Desde hace muchos años los que solían buscar en las páginas culturales de los diarios nacionales (Granma, Juventud Rebelde, Trabajadores) o en revistas semanales (Bohemia) alguna reseña o crítica sobre algún filme estrenado, comentarios acerca de un programa televisivo, valoraciones respecto a una obra teatral presentada en determinados escenarios, enjuiciamientos de espectáculos musicales en espacios cerrados o abiertos, análisis críticos sobre libros aparecidos en las estanterías de venta, o notas evaluativas sobre producciones discográficas, vieron que con el tiempo estas notas periodísticas fueron disminuyendo, hasta el punto de prácticamente desaparecer.
Conocidas son las dificultades con el suministro de papel debido a la falta de materia prima y al encarecimiento del proceso productivo de los materiales impresos, dada la limitación de recursos a que se halla sometido el país. Por ello fue política administrativa, desde hace ya décadas, jerarquizar publicaciones especializadas respecto a cada una de las manifestaciones artísticas: Cine Cubano, Tablas, Cuba en el ballet, Artecubano, etcétera, para liberar espacio en las publicaciones diarias y permitir a los amantes de cada una de estas artes encontrar textos críticos o valorativos que pudieran satisfacer los intereses individuales de cada cual en una publicación particular.
El Ministerio de Cultura —creado en 1976— heredó la edición de Revolución y Cultura, surgida en los años sesenta del pasado siglo: una revista que recogía —entre sus artículos— reseñas críticas sobre diversos temas artísticos, destinadas a un público menos cultivado en estos aspectos, con el fin de proporcionar un panorama general del quehacer artístico en la Isla. La Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), por su parte, con La Gaceta de Cuba— aparecida por primera vez en abril de 1962—, brinda ensayos y textos críticos más enjundiosos, con firmas de ilustres representantes de la intelectualidad cubana.
La radio y la televisión nacionales han contribuido a la divulgación de la programación de muchas ofertas culturales en la Isla. Pero tanto en uno como en otro medio no puede hablarse de espacios permanentes y sistemáticos de análisis que no fueran fundamentalmente los dedicados a temas cinematográficos. En las frecuencias radiales, la crítica cultural no ha podido desarrollarse con todo su potencial, fundamentalmente por el breve tiempo asignado a estos espacios o programas para poder fundamentar mejor los criterios expuestos, lo que requiere de una habilidad comunicacional y una maestría de síntesis de los conductores, requisitos no muy fáciles de reunir en una sola persona.
En televisión, ya desde 1960 comenzaron los programas cinematográficos en los cuales se realizaban comentarios de los filmes que se presentaban. Se ponía siempre mayor énfasis en los aspectos históricos e ideológicos que en los específicamente cinematográficos, aunque siempre tuvieron a especialistas muy capacitados, de amplia cultura y con una virtud como buenos comunicadores debido a sus experiencias como profesores de aula (José Manuel Valdés Rodríguez, Mario Rodríguez Alemán, entre ellos). A partir de 1967, con 24 x segundo, pero sobre todo desde 1970 en que asume su conducción el crítico y realizador Enrique Colina se consigue un mayor equilibrio en el análisis de los filmes cuyo estreno se promovía, pues se proporcionaba un discurso más ameno en la deconstrucción de los elementos de forma y contenido vinculados con el contexto social; en 1974 otro espacio fílmico, Historia del cine, sentó pautas en el decursar de la crítica audiovisual con los aportes de José Antonio González y más tarde, de Carlos Galiano, quien a cerca de cinco decenios de existencia del programa nos entrega sucintas clases magistrales en sus presentaciones, con análisis críticos como los efectuados el pasado lunes 5 de abril antes de la exhibición de El trono de sangre, de Akira Kurosawa.
No se pretende hacer aquí un recuento de la crítica cultural cinematográfica en la prensa, la radio o la televisión, en nuestro país; solo esbozar algunos hitos históricos más o menos recientes que han dejado su huella en los lectores, oyentes o espectadores. Después del fallecimiento de una figura prestigiosa de la crítica cinematográfica como Mario Rodríguez Alemán —que durante lustros dominó este ámbito en la prensa plana y en la pequeña pantalla—, aparece la sección Crónica de un espectador, de Rolando Pérez Betancourt, en Granma, en la cual el conocido periodista y escritor comienza a plasmar sus opiniones y apreciaciones fílmicas, que luego maduran en un estilo propio, lo que le permite más adelante también asumir la conducción de espacios cinematográficos en televisión. Coexistiendo con Rodríguez Alemán en la prensa periódica en su momento, existieron valiosos periodistas como Roberto Branly, Alejandro G. Alonso y Teresa González Abreu que también reseñaban los filmes de estreno. La revista Cine Cubano vio enriquecida sus páginas con trabajos de cineastas que mostraron igualmente su talento con la pluma: Fernando Pérez, Daniel Díaz Torres, Enrique Pineda Barnet, entre otros.
