Cuando se mira por primera vez el largometraje documental Pablo, realizado por Víctor Casaus en 1977, una sensación casi alucinante acompaña al espectador: en cualquier instante antes que finalice la película, podrían aparecer imagen y voz del periodista y escritor Pablo de la Torriente Brau relatando cómo y por qué se fue a España, a la guerra civil.
La lectura de sus textos escritos entre septiembre y diciembre de 1936 desde el mismo foco de la conflagración, transmiten una sensación parecida: este corresponsal ahora mismo está vivo y continuará enviando cartas, crónicas y apuntes.
No es del todo absurdo entonces que el anuncio reciente de la búsqueda de sus restos en el cementerio de Montjuïc, en Barcelona, provocara la extraña idea de que este joven apuesto, este tipo valiente, este talentoso y original narrador, podría haber estado a punto de regresar a La Habana, literalmente, de un momento a otro.
Nada de lo anterior va a ocurrir, por supuesto. Y ni siquiera, la tierra cubana tendrá la dicha de acoger los restos mortales del revolucionario que cayó combatiendo, en defensa de la República española, el 19 de diciembre de 1936, cerca de Madrid.
Después de seis décadas de sostenido batallar para recuperar a Pablo, nunca se estuvo tan cerca de lograrlo como en estos días. Justo desde el 28 de abril de 2021, una vez que la excavadora rompió el primer trozo de pavimento en el cementerio catalán, el sueño de las hermanas del héroe y del intelectual y diplomático Raúl Roa García pareció sacudirse de sus innumerables obstáculos y volverse voluntad cumplida.
Sin embargo, el 12 de mayo se conoció que las autoridades de Cataluña dieron por concluida la búsqueda ya que los peritos de la Dirección General de Memoria Democrática del Gobierno catalán descartaron la existencia de una fosa común en la zona del cementerio donde se realizó la excavación hasta la capa geológica –el nivel anterior a cualquier intervención humana–, sin hallar restos, según explicó en un comunicado la consejería de Justicia.
Unos días antes, el fundador y director del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, en La Habana, Víctor Casaus, decía a Cubavisión Internacional: “Está ocurriendo algo conmocionante, particularmente para la gente que hemos querido a Pablo durante décadas. Hay una gran posibilidad de que en ese sitio es donde estén esos restos”.
“El 20 de diciembre lo enterraron en un cementerio madrileño que ya no existe, Chamartín de la Rosa. Hay un testimonio visual muy importante que es el cadáver de Pablo en el ataúd y alrededor están Valentín González, El Campesino, jefe de la unidad a la que pertenecía Pablo, un asesor soviético y el poeta Miguel Hernández, que era subordinado de Pablo. De allí Miguel saldría a escribir su poema “Elegía Segunda” que para los pablianos y para el Centro es una especie de lema musical, también porque Silvio lo musicalizó cuando hicimos el documental Pablo.”
Víctor Casaus había comenzado a leer los escritos de Pablo de la Torriente desde que era un adolescente. Cuando se sumergió en su vida para realizar el documental, ya el periodista nacido en Puerto Rico en 1901 era, emocionalmente, alguien cercano para el entonces joven cineasta. Pero gracias a ese proyecto cinematográfico y al libro de testimonio que publicaría pocos años después, estrechó relación con sus hermanas y con su hermano político, Raúl Roa García.
“Sus cuatro hermanas vivieron trabajando por la memoria de Pablo y de ahí salen muchos elementos que después pudimos incorporar a los doce libros de Pablo que hemos publicado, hasta hoy, en Ediciones La Memoria. En el caso de Roa, desde que fue nombrado Canciller de Cuba, hizo las primeras acciones en aquella España que no es la de hoy, para tratar de encontrar los restos de Pablo. Fue una batalla sostenida durante décadas por Roa y cuando nació el Centro Pablo y participamos en las comisiones que se han creado para esto junto al Minrex, estábamos haciendo también un homenaje hermoso a Roa y a las hermanas”.
La Emabajada de Cuba en España así como su Consulado en Barcelona tendrían desde 1959 y hasta hoy una misión permanente: la lucha por conseguir un acuerdo con las autoridades españolas para encontrar a Pablo. Empeños siempre sujetos a los vaivenes del contexto político. Un largo expediente se iría nutriendo con los testimonios, investigaciones y gestiones de una y otra parte. En 2018, el Ayuntamiento de Barcelona y el Consulado General de la República de Cuba firmaron un convenio para los trabajos de recuperación y eventual repatriación.
“La pista que finalmente se siguió fue la que Zoe, hermana de Pablo, nos contó cuando estábamos haciendo el documental y es la que lleva al lugar donde se está excavando en este momento -contó Casaus pocos días después de que se iniciara la búsqueda.
