“…la palabra izquierda suele manipularse demasiado. ¿Qué es la izquierda? ¿Qué es la derecha? ¿Dónde me pongo? A veces lo que es de izquierda hoy, mañana es de derecha, y viceversa”[i]
padre Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal
En la Roma antigua los augurios eran positivos o negativos en función del lado por donde ejecutaban su vuelo las aves[ii], y si los malos augurios venían por la izquierda, entonces estos eran siniestros.
La palabra izquierda, en nuestra lengua, tiene su étimo en el idioma Euskera[iii], probablemente esté formada por esku (mano) y kerros (del céltico, que quiere decir torcido), así que eskerre (izquierdo) sería algo así como la mano torcida. Hay bastante etimología popular alrededor de la palabra que puede significar también algo avieso o malintencionado, funesto, aciago o infeliz.
La izquierda es el antónimo de la derecha, del latín dexter, un sustantivo femenino que nombra una dirección, situación o trayectoria correspondiente al lado del cuerpo contrario al que se tiene el corazón.
En matemáticas, en las funciones con radicales, con índice par, los valores de la función se pueden acercar a un número cuando la variable viene por la derecha o por la izquierda, por ejemplo: conforme x se acerca a 2 por la izquierda los valores de la función f (x) se acercan a 2; pero si x se acerca a 2 por la derecha los valores de la función se aproximan a 1, llegando a la conclusión que el límite bilateral no existe.
En política, izquierda y derecha, como posicionamientos ideológicos, tuvieron su origen en una votación celebrada el 14 de julio de 1789, en la Asamblea Nacional Constituyente que surgió de la Revolución francesa. Allí se discutía un artículo que establecía el poder de veto del rey. Los diputados a favor de mantener el poder de veto real se sentaron a la derecha y los que estaban en contra se sentaron a la izquierda del Presidente de la Asamblea.
El 1 de octubre de 1791, los diputados sentados a la derecha del Presidente fueron los portavoces republicanos de la gran burguesía, en tanto los que a la izquierda se sentaron, representaron al pueblo y a la pequeña burguesía parisina. A partir de esta historia quedaron asociadas a las opciones políticas la izquierda, como representación del cambio y la derecha, como su contrario.
En política por lo general, porque nada es ni absoluto ni eterno, se dice ser de izquierda o de derecha según el programa que se adopte por un partido o político determinado, y generalmente quienes apoyan la creación de un Estado que garantice el acceso, para todos los ciudadanos, a los derechos básicos como la salud, la educación, el trabajo y las pensiones por jubilación, entre otros, clasifican como de izquierda.
O sea que ser de izquierda se dice al individuo humanista, entendido como practicar una solidaridad que se profesa hacia los desfavorecidos, los sectores populares, los trabajadores, los inmigrantes, los minusválidos, los ancianos y otros seres excluidos; es también estar entre los que promuevan la equiparación o incluso la discriminación positiva racial o de género; la rehabilitación de delincuentes y la defensa de los derechos de las minorías –de todos los tipos-, respetando culturas y tradiciones diferentes, en tanto éstas sean compatibles con los principios democráticos de los Derechos Humanos y en contra de la aplicación de la pena de muerte.
De izquierdas se considera a alguien que apuesta por el ecologismo, la promoción de energías alternativas a la nuclear y a los hidrocarburos, el enfoque de la sexualidad como una libertad individual, el derecho del uso de anticonceptivos y el aborto para las mujeres; así como la defensa de la eutanasia y el uso de células madre en la investigación científica.
Se le llama de izquierdas a quienes están a favor de la liberalización del consumo de estupefacientes naturales y a la despenalización del ejercicio de la prostitución, no así de su explotación.
La izquierda se dice que apoya un Estado laico y aconfesional donde se separen los poderes de la tierra y del cielo, y en el que el ciudadano pueda profesar cualquier religión, creando una sociedad respetuosa del pensar de cada uno y en la que todos se sientan integrados y parte de.
Ser de izquierdas dicen que es identificarse contra las guerras, las invasiones o intervenciones militares, la amenaza del uso de la fuerza y las ideologías militaristas, así como la superación del modelo hegemónico de la democracia representativa por uno que se convierta en democracia directa y participativa.
