No hace tanto, los primeros diez días del pasado mes de mayo, los moscovitas ya tuvieron otro periodo vacacional por decreto de las autoridades, pero los resultados –según reconoció el propio Sobianin– no fueron los esperados al crecer el número de infectados.
Hasta ahora, según datos oficiales, alrededor de 18 millones de rusos han recibido al menos una dosis de cualquiera de los tres biológicos que obtuvieron registro para uso de emergencia, lo que equivale a apenas 12 por ciento de la población, una cifra muy distante de la anhelada inmunidad de grupo.
Es difícil de entender la histórica reticencia de los rusos hacia todo tipo de vacunas, mientras en la mayoría de los países, que carecen de vacuna propia, se observan una alta demanda, limitaciones por edad o profesión y largas filas para obtener un biológico contra el Covid.
El presidente Vladimir Putin, el sábado anterior, intentó convencer a sus compatriotas de la necesidad de inocularse: “(…) a decir verdad, es un fenómeno habitual que nuestra gente sea tan cautelosa respecto a procedimientos similares (la vacunación), pero después de que 18 millones de personas se han puesto una dosis y no ha habido ningún caso de efectos secundarios graves, creo que es una prueba convincente de que hay que vacunarse”.
Se ha llegado al extremo de que la Iglesia Ortodoxa Rusa, mediante solemne declaración de sus jerarcas, aclaró ya en dos ocasiones que “inocularse no es pecado” y la alcaldía de Moscú anunció como estímulo a los indecisos que rifará cinco automóviles entre quienes reciban la primera dosis esta semana.
Entretanto, en Moscú se suspende el servicio nocturno (de las 23:00 a las 6:00) de restaurantes, cafeterías, bares y discotecas, deja de funcionar la infraestructura urbana en los parques, se cierran los juegos mecánicos y plazoletas infantiles, igual que las zonas de esparcimiento y comida rápida en grandes centros comerciales, entre otras restricciones temporales.
San Petersburgo, donde también aumenta el número de contagios, lo hará a partir del 17 de junio, al día siguiente de que Rusia y Finlandia jueguen su decisivo partido en la fase de grupos de la Eurocopa.
Aunque las fronteras de Rusia siguen cerradas, se hizo una excepción para que vengan a apoyar a sus selecciones miles de aficionados, hasta ahora, de Bélgica, Polonia, Eslovaquia y Finlandia. Se espera la llegada de seguidores de Suecia y de los países que pasen a la siguiente fase, ya que en la Ciudad del Neva están previstos seis partidos de los grupos B y E y un partido de cuartos de final. La única limitación en los lugares de concentración de los aficionados es el uso obligatorio de cubrebocas entre trago y trago de cerveza.
(Tomado de La Jornada)