“Zoe fue a Barcelona en los años 50. Y llegó al nicho donde Pablo había sido llevado después de exhumarlo de Chamartín en junio de 1937. Llegó allí y un sepulturero ya mayor le aseguró que había enterrado a Pablo junto con otros 11 republicanos, porque al final de la guerra sacaron los restos del nicho. Yo estuve años después en el lugar y reconstruí eso para mí y efectivamente, todo se corresponde. La otra posibilidad que se valoró, y que fue lo que detuvo la búsqueda durante muchos años, es que estuviera en una fosa común, que tiene más de 100 metros de largo y que hoy es un jardín hermoso, donde hay más de 5000 restos de víctimas de la guerra y de hambrunas posteriores.”
Pablo de la Torriente Brau llegó a España procedente de Nueva York, donde vivía su segundo exilio. Fue a la guerra civil como corresponsal de la revista estadounidense New Masses y del diario mexicano El Machete. Pero una vez allí se convirtió en comisario político y en combatiente. Para Casaus, Pablo era todo pasión y esa cualidad de su carácter se expresó también en la manera en que decidió irse a la guerra española.
“Asistió una manifestación en Union Square, en defensa de la República, en agosto del 36 cuando ya había ocurrido el alzamiento fascista. Cuando salió de allí, escribe en una carta: he tenido una idea maravillosa, me voy a España, a la revolución española. Algunos amigos que regresaban a Cuba en ese momento como Raúl Roa o Ramiro Valdés Dausá le dijeron que él debía regresar también aprovechando una amnistía, para reorganizarse, y él dijo que a lo mejor lo tomaban como aventurero, y no lo era, que iría a esa guerra para aprender para lo nuestro algún día, él quería ver como un pueblo derrotaba a un ejército fascista”.
Casaus por supuesto sabe de memoria esa frase pabliana y otras, como la que ha servido también de inspiración a generaciones de periodistas: Porque mis ojos se han hecho para ver las cosas extraordinarias y mi maquinita para contarlas. Y eso es todo. La escribió en carta dirigida a Roa el 18 de agosto de 1936, poco antes de partir para España.
“Siendo Ministro de Relaciones Exteriores, mi padre conoció, por camaradas españoles, que se sabía con certitud dónde estaban enterrados los restos de Pablo y, desde entonces, trabajó por su rescate. Claro, tuvo que hacerlo muy discretamente, dado que el régimen fascista de Franco, de saberlo, impediría su exhumación y traslado. Entonces no fue posible lograrlo. Algo para mi padre muy doloroso” – relató vía email Raúl Roa Kourí para este artículo, igualmente movido por la fe en el éxito en la reciente exploración en Montjuïc.
El también diplomático y escritor nació el mismo año en que murió Pablo de la Torriente Brau, sin embargo lo conoció desde muy pequeño: “En nuestra casa, que en esos años era la de mi abuelo Juan B. Kourí, era mención y recuerdo casi cotidiano. Todos habían sido sus amigos, y en años anteriores a la huelga de marzo de 1935, ‘pegaba la gorra’ a menudo en casa de Don Pepe, como llamaba a mi abuelo. Pablo era simpático, brillante, divertido y sus carcajadas eran antológicas. Un día confesó a mi abuela Josefina que se comería una bañadera llena de frijoles negros. En vista de que no tendría hijos, escribió a mi padre desde Nueva York, antes de irse a España: seré abuelo de los tuyos. Por eso su compañera, Teté Casuso, decía que era mi abuela. La figura de Pablo fue y sigue siendo para mí, homérica, inefable. Según mi padre, anudó con él la amistad más honda, limpia y alegre de su vida. De ello ha dejado testimonio en muchos de sus libros y publicaciones.”
Si no fue un aventurero, ¿sería acaso un optimista en exceso cuando en la víspera de su partida a la guerra civil española escribe: asistiré, sea como sea, el gran triunfo de la revolución. ¿O sería un adelantado cuando afirma, ya en el terreno de combate: Quien dice aquí con orgullo que España tiene que ser hoy la expectación el mundo, dice la verdad. Y quien comprende que en este combate a muerte contra el fascismo se resuelve algo más que el porvenir de España, tiene la justa visión de la realidad.
“Así termina mi documental Pablo, -recuerda Casaus- con un zoom a su cara. Él está sentado junto a Langston Hughes en una larga mesa, en un lugar de La Habana y un texto dice: venceremos. te lo aseguro. Porque ese era el espíritu y la materia que Pablo puso en todos aquellos empeños en su vida y que se basaban en una confianza grande, la que tuvieron muchos revolucionarios en aquel momento, en que la guerra no se iba a perder, como finalmente sucedió, por la ausencia de los gobiernos eruropeos que traicionaron y por la presencia brutal del nazismo y de la Italia de Mussolini. Ahí está ese lema, el No pasarán, que se lanzó por la Pasionaria y se cumplió hasta que finalmente la guerra se perdió.”
