Crítica cultural en Cuba

¿Crítica a la crítica?

No tengo suficiente información sobre cómo anda la crítica artística, cultural, de espectáculos en el mundo para ubicar en contexto internacional la situación de las llamadas opiniones especializadas en la ínsula del debate constante sobre todos los temas desde mucho antes de la existencia de Internet, que ha propiciado la convicción de que se puede manifestar cualquier criterio aunque no se sostenga en argumentos, ni en los conocimientos sobre el asunto que se trate y que es respetable en nombre de los derechos de expresarse libremente.

Pero aprecio, en lo que puedo ver dentro de esas apabullantes y, a la vez fragmentadas, marejadas de informaciones, valoraciones, evaluaciones que llegan de todas partes por las redes sociales, sitios web, blogs que las antiguas normativas estéticas están hechas trizas, no solo por la pérdida de jerarquías en el ejercicio del criterio que propician las nuevas tecnologías, también por el muy generalizado concepto de las teorías de la postmodernidad de que todo vale.

En realidad la crítica no ha gozado nunca, ni aquí, ni en otras partes del planeta, de buena acogida, ni por los creadores, ni por los públicos que les siguen, cuando señala aspectos no conseguidos, pifias, enfoques poco logrados o realizaciones carentes de calidad técnica o estilísticas según los presupuestos ideoestéticos de quienes manifiestan la inconformidad con las obras de pretensiones artísticas que han ampliado sus recursos expresivos y sus zonas de influencia más allá de los escenarios, libros pantallas, cuadros e incluso de la radio y la televisión gracias a los actuales soportes que propicia la conexión en línea.

Ahora mismo cualquiera puede poner sus “¿obras?” en las redes sociales y recibir millones de apoyos que aumentarán mientras más escandalizadora, irreverente, delirante, transgresora sean para ya una mayoritaria población de nativos digitales a la que se han unido millones no originarios de esa condición pero que la han asumido como propia y como posibilidad de desafiar las normas en todos los órdenes de la existencia, que no les garantizaron los beneficios que cumplirlas prometían tanto en la vida personal como en la social en un mundo en que los centros hegemónicos de los diferentes tipo de poder violan a diario los principios humanistas que posibilitaron las fundamentales conquistas de la civilización peligrosamente amenazadas por la quiebra.

Aunque a algunos “reduccionistas” de las interinfluencias crean que nada de eso tiene que ver con Cuba, al país llegan los influjos de todos esos factores, antes incluso de la notable ampliación de las conexiones a Internet por los nexos con tantos nativos de la isla establecidos por todo el orbe y los continuos viajeros que parten y llegan al territorio nacional.

He querido trazar esas someras coordenadas para llamar la atención sobre las evidencias de que vivimos en mundo que ha cambiado aceleradamente códigos comunicacionales, de percepción, de conceptos sobre la vida y, por supuesto, sobre los productos de pretensiones artísticas lo cual supone una mirada aguda y renovado instrumental para los analistas al exponer sus criterios ante públicos “bombardeados” por múltiples y contradictorias propuestas que van desde el incremento de los fanatismos de todo tipo a tendencias a negar todo lo establecido y la posibilidad de “linchar mediáticamente” a los que intenten contradecir lo que hayan asumido como válido.

Ante tal panorama la crítica, el ejercicio del criterio, el comentario valorativo, la opinión especializada como expresiones profesionales se enfrentan a retos superiores con los que siempre tuvieron que lidiar, porque en realidad la muy antigua aspiración de empoderar a los públicos con los elementos técnicos de las diferentes manifestaciones artísticas que le aportaran ciertos factores objetivos para juzgar no se concretó al no figurar en los planes educacionales de la enseñanza artística con la regularidad e intensidad de otras asignaturas como la Matemática, la Gramática, la Física o la Química. Ahora tampoco se estudia, como requieren los tiempos que corren el uso de las nuevas tecnologías.

Otro asunto que se ha vuelto aún más complejo son los misterios del gusto en cuya construcción tiene un peso los referentes culturales, ambientales, familiares. También las tendencias imperantes en la sociedad, pero además está sujeto a los llamados valores axiológicos que explican como una canción de dudosa calidad es apreciada porque recuerda un momento importante de la vida, una historia de amor. Y esos elementos subjetivos condicionan que no siempre es lo de más calidad estético artística lo que goza de mayor favor popular.

