Por Silvia Marimón
En julio de 1936 el escritor y brigadista cubano Pablo de la Torriente Brau asistió a un mitin a favor de la República española en Union Square y decidió que tenía que ir a España a luchar en la Guerra Civil. Participó en la Batalla de la Carretera de La Coruña, en el noreste de Madrid, entre el 29 de noviembre de 1936 y el 15 de enero de 1937. En uno de los días más cruentos por la superioridad numérica del enemigo y por la niebla, el brigadista cubano cayó y cinco soldados rescataron su cadáver de entre las líneas enemigas.
“Encontré a Pablo: estaba tendido en el suelo, boca arriba, el cuerpo todavía estaba caliente. Le grité, ‘Pablo’, pero no me contestó. Le quité la chaqueta y la camisa y vi que una bala le había entrado por el corazón y le había salido por el hombro”, escribía el soldado Justino Frutos, que fue compañero de Pablo de la Torriente Brau en la décima Brigada Mixta, comandada por Valentín González, el Campesino.
El cuerpo fue embalsamado y lo enterraron el 23 de diciembre de 1936 en el cementerio madrileño de Chamartín, y el 13 de junio de 1937 lo trasladaron al nicho número 3772 de Montjuïc con el propósito -así lo quería él y su mujer- de llevarlo a Cuba. Pero los republicanos perdieron la guerra y Pablo de la Torriente Brau nunca salió de Montjuïc.
Desde los años 60, el consulado cubano quiere recuperar los restos de este periodista y escritor cubano a quien el poeta Miguel Hernández dedicó el poema Elegía segunda que después Silvio Rodríguez convirtió en canción.
Pero exhumar los restos de Pablo de la Torriente Brau no es fácil. En el Registro de Cementerios de Barcelona consta que su cuerpo estaba embalsamado y que se depositó en el nicho 3772 en una concesión temporal por dos años. El 26 de septiembre de 1939, según se especifica en el mismo registro, se acabó la concesión, se sacaron sus restos del nicho, y se colocaron en una fosa. En ningún lugar se especifica cuál.
Un estudio elaborado por la Sociedad de Ciencias Aranzadi, la Asociación Científica ArqueoAntro, la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales y la Universidad del País Vasco reivindica su exhumación y da muchos detalles sobre dónde podría estar enterrado De la Torriente. El antropólogo Javier Iglesias, de la Sociedad ArqueoAntro, que ha participado en más de 40 exhumaciones, destaca la importancia de que los restos del brigadista cubano sean desenterradas: “Es vital recuperar los restos de aquellos que vinieron a luchar en España contra el fascismo y, además, lo reivindican desde los años 60”, asegura.
En 1963 Isidro Rosales Quesada, técnico de la Embajada de Cuba, redactó un informe para localizar la tumba de De la Torriente. Rosales contaba que había visto el nicho y que los trabajadores del cementerio le habían indicado la fosa donde se la había enterrado en 1939: “Está al lado del nicho y la fosa está totalmente sellada”, aseguraba Rosales. En ese momento, sin embargo, la exhumación fue imposible.
Conversaciones con la Generalitat
En 1970 la hermana de Pablo de la Torriente Brau, Zoe, se entrevistó con el enterrador que sacó el brigadista cubano de su nicho y lo trasladó a la fosa, y le indicó el mismo lugar que mencionaba Rosales.
“Esta persona, con la ayuda de un libro de referencia que utilizan los trabajadores del cementerio, la llevó al lugar que él recordaba y, sin dudarlo, señaló el punto exacto donde se depositaron los restos del Pablo y de once adultos más y dos fetos, que podrían proceder de otras sepulturas temporales o bien haber llegado ese mismo día en el cementerio”, afirma el estudio.
En otro documento se detalla que, según el enterrador, los otros once enterrados podrían ser fusilados. Años más tarde, otra hermana del Pablo, Nora, fue al cementerio y el enterrador le indicó el mismo lugar.
La dirección general de Relaciones Institucionales de la Generalitat admite que está en conversaciones con el consulado cubano -hay prevista una reunión esta semana-, pero que aún no puede adelantar qué acciones emprenderá. Iglesias cree que es importante abrir una zanja y averiguar qué hay debajo del lugar que señalaron tanto Rosales como las dos hermanas del brigadista: “Puede ser un osario, una fosa individual o colectiva”, apunta Iglesias. “La familia señala un lugar pero en esta zona no tenemos constancia de que hubiera habido ninguna fosa. Hoy en día no tendría ningún sentido que enterraran alguien allí, pero era en 1939 y entonces podía pasar de todo”, dice el director general de Cementerios de Barcelona, Jordi Valmaña. En cualquier caso sería la primera exhumación de este estilo que se hace en el cementerio de Montjuïc.
Una mata de pelo
El equipo de Iglesias aporta también pruebas genéticas. En 2009, Zoe de la Torriente Brau entregó a Vicente González, presidente de la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales, una mata de pelo que su hermano le había dado poco antes de venir a luchar en la Guerra Civil Española: “Es todo un reto para los genetistas, porque nunca antes se había tenido material genético de una persona represaliada, pero también se podría comparar con familiares no directos [ni Pablo ni sus hermanas tuvieron hijos pero la Asociación de Amigos de las Brigadas internacionales está intentando localizar familiares de tercer grado que viven en España] o pedir al gobierno cubano que exhumar los restos de alguna de sus hermanas enterradas en Cuba”, dice Iglesias.
Uno entre mil brigadistas cubanos
Víctor Casaus es el director del Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, fundado en 1996 en La Habana para preservar el archivo y toda la documentación del escritor y brigadista cubano. Han publicado toda su obra en doce volúmenes: “Raúl Roa [un escritor y diplomático cubano] intentó en muchas ocasiones encontrar los restos del Pablo, incluso durante el gobierno franquista, pero no lo consiguió”, asegura Casaus.
“En Cuba es muy conocido como escritor, por su obra periodística. Escribió Crónicas de la guerra en sólo tres meses, los que estuvo luchando, y porque vino en España, como más de mil cubanos, para defender la República”, añade.
Pablo de la Torriente Brau nació en Puerto Rico el 12 de diciembre de 1901 y se trasladó a Cuba con su familia en 1913, donde su padre fundó el Colegio Cuba. Se matriculó en la Universidad de La Habana pero nunca se licenció porque se involucró en la lucha política contra la dictadura de Gerardo Machado. Escribía en diferentes publicaciones y estuvo en prisión dos veces. Soñaba ser capitán de barco y superó todas las pruebas de la Escuela Naval de Cuba pero al final del examen salió su espíritu rebelde y escribió: “En Cuba, senador es sinónimo de botellero [aprovechado]”.
Se exilió en Nueva York dos veces y se ganó la vida fregando platos y vendiendo helados. Allí fue donde decidió que tenía que irse a España a luchar: “He tenido una idea maravillosa. Me voy a España, a la revolución española. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? Estaré cuando ni Hitler ni Mussolini puedan sostenerse más y se lancen a la guerra, y entonces vendrá la batalla definitiva entre oprimidos y represores. Y asistiré, sea como sea, el gran triunfo de la revolución”, escribió.
El 1 de septiembre, este escritor y periodista al que Cuba ha dedicado una fundación muy activa a nivel cultural, cogió un barco para ir a España. De momento, 81 años después, todavía no ha salido. “Me quedaré en España, compañero / me dijiste con gesto enamorado/ y al final sin tu edificio tronante de guerrero/ en la hierba de España te has quedado”, escribía Miguel Hernández en el poema que le dedicó.
(Tomado del Facebook de Víctor Casaus)