Cuando en los meses de junio a agosto de este año escaseen los alimentos en territorios pertenecientes a África occidental y central, antes de las próximas cosechas, más de 31 millones de personas serán víctimas de la inseguridad alimentaria, un número doloroso que -según un análisis del Comité Interestatal Permanente para el Control de la Sequía en el Sahel- es el más alto registrado en la mayor parte de la década.
De acuerdo con el Programa Mundial Alimentos (PMA), esa realidad responde a tres condicionantes: los conflictos u otras formas de violencia, la pandemia de la COVID-19 y el aumento desproporcionado de los precios de los alimentos.
Millones de personas hambrientas y desesperadas -como notificó el director regional del PMA para África occidental, Chris Nikoi- llevan la marca de la miseria, multiplicada innumerables veces por “el incesante aumento de los precios” de los alimentos.
Para Nikoi sería imperdonable que el “2021 se convierta en el año del recorte de raciones”, por lo cual sigue siendo una prioridad, al menos hasta que los mercados se estabilicen, la asistencia alimentaria que a su vez, “puede ser, en estos momentos, la única fuente de esperanza para las familias”.
El PMA detalló que algunos alimentos básicos han subido casi un 40 por ciento con respecto al promedio de cinco años anteriores; mientras, en algunas áreas, los precios han aumentado en más del 200 por ciento, en tanto los ingresos se han desplomado en sectores como el comercio, el turismo y las remesas.
La escalada de la violencia, altamente preocupante en algunas partes de África occidental, obliga a las personas a huir de sus hogares. Entre los países afectados se incluyen Burkina Faso, Malí, Níger y la República Centroafricana, así como áreas en el norte de Nigeria y en las regiones del noroeste y suroeste de Camerún. Desde esta perspectiva, el PMA informó que los emigrantes corren un riesgo especial de inseguridad alimentaria aguda.
Financiar las operaciones que garanticen la alimentación de los habitantes de 19 naciones de África occidental y central, durante los próximos seis meses, requerirá de 770 millones de dólares; durante el año, de 5.500 millones de dólares y además de la urgente necesidad de detener las tensiones bélicas y civiles y permitir la entrada de grupos humanitarios a las zonas más vulnerables.
Un informe de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el PMA advirtió, a finales de marzo, que el hambre aguda se incrementará en más de 20 países en los próximos meses en caso de no aumentar la asistencia humanitaria en las regiones necesitadas.
Así, es previsible que los conflictos se prolonguen o aumenten en algunas partes de Afganistán, Etiopía, al norte de Nigeria, al norte de Mozambique, la República Centroafricana, la zona central del Sahel, Somalia, el Sudán y Sudán del Sur.
Probablemente -precisa el informe- los fenómenos climáticos extremos y los meteorológicos provocados por La Niña continuarán en abril y mayo incrementando el hambre desde Afganistán y Madagascar hasta el Cuerno de África.
A ese contexto se suman los brotes de langosta del desierto en África oriental y en la costa del Mar Rojo y en África austral, partes de Angola, Botswana, Namibia, Zambia y Zimbabwe, donde la langosta migratoria africana amenaza con devastar los cultivos de verano.
Sudán del Sur, Yemen y el norte de Nigeria continúan siendo las naciones con mayor riesgo de sufrir niveles de inseguridad alimentaria aguda crecientes y peligrosamente elevados.
Por ejemplo, en el Estado de Jonglei, en Sudán del Sur -resalta la investigación- desde octubre y noviembre de 2020, era casi seguro que la población afrontara la hambruna, una situación que se prolongará durante el período de escasez comprendido entre abril y julio de este año.
En el caso de los distritos yemenís de Al Jawf, Amran y Hajjah, se estima que el número de personas con inseguridad alimentaria en grado de catástrofe se ha triplicado, alcanzando las 47.000 personas en junio de 2021.
Las previsiones para Nigeria son desastrosas también. En los meses de junio, julio y agosto se espera que el número de individuos que padezcan la inseguridad alimentaria aguda en grado de emergencia, prácticamente se duplique en comparación con igual periodo del año pasado.
“Estamos viendo gestarse una catástrofe delante de nuestros ojos” -dijo en una ocasión David Beasley, director ejecutivo del PMA a lo que agregó: “La hambruna provocada por los conflictos y agravada por las perturbaciones climáticas y la pandemia de COVID-19 está llamando a la puerta de millones de familias”. El mundo deberá, definitivamente, saber cómo cerrarlas.
(Tomado de Cuba en Resumen)