No ser lo anterior es ser o estar identificado con la derecha; y tras la lectura del colorario descriptivo expuesto, algunos dirán que falta una cosa u otra y que he sido maniqueo; admito que puede ser cierto, además que se puede descubrir que no se está totalmente a favor con todas las propuestas ni con lo que se identifica con la izquierda además que, en el movimiento, se alcanza el centro; pero esto es solo por pequeños momentos, aunque algunos lo nieguen. En mi caso no encuentro muy consistente el aquello de: “no estoy ni a favor ni en contra, sino todo lo contario”, porque las ambigüedades traen a su vera la desconfianza.
En Cuba la población apoya abiertamente todo lo que se haga por “los humildes y para los humildes”; las medidas que se tomen -las que sea necesario tomar-, para que prime el principio de proteger a todos los ciudadanos por igual, sin que quede nadie desamparado y, donde se reparta lo que se tenga de la manera más equitativa posible, protegiendo a los más necesitados[iv]; buscando las fórmulas necesarias para salvaguardar la independencia de la Patria, que es de todos.
Los dirigentes políticos, que deben ser elegidos por voluntad popular, tienen que actuar congruentemente con los principios de la dignidad humana, con el respeto al ejercicio activo de todos los derechos de la ciudadanía y en donde se dé al individuo la posibilidad de desarrollar sus capacidades personales, protegiendo a los grupos más necesitados, y dónde las estructuras sociales permitan la socialización del poder y de la propiedad; y eso es socialismo, sin perder de vista que las revoluciones las hacen los millones de personas que, diariamente, cumplen sus deberes sociales y son coherentes con ello.
“El hombre piensa como vive” decía Marx; “…no se le puede hablar a la gente del evangelio y de Jesucristo cuando se tiene el estómago vacío, llénele el estómago y después háblele de Jesucristo y de todo lo demás”, decía el papa León XIII; uno y otro coincidieron en que la subjetividad de la conciencia social depende de la realidad.
Por otra parte, o se extirpa el burocratismo, la ineficiencia, la mentira, el temor de señalar lo mal hecho y la corrupción de nuestras vidas, o muchos continuarán oteando a la cultura del dinero como una salida -aún cuando terminen socialmente excluidos en la realización de sus sueños-, porque la ilusión individualista minará la quimera de construir una sociedad más justa y más equitativa para todos.
Existe una idea en nuestro pensamiento de lo que queremos ser, son formaciones complejas de la subjetividad humana, que determinan las actitudes de las personas frente a las realidades en sus relaciones con los otros y servirán también como patrones para auto valorarnos. Esos patrones son los mismos en casi todas las culturas y se llaman: justicia, honestidad, solidaridad, patriotismo, valentía, verdad.
Hay que tener, por lo tanto, un sentido psicológico que opere dentro de cada uno de nosotros para que realmente se regule nuestra conducta, otras cosas son otras cosas, son dar vueltas en torno a conceptos y no son valores.
Los valores son los que nos legaron los formadores de la Nación y de la Patria, nuestros maestros, nuestros padres y abuelos, son a los que hay que volver, sobre todo para que sobresalga una cultura del respeto a las ideas y a lo ajeno, y más aún cuando “ese” bien sea de todos; una cultura -y no solo instrucción-, en la que se acepte la diversidad y la diferencia, el diálogo y el derecho a pensar diferente, a la buena vecindad, eso es lo único que puede poner punto final a la locura en la que se está sumiendo el mundo de nuestros días.
No creo en quienes se rasgan las vestiduras proclamando amor eterno a los héroes y a los altares, ni en quienes se escudan tras muecas del tipo sonrisita para esconder lo que realmente piensan, ni en quienes asienten obedientes a todo lo que “venga de arriba”, ni en los que ante las inclemencias del tiempo se cambian para otro auto refrigerado más grande del que usan usualmente y así no se mojan los zapatos; esos encubren sus verdaderos sentimientos hacia los humildes.
Aún cuando las categorías filosóficas estén muy bien definidas, muchas cosas no ocurren por casualidad en nuestra Isla; las apariencias tienden a ser engañosas y eso que llamamos “verdad” aparece donde menos esperamos verla; la historia de nuestro país demuestra que hubo -y hay aún- quienes soñaron y sueñan en otras geografías a la hora de “resolver” el futuro de Cuba; si a nuestra Isla se le hubiera podido poner un motor para trasladarla de un lugar a otro, algunos la hubiesen tratado llevar o para el Norte o para el Este, se hablaría inglés o ruso; por suerte eso no es posible.