En Cuba, contrariamente a lo que parece, circulan muchas opiniones sobre el ámbito artístico cultural tanto en la denominada prensa tradicional como en las nuevas plataformas comunicacionales, pero mayoritariamente ponderativas, tanto de eventos como de obras y la ausencia de evaluaciones que sitúen lo que aportan o no respecto a otras, el lugar que ocupan en el proceso de desarrollo de cada manifestación, lo que reiteran o repiten, la falta de novedad en las propuestas, la pobreza en los recursos del lenguaje empleado hacen pensar en que todo el mundo es bueno comenzando por los presentadores de programas televisivos y radiales que se deshacen en calificativos laudatorios y conceden título de maestros y maestras pródigamente.

Es casi escandaloso que los reportes y comentarios sobre eventos, talleres, seminarios, festivales y congresos solo se refieren a generalidades y no especifiquen cual fue el saldo teórico conceptual, que aspectos de los temas tratados resultó revelador, qué pasó con los acuerdos de anteriores reuniones, en qué medida se concretaron, cómo influyeron en la evolución de la cultura comunitaria, en la creación, qué temas estimularon debates, contradicciones, o mostraron tendencias antes no tenidas en cuenta y esas carencias evaluativas lastran las posibilidades del periodismo cultural de avisar a sus destinatarios del estado real del diálogo entre creadores, de estos y las instituciones que luego parece inexistente cuando en realidad no ha sido mostrado en toda su riqueza.

La crítica cinematográfica sobresale por haber conseguido una estabilidad en sus proyecciones y una valiosa diversidad de voces que hacen análisis de los aciertos y desaciertos de los filmes, lo cual, por lo menos, no es tan visible en otras artes quizás porque no tienen una presencia significativa en medios todavía con influencia masiva como la radio y la televisión o los periódicos impresos, aunque en diversas revistas —convencionales y digitales, como La jiribilla—, aparecen frecuentes valoraciones sobre teatro, danza, artes plásticas, audiovisuales.

Incluso, si se revisa la programación radial se encontrarán espacios destinados a opiniones valorativas sobre música, como los que existen en CMBF, y en la televisión la revista “Buenos días” también ofrece esa posibilidad, mientras el Noticiero cultural que anda celebrando cumpleaños de fructífera existencia, de manera abarcadora conjuga la información y los criterios sobre los sucesos artísticos culturales. El ICRT cuenta también con el sitio En vivo y la UNEAC con su web donde, como en tantos otros existentes —Cubaliteraria, el del Ministerio de Cultura y la lista sería larga—, hay posibilidad de ejercer el criterio.

Entonces, ¿por qué tenemos esa sensación de indigencia crítica? Un factor sería la dispersión que ofrecen las nuevas tecnologías, otro la carencia de consecutividad en las páginas culturales de los periódicos, la falta de inmediatez de que aparezca una crítica en ellas tras el estreno de exposiciones, puestas en escenas teatrales, danzarias, televisivas y radiales y el no aprovechar las redes sociales para replicar las opiniones que se vierten en cualquier otro medio. Y por supuesto, como esencial, la capacidad de los profesionales de la opinión de servir por sus análisis de referentes por mostrar, hacer evidente, los elementos que distinguen la calidad del facilismo, develar los significados no apreciados a simple vista, sin temor a provocar debates, polémicas que en definitiva siempre tiene como buen saldo mover el pensamiento.

La crítica, el periodismo, la enseñanza, la política, todos los empeños de comunicar requieren ser replanteados ante los nuevos modos que las novedades tecnológicas van estableciendo, pero quizás una opción viable sería lograr un buen programa de televisión centrado en la crítica artística cultural tomando todos los riesgos que implica porque a nadie le gusta que señalen manchas a su obra, ni a nadie le gusta que cuestionen lo que le gusta y está seguro de que como le gusta es bueno. Un programa suficientemente atractivo para despertar interés que se replique en la radio y las redes sociales, y que se pueda criticar a la crítica como compensación a los aludidos. Y con la condición y la convicción de que el diálogo comienza por el respeto y el conocimiento posible parte de aquella vieja máxima de que sabemos menos de lo que creemos, pero siempre podemos aprender algo nuevo.

 

 

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Soledad Cruz Guerra
Periodista, ensayista y escritora cubana. Trabajó en Juventud Rebelde como una de sus más sobresalientes articulistas. Fue la representante Cuba en la UNESCO.

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