En 2018, Tommy Robinson, activista de ultraderecha, publicó un video en YouTube en el que afirmaba haber sido agredido por un migrante africano en Roma.
La imagen y el título de ocho palabras que promocionaban el video indicaban que Robinson había sido agredido por un hombre negro a la salida de una estación de tren. A continuación, en el video, Robinson le daba un puñetazo al hombre en la mandíbula y lo hacía caer al suelo.
El video fue visto más de 2,8 millones de veces, y llegó a las noticias en los tabloides de derecha de Gran Bretaña, donde Robinson ganaba rápidamente notoriedad por sus opiniones antinmigrantes y antislámicas.
Para Caolan Robertson —un cineasta que trabajaba para Robinson y ayudó a crear el video— fue un momento instructivo. Mostró los ingredientes clave necesarios para atraer la atención en YouTube y otros servicios de redes sociales.
El video hizo eco de los sentimientos antinmigrantes en el Reino Unido y en toda Europa. Además se centraba directamente en el conflicto, yendo rápidamente de una escena a otra entre gritos y empujones antes de mostrar el puñetazo de Robinson. También tergiversó lo que realmente había sucedido.
“Elegíamos el momento más dramático, o lo fingíamos y lo hacíamos parecer más dramático”, dijo Robertson, de 25 años, en una entrevista reciente. “Nos dimos cuenta de que, si queríamos tener futuro en YouTube, había¡ que estar impulsado por la confrontación. Cada vez que hacíamos ese tipo de cosas, se viralizaba mucho más que cualquier otra cosa”.
Robertson después produciría videos para grandes personalidades derechistas de YouTube en ambos lados del Atlántico, como Lauren Southern, Stefan Molyneux y Alex Jones.
Los videos estaban diseñados para entrar a la “cámara de eco” que suelen crear las redes sociales como YouTube. Para que el usuario siga mirando, YouTube le ofrece videos similares a los que ya ha visto antes. Sin embargo, cuanto más tiempo se vean, más extremos pueden volverse los videos.
“Puede dar lugar a personas muy radicales que son como gurús”, comenta Guillaume Chaslot, un exingeniero de YouTube que ha criticado la forma en que los algoritmos de la compañía llevan a la gente a los contenidos extremos. “En términos del tiempo en que un usuario se queda viendo un video, un gurú es maravilloso”.
Las empresas tecnológicas, los reguladores y las personas de todo el mundo están esforzándose por comprender y controlar el enorme poder de YouTube y otros servicios de redes sociales. En 2019, YouTube hizo “cambios importantes en la forma de recomendar videos y evitar la propagación de información falsa y contenido de odio”, dijo Farshad Shadloo, portavoz de la compañía, mediante un comunicado. Excluyeron a Molyneaux y Jones de la página, pero los videos extremistas siguen difundiéndose.
Con el tiempo, Robertson dijo que se dio cuenta de que los videos en los que trabajaba avivaban un odio peligroso. Y en 2019, en una conferencia en el Reino Unido dirigida por un periódico de izquierda, The Byline Times, Robertson se distanció de su trabajo con la ultraderecha. Su cambio de parecer fue recibido con cierto escepticismo.
“Lo presentaron como un hijo pródigo”, dijo Louise Raw, una activista antifascista que estuvo presente durante el acto de contrición de Robertson. “Pero no ha rendido cuentas”.
Ahora Robertson está detallando las formas en que él y sus colaboradores buscaron conflictos para ganar popularidad en YouTube.
Los esfuerzos para contactar a Robinson fueron infructuosos, y Jones no respondió a las múltiples peticiones de hacer comentarios. Southern dijo que no debía ser caracterizada como activista de ultraderecha, pues dijo que simplemente es conservadora. No fue parte de “una horrible estafa de extrema derecha que intentaba engañar a la gente para que viera nuestro contenido”, añadió. “Solo estábamos haciendo lo que hace cualquier otro ‘youtuber’”.
Las imágenes en bruto del episodio en Roma, proporcionadas por Robertson y revisadas por The New York Times, muestran que el video de YouTube fue editado para dar la falsa impresión de que Robinson había sido amenazado. La grabación completa muestra que él fue el agresor.
[Video: Un fragmento de la grabación facilitada al Times. Las imágenes en bruto del incidente en Roma, facilitadas por Robertson, muestran que Robinson fue el agresor].
Cuando el hombre se dio cuenta de que lo estaban filmando desde el otro lado de la calle, se acercó a la cámara y Robinson lo empujó hacia un auto que se acercaba. Cuando el hombre protestaba, llamando loco a Robinson y diciéndole que se ocupara de vivir su propia vida, Robinson intensificó la discusión.
“Esto va a acabar así…”, le dijo al hombre. “Vas a terminar tirado e inconsciente”.
Durante los más de dos años que ayudó a producir y publicar videos para Robinson y otros, Robertson aprendió cómo hacer ediciones inteligentes y centrarse en la confrontación podía ayudar a atraer millones de visitas en YouTube y otros servicios. También aprendió cómo el algoritmo de recomendación de YouTube a menudo llevaba a la gente a los videos extremos.
“Eso hizo que hiciéramos cada vez más videos extremos”, relató Robertson.