En la radio, donde los espacios de crítica sobre cine han tenido por lo general una duración efímera, en noviembre de 1991 surge en la emisora CMBF el programa Cine Paraíso, a cargo de Jorge Yglesias, que se mantiene en el aire después de cerca ya de tres décadas, y en cuya sección El ángel exterminador, se comentan filmes importantes programados en la Cinemateca de Cuba. Otros nombres como los de Frank Padrón Nodarse (Cine de Nuestra América), Antonio Mazón Robau (Toma Uno), Luciano Castillo Rodríguez (De cierta manera) y Joel del Río Fuentes (Te invito al cine), con posterioridad se encuentran igualmente entre los más reconocidos del gremio de la crítica cinematográfica en la pequeña pantalla nacional, y han nutrido el caudal apreciativo del público televidente. Rufo Caballero, prolífico autor de ensayos y críticas, en su breve pero intensa vida creativa, no solo se limitó a la esfera de la crítica cinematográfica sino además ejerció la de artes plásticas, el videoclip y el audiovisual, en general, con participación en el recordado y polémico espacio televisivo La columna, en la primera década de este siglo.
En 1993 se celebra el Primer Taller de Crítica Cinematográfica de Camagüey, auspiciado por el Centro Provincial de Cine de esa ciudad, en cuya organización desempeñaron un papel primordial su director Armando Pérez Padrón y los especialistas Juan Antonio García Borrero y Luciano Castillo Rodríguez, que se ha venido efectuando regularmente desde entonces, y en el cual críticos y personalidades artísticas invitadas han analizado temas fílmicos nacionales e internacionales, con consiguientes logros en el desarrollo futuro de la apreciación cinematográfica de los participantes. Se han publicado memorias de estos encuentros que evidentemente constituyen fuente de consulta para investigadores. En ese mismo año de 1993 se crea la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica que tiene entre sus funciones la promoción y el desarrollo de la cultura fílmica. García Borrero —miembro de dicha asociación, y residente de Camagüey—, al igual que Castillo Rodríguez han publicado numerosos libros de crítica e investigación cinematográficas.
Se extrañan en los tiempos actuales los comentarios críticos que uno podía leer sobre programas radiales y televisivos en las páginas de Bohemia en la segunda mitad del siglo xx, firmados por periodistas como Orlando Quiroga, Pacopé e Ilse Bulit, así como los relativos a cine, escritos por Azucena Plasencia o E. Valper, en esa misma publicación; o los de Soledad Cruz o Mercedes Santos Moray en Juventud Rebelde y Trabajadores respectivamente en las dos décadas finales de ese último siglo, que posibilitaban discrepar o disentir de sus opiniones. Sahily Tabares se ha perfilado, en los más recientes lustros, como una de las periodistas dedicadas a la crítica cultural, y en especial, a la audiovisual.
A la vuelta del nuevo siglo, con la aparición de internet y el fenómeno de la red de redes, se ha podido acceder a una interminable variedad de fuentes periodísticas nacionales e internacionales para buscar información y leer críticas, comentarios, reseñas, artículos, ensayos, ya no sobre una obra de una manifestación artística específica, sino sobre temas determinados más generales.
Este hecho, y la cada vez más crítica situación con el papel han conducido a que las más jóvenes generaciones recurran a sus celulares o a las pantallas de sus computadoras o tablets, y no a comentarios impresos, para estar al tanto de las novedades artísticas. Similarmente, algunos jóvenes críticos prefieren realizar sus publicaciones en la web, porque consideran que llegan a un mayor número de receptores, al igual que les permite abordar asuntos culturales más conflictivos sin interferencias administrativas intermedias. Entre los más recientes autores nacionales cultivadores de la crítica audiovisual se hallan Dean Luis Reyes (Pantalla documental, Secuencia crítica), Ángel Pérez Velázquez, Antonio Enrique González (Lente joven), Daniel Céspedes (Ve y mira, programa del Canal Habana), que ya cuentan con diversos trabajos significativos publicados.
¿Pero acaso buscan los jóvenes artículos de crítica cultural en estos soportes? ¿Cuál es en realidad el estado de la crítica cultural en Cuba en estos momentos?
Opino que en la prensa diaria o en publicaciones especializadas nacionales se habla continuamente de la necesidad de preservar nuestra cultura —puesto que esta es la que nos define como nación—, y de la importancia de la crítica cultural. Se hace referencia constante a la imprescindible defensa de nuestros valores autóctonos frente a aquellos que intentan destruirlos. Pero la repetición abusiva de consignas que aboguen por estos justos ideales, puede provocar que estas se vuelvan contra ellos, y que los jóvenes, más proclives a la irreverencia o a la rebeldía, lleguen a rechazar estos preceptos.
