de sus colegas periodistas, quienes arriesgaron sus vidas para informar al mundo sobre los grandes acontecimientos que vivieron. “Cada año asesinan cientos de periodistas y varios centenares son encarcelados o torturados. En distintas partes del mundo se trata de una profesión muy peligrosa.” Y decía en otro lado, que “el periodismo es un trabajo colectivo” reconociendo el apoyo en diversas formas por todos aquellos que lo acompañaron y que él acompañó.
El periodista, historiador, poeta y amigo de las revoluciones cerró sus ojos culminando el viaje en Varsovia el 23 de enero de 2007 dejándonos una enorme fuente de inspiración a todos aquellos que buscamos hacer un periodismo desde abajo.