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Para una universidad en defensa de la humanidad

Pasar a la ofensiva (liderar una vanguardia) es, también, un desafío epistemológico y gnoseológico. Eso puede asumirse responsablemente con una organización impulsada para la investigación, producción y democratización del conocimiento humanista socialmente producido: una universidad de nuevo género… sin burocracias. Hace mucha falta impulsar un motor de principios humanistas sistematizados, y en pie de lucha, contra todas las degradaciones que el capitalismo nos impone en su fase imperial. Hace mucha falta impulsar una universidad humanista de nuevo género que sirva de instrumento para intervenir en todas las agendas de nuestro tiempo. Superar la crisis de dirección revolucionaria.

Hace falta un modelo de universidad distinto, comprometido con las luchas sociales emancipadoras y no con diletancias “escolásticas”, sino con escalones científicos para ascender a la praxis dignificante. Universidad abierta a su tiempo, capaz de armar un cuadro combativo de cátedras y módulos, con agendas escogidas, por urgencia y jerarquía, en la resolución de los problemas prácticos y teóricos de nuestros pueblos. Cátedras dinámicas para homenajear a los fundamentos y a los fundadores de nuestras revoluciones sociales.

Tenemos que exigirnos una “cultura general” solvente, descolonizada, multidisciplinaria y exhaustiva, para ascender a la práctica de transformar al mundo cotidianamente, y eso no es un capricho “intelectual”, es un imperativo ético-revolucionario. Contamos con ejes teórico-metodológicos correctos y con ejemplos clave. Eso puede articularse en una universidad para todos y, especialmente para la juventud, con (por ejemplo) 10 cátedras: 1) historia de las revoluciones; 2) historia de la praxis humanista; 3) grandes libertadores; 4) comunicación y cultura para la emancipación; 5) economía soberana. 6) arte y poder creador. 7) filosofía, ética y moral de la lucha y luchas de la filosofía; 8) pueblo soldado. Los ejércitos del pueblo; 9) descolonización económica, intelectual, de género y de diversidades; 10) grandes escenarios para la unidad de los pueblos. Piénsese como ejemplo. No sería difícil contar con profesores, bibliografía ni materiales didácticos. Un consejo académico de expertos. Una sede en plataforma digital muy accesible. Un plan de comunicación propio. Considérese como propuesta.

No hay defensa de la humanidad que valga si nos contentamos con fraseología sin formación sistemática, si son sólo “buenos propósitos”. Hay que disputar el “sentido” en todos los campos del conocimiento donde se expresa la lucha de clases en las escalas prácticas y simbólicas. La defensa de la humanidad no puede realizarse por intuiciones de coyuntura, sólo con enunciados o declaraciones públicas… hay que ir a la médula del pensamiento y cultivarla ahí, en clave revolucionaria. Disputar la riqueza de la pedagogía y la didáctica de la “batalla de las ideas” y perfeccionarla hasta que se despoje de todo riesgo de individualismo y pase a ser carne en las luchas sociales evolucionada por las propias luchas, como herramienta, por ejemplo, contra el nazi-fascismo que merodea aún en nuestros tiempos.

Eso también debe ser el cometido de una universidad para la defensa de la humanidad que incluya a los pueblos originarios, a los obreros, a los campesinos… y contribuya a una realidad intelectual que determine la conciencia sobre los derechos humanos. Es imprescindible una universidad para la defensa de la humanidad revisada con la óptica y el escrutinio que interpela el carácter individualista de los derechos, contrastándolo con su carácter social ineludible y por definición político. Universidad en debate obligatorio, con sus asignaturas históricas, con una consonancia geosemiótica, en la que se haga cualidad el poder crítico de los conocimientos y se haga visible la necesidad de una educación humanista revolucionaria capaz de transformar al humanismo.

Universidad imprescindible que recorra, con detalle, el universo de las luchas emancipadoras que son cajas de resonancia semántica de donde debe abrevar toda currícula y todo postulado cuya pretensión ascienda a la generalidad de los seres humanos, y a la solución de los problemas históricos en plena praxis transformadora. Universidad, que significa aquí, trabajo teórico-práctico para intervenir de manera diversa y dinámica en la dialéctica del sentido, las leyes generales de su desarrollo, y en cada territorio del saber y de la acción. Universidad compleja e interconectada con los contenidos con que se organiza la conducta cotidiana de los pueblos, sus basamentos filosóficos y sus expresiones morales y éticas. Pasar de lo deseable a lo posible y a lo realizable. Como propuso, alguna vez, Adolfo Sánchez Vázquez, entre otros.

Universidad para la defensa de la humanidad precedida de un conjunto de saberes sobre la realidad y sobre lo que se pretende en el futuro, enraizada en la necesidad de caracterizar, también, los modos de producción de sentido y las relaciones de producción de sentido, en las condiciones concretas en que se desarrolla. No se trata de una universidad esotérica para hacer, todavía más, incomprensible la responsabilidad de combatir a la ideología de la clase dominante. Se trata, por el contrario, de una universidad capaz de enriquecer un instrumental de acción o de praxis científica para facilitar su ascenso en las realidades concretas de cada pueblo.

Todas las tareas que sean necesarias en una universidad en defensa de la humanidad es un reto de urgencia crítica que compromete, de manera multidisciplinaria, a quien pretenda contribuir a orientar las luchas emancipatorias para construir un humanismo sin formas dogmáticas, mecanicista o esquemático, sino para revolucionar al humanismo con herramientas que de nuestros pueblos que miran, con esperanza el derecho a la educación, la nutrición, el trabajo, la vivienda y la cultura emancipada. El derecho a vivir viviendo y no sobreviviendo en las condiciones inmorales en que se vive bajo el capitalismo. Una universidad para la defensa de la humanidad implica combatir el ilusionismo filantrópico con una educación de acción concreta contra las sociedades divididas en clases, donde reine la justicia social, el derecho y la felicidad y contra el modo de producción dominante y de las relaciones de producción alienantes. Sus medios y sus modos.

Tomado de  La Jornada

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Fernando Buen Abad Domínguez
Especialista en Filosofía de la Imagen, Filosofía de la Comunicación, Crítica de la Cultura, Estética y Semiótica. Es Director de Cine egresado de New York University, Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Máster en Filosofía Política y Doctor en Filosofía. Miembro del Consejo Consultivo de TeleSur. Miembro de la Asociación Mundial de Estudios Semióticos. Miembro de la Red de Intelectuales y Artistas en Defensa de la Humanidad. Miembro del Movimiento Internacional de Documentalistas. (Ciudad de México, 1956).

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