Ruth de la Torriente Brau (1915-2010) quizás entendió la naturaleza de su hermano de una manera más elemental y no por ello menos acertada. Este es el extracto de una entrevista que le realicé para la TV en 2001 con motivo del centenario del héroe: “Mi nombre lo escogió Pablo. Yo era la más pequeña de 5 hermanos. Cuando nací, él ya tenía 14 años. Era muy tranquilo, apegado a la lectura, silencioso. Mi hermana Zoe me decía que a veces era melancólico. Le teníamos mucho respeto porque, aunque era muy jocoso y bromista, también era serio. Una vez le dijo a Zoe: te traigo este artículo para que lo leas porque no es justo que yo sea el director, el redactor y hasta el vendedor y que además sea el único lector. Era un hombre atractivo que despertaba la picardía de nuestras amigas, pero era un amante fiel. Aficionado al deporte y a la música clásica. Fue un crecimiento para él trabajar junto a Fernando Ortiz. Su mayor cualidad, la justicia. Un día llegó a casa con una paliza por defender a un niño que era maltratado por su padre. Mi mamá le dijo: eso te pasa por ser Quijote. Mamá le decía Don Quijote porque siempre se estaba buscando problemas. Era muy desprendido, generoso, sumamente leal. Él tenía que llegar a ser lo que fue: revolucionario, internacionalista, porque él sufría por las demás personas, y sentía alegría cuando le proporcionaba alegría a otros. No pienso nunca que hubiera podido ver a mi hermano ya viejo, tenía que morir joven.”
85 años después de su muerte en combate y otra vez de cara a un inalcanzable regreso definitivo, tal vez sea un buen momento para repensarlo: “Cuando leí sus textos en mi adolescencia fue un hecho importante para mí ver la frescura, la manera participativa y antidogmática de su concepción revolucionaria y de sus letras. Me pregunté: ¿entonces se puede ser escritor de esta manera? y una segunda pregunta, incluso más importante para alguien que se está formando en esos momentos que vivíamos: ¿así que se puede ser revolucionario de esta manera? Y eso me ha acompañado en todo lo que he hecho sobre él y con el mismo Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau”. Así lo sintió Víctor Casaus allá por los albores del 60.
En un presente distinto, pero también convulso y desafiante… “yo creo y en el Centro creemos que Pablo le puede decir mucho a la Cuba actual. En la medida en que Pablo ha llegado a un sector amplio de personas con los programas que hemos auspiciado, ha habido una comprensión mayor de su legado, que nunca puede ser frío, muerto o terminado, sino que está activo entre nosotros.”
“Uno de lo trovadores que participó en el concurso Una canción para Pablo me dijo: lo que más agradezco no es el premio sino que gracias a esto yo me leí a Pablo y ahora sé quién es. Eso le ha pasado a muchos artistas jóvenes, sobre todo por ese espíritu revolucionario, iconoclasta, transgresor en el sentido profundo de la palabra, no en el sentido ese que se ve mucho ahora en las redes sociales, sino raigalmente transgresor, a favor de la revolución, y de la imaginación, que es otra forma de la revolución.”
“Por eso hemos divulgado mucho un fragmento de una de su cartas, de 1936, cuando le dice a Roa: Mis cartas son las actas oficiales de mi pensamiento. No tengo nunca miedo a escribir lo que pienso, ni con vistas al presente ni al futuro, porque mi pensamiento no tiene dos filos ni dos intenciones. Le basta con tener un solo filo bien poderoso y tajante que le brinda la interna y firme convicción de mis actos. No me importa tampoco nada, equivocarme en política. Pienso que sólo no se equivoca el que no labora, el que no lucha. Esa necesidad de riesgo que existe en la vida y en la sociedad es una de las enseñanzas de Pablo que en este momento nos está dando luz.”
Víctor Casaus esperaba en 2021 poder cumplir un mandato que guarda desde los años 80, luego de hacer la película y el libro, en los que Roa colaboró intensamente: “un día le pregunté al Canciller dónde y cómo debía ser el descanso eterno de Pablo en Cuba y entonces con ese gesto de la mano que tenía me dijo: en un sitio libre, en medio de la naturaleza, Pablo no es hombre de mausoleos ni estatuas de granito.”
Sin embargo, este 12 de mayo la Consejería de Justicia de Cataluña declaró que no se llevará a cabo una nueva perforación porque no existen otras hipótesis sobre el lugar de entierro de los restos del intelectual.
Ya el futuro dirá si se cumplirán o no los premonitorios versos del primero en el intento por resguardar el cuerpo de Pablo con vista a enviarlo a Cuba, el poeta español Miguel Hernández quien escribió en su ‘Elegía segunda’: Me quedaré en España, compañero / me dijiste con gesto enamorado / y al final sin tu edificio tronante de guerrero / en la hierba de España te has quedado.
Fragmento del documental Pablo, realizado por Víctor Casaus en 1977.
Imagen de portada: Dary Steyners.