Les recuerdo la amargura de Máximo Gómez aquel 8 de enero de 1899 al escribir: “Tristes se han ido ellos y tristes hemos quedado nosotros; porque un poder extranjero los ha sustituido. Yo soñaba con la Paz con España, yo esperaba despedir con respeto a los valientes soldados españoles, con los cuales nos encontramos siempre frente a frente en los campos de batalla…. Pero los americanos han amargado con su tutela impuesta por la fuerza, la alegría de los cubanos vencedores; y no supieron endulzar la pena de los vencidos. La situación pues, que se le ha creado a este Pueblo; de miseria material y de apenamiento, por estar cohibido en todos sus actos de soberanía, es cada día más aflictiva, y el día que termine tan extraña situación, es posible que no dejen los americanos aquí ni un adarme de simpatía”.
Algunos pensarán que la cita no viene al caso; otros, leyendo “el estado del tiempo”, sabrán por qué aún la inmensa mayoría reafirmamos que al Imperialismo “…ni un tantico así”, aunque no aparezca ni el papel sanitario.
Los discursos -asumido el discursar como el planteamiento de opiniones- no pueden dar la espalda a las realidades que son duras, chocantes, contradictorias y alguna que otra hasta cruel, tanto lo es como el crear discusiones alrededor de augurios basados en el rumbo que toman las aves al volar o en el lugar donde se sientan las personas para escuchar a otro.
Partimos de conceptualizaciones para ser; el sentirte comunista no te hace comunista, eso lo hace tu actuar en la vida, el día a día, porque si vives como un burgués, eso serás; el ser miembro de algo no te hace pertenecer a ese algo; el estar instalado en algún lugar de un auditorio o votar a la izquierda de alguien, no te hace ser de izquierdas, el sentido de, no te da la garantía de ser de.
Los seres humanos tenemos la capacidad de cuestionarnos siempre la verdad, que es cambiante y tiene ángulos disímiles –todos estudiamos Historia de la Filosofía en las escuelas-, de saber y tener la visión de que la condición humana merece respeto, que ser humano es por sobre todas las cosas “ser”, aún más si es sensible, ama a la naturaleza y siente en su mejilla cualquier golpe dado en mejilla ajena, como lo proclamó un ciudadano del mundo, nacido en la Argentina y cubano porque si, asesinado hace más 50 años un 9 de octubre de 1967.
A lo largo de la vida he conocido a personas que son de derecha y se manifiestan en contra del bloqueo de los Estados Unidos contra Cuba, e incluso, en los duros momentos de la crisis económica de la década de los 90 del pasado siglo, ayudaron a nuestro país con recursos que contribuyeron a paliar la situación. Entonces creo que, a estas alturas, debemos pensar que, aunque los “términos académicos” existen, se deben respetar mientras sirven.
El Comandante en Jefe de la Revolución cubana clausuró en la Plaza de la Revolución el primer Congreso del Partido Comunista de Cuba, sometió a escrutinio popular sus tesis más importantes y todas las decisiones acordadas en el cónclave, incluida la membresía de sus órganos de dirección.
Los tiempos son otros, de no haber pandemia, el recién concluido VIII Congreso del Partido hubiera terminado de otra manera; muchos hubiéramos estado en la Plaza, y seguro estoy que, la gran mayoría de nuestros ciudadanos expresarían su parecer y apoyo a la Revolución “de los humildes, por los humildes y para los humildes”. Algún que otro disenso o desacuerdo tengo con el resultado de la cita, pero ahora lo fundamental es la unidad, que nos salvará; y aprovecho para recordar a los lectores el texto de la canción más famosa del movimiento obrero: “… Agrupémonos todos, en la lucha final, y se alcen los pueblos con valor, por la Internacional”.
[i] Báez, Luis y Pedro de la Hoz (2015): Monseñor Carlos Manuel de Céspedes se confiesa. Casa Editorial Abril. La Habana Cuba, 229 páginas. Pág. 70
[ii]Según el ritual, unas veces la izquierda y otras la derecha eran signos favorables.
[iii]Idioma del País vasco.
[iv] Ver discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, el 14 de octubre de 1991, en la clausura del IV Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Muy acertadas las reflexiones, son tiempos de ser y hacer y no de decir. Hacer lo correcto no tiene pq estar arropado x un posicion politica predeterminada, es un tema de conciencia, de valores y de buenos sentimientos.