De ahí que la crítica cultural ineludiblemente debe manejar un lenguaje lo suficientemente atractivo y asequible a todos, desprovisto de lo que pueda parecer pura propaganda ideológica, con un procedimiento que no se asemeje al de un manual de recetas en orden estricto de cumplimiento. Debe ser creativa, sin caer en el empleo de neologismos o vocablos ininteligibles para evitar impresionar al lector como si el autor fuera un erudito supremo que refleje la imagen de un insoportable intelectual.
Importante objetivo es conseguir que cada vez sea mayor el número de periodistas o especialistas que ejerzan la crítica cultural, porque cuando una sola persona monopoliza un área o esfera artística —dígase la musical, la literaria, la teatral, la televisiva, o la del videoclip, etcétera—, tiende a crearse la opinión en el público de que es la voz más autorizada en ese ramo, cuyo criterio implica una verdad absoluta.
Nada más falso ni contraproducente considerar que el crítico siempre tiene la razón. Este debe expresar sus juicios fundamentándolos de modo convincente con el ánimo de resaltar los valores de una obra, un proyecto o un artista —por poner varios ejemplos—, pero debe siempre tratar de proporcionar los elementos que puedan limitarlos. Es perjudicial imponer una calificación o un criterio porque “para gustos se han hecho colores” y se conoce que las valoraciones no pueden desligarse de los gustos personales.
Desde hace tiempo se viene discutiendo en la UNEAC la necesidad de promover y ampliar mayores espacios de crítica cultural en la televisión. Existen programas cinematográficos con prolongada existencia en nuestras pantallas, a los que ya se ha hecho referencia. Pero, ¿dónde están los espacios televisivos que analicen las telenovelas, los teleplays, los humorísticos, los musicales, las obras teatrales que se representan en nuestros escenarios, los libros que se publican, o aquellos programas que discutan sobre temas como la moda, el diseño, el lenguaje popular u otros aspectos culturales de nuestra vida cotidiana?
Los artistas siempre se hallan a la defensiva, porque piensan que la mayoría de los críticos cuando exponen sus opiniones lo hacen en el fondo con un espíritu destructivo, y consideran que estos en esencia son intelectuales frustrados. Por ello no es tarea fácil acometer proyectos como los de un espacio de crítica cultural general en nuestras pantallas televisivas.
Es cierto que en nuestra tradición abundan el choteo, la ironía, la burla, y que los cubanos, en muchos casos, disfrutan con ello. Pero cada cosa tiene su lugar. Me parece que el crítico está en la obligación de advertir al público de las virtudes de una obra o proyecto artístico, más aún cuando se trate de algo verdaderamente inusual o extraordinario dentro del panorama cultural. Pero también debe ser valiente y arriesgado y, sin llegar a caer en el irrespeto o el insulto, no dejar pasar como arte cualquier intento improvisado y superficial de alguien que crea que está realizando aportes estéticos trascendentales.
Pienso que en estos momentos la crítica cultural es insuficiente en nuestro país. Ciertamente se han incrementado las páginas digitales en sitios nacionales donde se abordan aspectos de ella, pero estas no tienen la necesaria divulgación o no logran interesar demasiado a los lectores. ¡Cuántas obras teatrales interesantes no se han presentado al público en los últimos años y no han tenido la suficiente promoción! Si hubieran existido una mayor cantidad de trabajos críticos en la prensa o en nuestros sitios de internet, hubiera habido una mayor divulgación de ellas. En cambio, sí se pueden leer mayores opiniones sobre telenovelas, dramatizados o series porque es lo que permanece con mayor frecuencia en nuestras pantallas caseras.
El fenómeno audiovisual, obviamente, prevalece por encima de las otras manifestaciones artísticas. En los años recientes existen numerosos trabajos críticos sobre el denominado “paquete” que incluye lo más actual que se consume por los espectadores. Imagino que ellos vean los filmes, los programas televisivos o audiovisuales; que lean las revistas que allí se compactan, pero dudo mucho que lean —en cantidad apreciable— libros, novelas u otros textos que puedan aparecer contenidos allí, ni que se dediquen a consultar criticas culturales.
Es necesario allanar el camino para que las obras que merezcan ser reconocidas, tengan la posibilidad de ser analizadas con rigor. Igualmente debe promoverse el conocimiento de artistas, y proyectos vanguardistas que puedan contribuir al enriquecimiento del arte nacional. Evidentemente para ello la crítica cultural debe desempeñar un papel fundamental.