Robertson creció en Irlanda y, tras el divorcio de sus padres, se trasladó con su padre a una zona predominantemente obrera del norte de Inglaterra. Al darse cuenta desde muy joven de que es gay, a menudo se sentía como un extraño. Sin embargo, dijo que se encontró con una homofobia más abierta cuando se mudó a Londres para estudiar la universidad y recorrió los barrios mayoritariamente musulmanes del East End de la ciudad.
Tras el tiroteo de 2016 en una discoteca gay de Orlando (Florida) —en el que un hombre musulmán que juró lealtad al grupo Estado Islámico mató a 49 personas e hirió a otras 53—, Robertson desarrolló una animosidad extrema hacia los musulmanes, especialmente los inmigrantes. Su ira fue alimentada en gran parte, dijo, por videos que vio en YouTube.
Empezó a ver videos de medios convencionales, como un episodio del programa de HBO Real Time With Bill Maher en el que Sam Harris, autor y presentador de un pódcast, abogaba por una mayor crítica de las creencias musulmanas. El algoritmo de recomendación de YouTube sugería videos más extremos en los que participaban personalidades como Robinson, que nació como Stephen Yaxley-Lennon y es un antiguo miembro del Partido Nacional Británico, un grupo neofascista y nacionalista blanco.
En 2017, Robertson se puso en contacto con Robinson y pronto empezó a trabajar con él como productor de videos. Para finales de ese año, también colaboraba con Southern, una activista canadiense.
Robertson dijo que, sabiendo lo que atraía más atención en YouTube, él y Southern ideaban apariciones públicas destinadas a generar conflictos. Ese diciembre, asistieron a una marcha de mujeres en Londres y, con Southern interpretando el papel de reportera de televisión, se dirigían a cada mujer con la misma pregunta: “¿Los derechos de las mujeres o el Islam?”.
A menudo recibían una respuesta confusa, comedida o educada, según Robertson. Siguieron formulando la pregunta y la afinaron. Southern, por ejemplo, dijo que sería difícil para las mujeres musulmanas responder a la pregunta porque sus maridos no las dejarían asistir a la marcha. Eso provocó la ira de la multitud.
“En los videos parece que solo intentamos averiguar lo que está pasando, reunir información, entender a la gente”, dijo Robertson. “Pero en realidad, estábamos tratando de encontrar la manera más incendiaria de hacerlos enojar”.
La imagen en YouTube indicaba un enfrentamiento: una mujer gritaba mientras Southern se alejaba. Como solía hacer, Robertson agudizó el contraste visual del vídeo —aclarando los colores blancos y oscureciendo los negros—para hacer que la escena pareciera más dramática.
Southern describió la situación de otra manera. “Hicimos la pregunta porque sabíamos que iba a obligar a la gente a cuestionar sus propios puntos de vista políticos y a darse cuenta de la contradicción que supone ser una feminista empedernida, pero también apoyar una religión que, francamente, tiene prácticas cuestionables en relación con las mujeres”, dijo. Y, añadió, utilizaron técnicas de video que cualquier empresa de comunicación utilizaría.
Al año siguiente, Robertson y Southern viajaron hasta Sudáfrica, Australia y Nueva Zelanda para crear videos similares. Según las estadísticas del canal revisadas por el Times, mientras estuvo activo el canal de Southern en YouTube, sus videos fueron vistos más de 63 millones de veces.
Más del 71 por ciento de las personas que vieron estos videos no se habían suscrito a su canal de YouTube. En 2018, en el punto álgido de su popularidad, al menos el 30 por ciento de las visualizaciones se produjeron después de que los videos fueran recomendados automáticamente al espectador por los algoritmos de YouTube.
Molyneux le rehuyó al tipo de conflicto que Southern acogió. Se presentó como un filósofo en línea. Sin embargo, el material que editaba Robertson insinuaba “ideas de ultraderecha que atraían a los etnonacionalistas, la audiencia de ultraderecha”, comentó.
En 2018, el par viajó a Polonia para hacer un video que presentaba al país como un lugar libre de penurias y miseria. El subtexto era que eso se debía a que Polonia es predominantemente blanca. Mediante un correo electrónico al Times, Molyneux dijo: “Fue agradable estar en un país en el que no tuve que contratar seguridad para protegerme”. Añadió que se sintió igual cuando visitó Hong Kong.
A principios de 2019, Robertson se desilusionó. Hubo una notable caída del tráfico en el canal de YouTube de Southern. Más o menos al mismo tiempo, YouTube comenzó a eliminar más videos que la empresa consideraba que fomentaban la violencia y difundían información errónea.
Después de que un hombre australiano matara a 51 personas en dos mezquitas de Christchurch, Nueva Zelanda, —impulsado en parte por creencias antinmigrantes propagadas en YouTube—, Robertson se dio cuenta, según dijo, de que los videos que había hecho provocaban el mismo tipo de violencia que se vio en el club nocturno de Orlando en 2016.
“Sentí que ese día había llegado al fin de un ciclo”, comentó.
Ahora Robertson supervisa Byline TV, una rama de video de The Byline Times. También dirige una nueva organización, Future Freedom, que busca desradicalizar a los extremistas de derecha. Sigue contando las visitas en YouTube.
Robertson se jactó hace poco en un texto de que en un día un video sobre Jones, el teórico de la conspiración con el que una vez trabajó, había sido visto más de 250.000 veces.
*Cade Metz es corresponsal de tecnología y cubre inteligencia artificial, coches autónomos, robótica, realidad virtual y otras áreas emergentes. Antes trabajó para la revista Wired. @cademetz
(Tomado de The New York Times)