Tras prolongadas y no siempre amables negociaciones, en Cataluña se sortea una gran incertidumbre y España gana en posibilidades, solo posibilidades, de encaminar tan delicado tema hacia buenas perspectivas, en medio de otros tantos peliagudos asuntos de la agenda nacional.
Posiblemente se peque de optimismo si no se tiene en cuenta que la alianza temporal entre Esquerra Republicana (ERC) y el Partido Socialista de Cataluña (PSC) , las dos formaciones más votadas en los comicios efectuados el 14 de febrero pasado, y si bien los restantes partidos independentistas zanjaron diferencias, para sumarse a esa decisión, evitando otra vuelta a urnas, está por ver si funciona y dura ese acuerdo, pues las diferencias de orden menor o mayor no desaparecieron.
Dando medida de la intensidad en el debate, se desató una fuerte polémica nacional con respecto a si se debe otorgar indulto a los 12 ex funcionarios presos por su participación en el proceso del 2017, cuando el entonces presidente del gobierno, Mariano Rajoy, prefirió judicializar la crisis en lugar de solucionarla a través de recursos políticos.
Ninguna sociedad es homogénea, eso resabido resulta, pero en el caso de la española influye la idiosincrasia de culturas parecidas pero no idénticas y, sobre todo, tiene papel destacado la beligerancia subida de sal que están practicando los partidos derechistas, muy a gusto tras el triunfo obtenido en la Comunidad de Madrid, a inicios de mayo, cuando Isabel Ayuso logró mantenerse el frente de esa autonomía y dio al Partido Popular motivos para engrifarse, y enfilar estrategias para desbancar el mandato de Pedro Sánchez.
El presidente del gobierno riposta las críticas, haciendo referencia a lo urgente de “normalizar la vida política en Catalunya“, porque de ello depende la adecuada convivencia entre españoles. “Hay un tiempo para el castigo y un tiempo para la concordia”, alega al defender su propósito de dejar en libertad a los encartados.
Los criterios con respecto a si hace bien o mal están, como en casi todo, bastante divididos. Los aparentemente neutrales consideran que al PSOE les perjudicará electoralmente ese paso pues consideran que perderán votantes toda vez que en estas últimas elecciones en la propia Cataluña, el PSOE pasó de cuarta a primera fuerza en la región, al subir del 15 al 23 % el favor del electorado. Esos votantes serían –según esa hipótesis- de anti secesionistas de distintas inclinaciones.
Siempre es importante ese tipo de consideraciones y en esta oportunidad más por el alto nivel de competencia entre grupos políticos, incrementado el litigio para hacerse del próximo Gobierno de España. Y como los citados presos políticos no tienen coincidencia ideológica con los socialdemócratas del PSOE, carece de sentido que se exponga por ellos. De ese tenor son las algunas especulaciones.
De momento Pedro Sánchez tiene en agenda varias actividades en Cataluña, se alista una nueva mesa de diálogo entre la generalitat y el gobierno central, y, claro, concluir con éxito un encuentro personal entre Aragonés y el jefe de gabinete, como preámbulo al logro de acuerdos posteriores. Unidas Podemos, socios de la coalición Gobernante, concuerdan con ese proyecto.
Pero las cábalas se pueden equivocar en uno u otro sentido, con unas bases o sus opuestas. Hay demasiado engorro acumulado y las furibundas hostilidades de la oposición, no ayudan. Pese a que el momento y las circunstancias sugieren es más beneficioso unir esfuerzos de todos los actores políticos ibéricos para apaciguar un asunto demasiado ensortijado en el tiempo, se propende a usar también este asunto como piedra en el camino de la actual administración.
Quiere decir que lejos de contribuir a dilucidar los desacuerdos o ir al encuentro de soluciones, agudizan ex profeso las desavenencias existentes. Esa preferencia por la confrontación interesada llega a extremos como explotar las aspiraciones de ERC, que no abandona su propósito de conseguir la separación de España, como no es el único grupo en gestionarla, y la derecha le mal usa, se concluye que la pócima tiene más veneno que cura.
Aragonés tiene fama de hombre equilibrado y sensato. Si se lo permiten, pudiera evitar peores momentos cuando las urgencias económicas dejadas por la Covid-19 y el empeño separatista, son suficiente engorro y freno. A Pedro Sánchez les ha puesto tantos obstáculos a su administración pero la prueba catalana le obliga a probar capacidades, voluntad e inteligencia, cuando nada de eso por separado o junto es suficiente.