Por Rodrigo Suñe y Giovani del Prete
El problema de las vacunas está ligado umbilicalmente al tema del hambre, el desempleo, las deudas y los bloqueos criminales. A más de un año del inicio de esta pandemia, una cosa es cierta: solo la vacunación masiva, pública y gratuita, es la solución para revertir esta situación de muertes y tragedias.
En teoría, ya sabemos cuál debería ser la respuesta. En la práctica, empresas y gobiernos de todo el mundo están librando una guerra paralela a la guerra contra el virus.
La guerra por la vulneración de la propiedad intelectual para producir la vacuna ha sido el gran conflicto que expone las desigualdades entre el Norte y el Sur Global en medio de la pandemia.
Aquí estamos hablando del llamado “nacionalismo de la vacuna”, caracterizado por la reproducción del apartheid médico existente entre los países imperialistas y los países de la periferia del mundo.
Según datos de Oxfam (2020), con el 14% de la población mundial, los países ricos compraron el 53% del stock mundial de vacunas prometido por la industria farmacéutica. Muchos de estos países ya han garantizado unas tres dosis para cada uno de sus habitantes. Canadá, por ejemplo, tiene el equivalente a cinco dosis para cada uno de sus ciudadanos.
Por otro lado, el mismo estudio señala que solo una de cada diez personas en países pobres podrá recibir el inmunizador a fines de 2021. Con esta tasa de vacunación, la población de países de ingresos medios estará inmunizada en 2022, y la de los países pobres en 2023 o 2024. Una tragedia.
La siguiente tabla, de la plataforma Our World in Data, coordinada por la Universidad de Oxford, muestra la distribución de las dosis de vacuna administradas por cada 100 habitantes de cada país. Los países azul oscuro (Norte Global) tienen más de dos dosis del inmunizador en stock para cada habitante.
Pero, ¿qué explica y cómo podemos solucionar este problema? Este apartheid médico entre el Norte y el Sur Global tiene sus raíces en la propiedad privada.
El estudio «Alerta Roja: vacuna popular», elaborado por el Instituto Tricontinental, muestra que la producción a gran escala del agente inmunizante se ve impedida por la vigencia del régimen de patentes, que garantiza a las grandes empresas farmacéuticas la propiedad intelectual de la receta (conocimientos e insumos) de producción de vacunas.
No es casualidad que India y Sudáfrica lideren el llamamiento a la Organización Mundial del Comercio (OMC) para suspender temporalmente las patentes relacionadas con inmunizadores y suministros para combatir la Covid.
Sin embargo, gracias a inversiones públicas multimillonarias en sus laboratorios privados, los países del Norte Global son precisamente los principales defensores del régimen de patentes, legitimando así el derecho al monopolio y la realización de ganancias exorbitantes en medio de una pandemia.
Toda pobreza extrema es hermana gemela de la riqueza extrema. Este es el resultado de la tendencia estructural de concentración y centralización del capital. En otras palabras, este apartheid médico revela la naturaleza imperialista del Norte Global, que antepone las ganancias de su burguesía a las vidas de 7.700 millones de seres humanos.
La salida de esta catástrofe más que anunciada solo puede ser colectiva, coordinada a nivel mundial. O todos ganan esta carrera por la vacuna o nadie ganará. Es así de simple.
Además de Estados Unidos, Reino Unido y la Unión Europea, Brasil es el único país fuera del Norte Global que tampoco aboga por la ruptura temporal de patentes, contribuyendo al mantenimiento de la lógica del lucro por encima de la vida, estando al lado de monopolios internacionales y ser cómplice de la tragedia humanitaria.
Vale la pena recordar que este país latinoamericano incluso podría estar produciendo vacunas a gran escala si se compartiera información y métodos de fabricación del inmunizador. Sin embargo, la orientación de la actual política exterior brasileña, de subordinación pasiva al imperialismo, impide al gigante latino cooperar con otras naciones para una solución más rápida a esta crisis de salud.
Brasil debería estar del lado de los más de 100 países que avalan esta propuesta con la OMC. En cuanto a las vacunas, además del fin de las patentes, también debemos invertir en la iniciativa Covax Facility, una coalición de más de 160 países de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para que haya una distribución justa y equitativa de las vacunas en el mundo.
Sin embargo, aunque es la medida más urgente, la producción de vacunas por sí sola no resuelve el problema. Como nos explica Vijay Prashad, además del apartheid médico, también existe el apartheid del dinero y la comida. Juntos, estos tres apartheids estructuran sociedades en todo el mundo, lo que significa que cualquier esfuerzo para superar estas crisis debe incluir políticas de empleo, ingresos, salud pública y soberanía alimentaria.
Ante este diagnóstico, son muchos los desafíos que se imponen a todas las organizaciones políticas, movimientos populares, gobiernos progresistas, y a todos y a todos los que defienden la vacuna como un bien para la humanidad, una lucha que tiene, en esencia, una lucha anti- carácter imperialista.
(Tomado de Resumen Latinoamericano Argentina)