ENTREVISTA

Claudia Alemañy: Mirando siempre a las estrellas

Claudia Alemañy Castilla nació en Guanabacoa en una familia de médicos, ingenieros, químicos. Desde pequeña le interesaban las ciencias, por eso a nadie le extrañó que cursara sus estudios preuniversitarios precisamente en una escuela vocacional de ciencias exactas.

La sorpresa vino después, cuando, a último minuto, optó por esta carrera de letras. «Creo que, indirectamente, me incliné por el periodismo científico desde primer año. Cuando mis compañeros hacían notas interpretativas sobre temas de índole cultural o social, yo escribía sobre las ventajas y desventajas de las cápsulas de cobalto, con respecto a las de iridio, en los tratamientos de radio y braquiterapia del Hospital Oncológico de La Habana».

Más allá de ese interés inicial, otro suceso, cuatro años después, haría que Claudia se dedicara a escribir y reportar sobre estos temas. «El momento clave fue en quinto año, cuando cursé la optativa de Periodismo científico que impartía la profesora Iramis Alonso. Durante ese semestre tuve la oportunidad de visitar centros de investigación, entrevistar a importantes expertos cubanos y realizar trabajos en profundidad sobre estos temas. Quedé definitivamente atrapada».

En un universo tan inabarcable, hay una rama a la que prácticamente se ha consagrado desde que empezó a ejercer en la revista Juventud Técnica.

«Siento una atracción personal por la astronomía. Creo que me viene de familia. Mi padre quiso ser astrónomo durante casi todos sus años en la secundaria y el preuniversitario, hasta que se decidió por una ingeniería. A su vez, mi abuelo paterno es un apasionado de las constelaciones; aunque también siente fascinación por los fenómenos meteorológicos».

Fue así que comenzó la sección «Mirar las estrellas», espacio informativo de Juventud Técnica que cada jueves aclara, divulga y problematiza sobre fenómenos relacionados con el fascinante mundo de los astros.

No obstante, además de escribir sobre esta área del conocimiento, Claudia siente inclinación por redactar e investigar acerca de dilemas que impactan en el desarrollo científico-técnico. En otras palabras, ir más allá de describir un determinado adelanto investigativo, indagar en sus metodologías. «Me gusta prestar mayor atención a explicar procesos, pasos a seguir, estrategias que definen el método científico y cómo se validan sus resultados».

Para esta joven de apenas 28 años, cada trabajo es como un hijo; desde que es una idea incipiente hasta que lo ve nacer una vez que se publica. ¿Entre tantos ya realizados, habrá alguno preferido?

«Si tengo que escoger, soy como una madre predecible: el primer reportaje de investigación que realicé para la revista después de graduarme. Se titulaba «La nave de los gérmenes», constaba de dos partes (se publicó en dos números independientes) y abordaba las problemáticas, normativas e incidencias relacionadas con la gestión de desechos hospitalarios en instituciones médicas del país».

Muchos demandan del periodismo agudeza, crítica, polémica. Quienes se dedican a temas nacionales o internacionales tienen tela por donde cortar; en cambio, alguien pudiera pensar que en el periodismo científico esa contraposición, esa crítica, se da en menor medida. En opinión de Claudia, «quienes realizamos periodismo científico lo hacemos, por lo general, con agudeza y análisis crítico. El problema radica en que la mayoría de las veces priman los trabajos de divulgación científica. Son dos conceptos diferentes y uno de ellos, por desgracia, adolece de voces con criterios discordantes, reduce el contenido a lo que explican unas pocas fuentes y no profundiza en las consecuencias sociales, económicas y políticas de la ciencia y la tecnología».

Ella insiste en que «en la actualidad, el conocimiento es transversal a la mayoría de las sociedades. La ciencia está presente en aspectos cotidianos como la guagua a la que subimos cada día, la dipirona que nos alivia un dolor de cabeza y, por supuesto, el móvil que manoseamos constantemente. Por tanto, cuando se escribe sobre temas nacionales como la repercusión del transporte eléctrico urbano, los retrasos en la producción de medicamentos o el impacto de las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones, ¿no estamos debatiendo, en alguna medida, sobre ciencia, tecnología y medio ambiente?».

Y es cierto, nadie duda del carácter transdisciplinar del conocimiento. Las ciencias, sean exactas o no, son un componente innegable en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, son pocos quienes, al menos en Cuba, hacen periodismo científico.

«Creo que hay dos factores fundamentales que influyen en eso, que no solo ocurre en nuestro país. En primer lugar, un miedo a las llamadas ciencias básicas; al punto de que se ha extendido y hasta generado una dicotomía artificial entre arte y ciencia. Esto ocurre desde los primeros niveles de enseñanza y su impacto se palpa en las bajas tasas de ingreso a carreras como Matemática o Física, en contraste con las masivas matrículas de las aulas de ciencias sociales».

En los argumentos que nos comparte Claudia están presentes las brechas relacionadas con el género. «Por mucho que se insiste sobre la necesidad de que un mayor número de mujeres accedan a las universidades en disciplinas científico-tecnológicas, las acciones vocacionales todavía no son satisfactorias. Te encuentras con aulas llenas de jóvenes periodistas, en su mayoría de sexo femenino, que opinan que las ciencias básicas son demasiado difíciles».

El segundo factor que no escapa a la vista de nuestra entrevistada tiene su origen en las propias políticas e intereses de los medios. «Así mismo como se olvida que la ciencia y la tecnología son transversales a la sociedad (como mencionaba anteriormente), estos temas solo cuentan con pequeñas columnas en los periódicos o con cortos segmentos televisivos. No se les da el reconocimiento necesario».

Siendo una adolescente, Claudia sintió un atractivo especial por la historia, específicamente por la de su localidad. En su casa guarda un viejo mapa, de los que repartían en el museo municipal, en el que se marcan los parques, las casas natales de Lecuona, Rita, Bola de Nieve, lugares icónicos de la conocida Villa de Pepe Antonio. El legado de su municipio le fue narrado de forma amena, atractiva, sugerente. Y el resultado en ella es palpable cuando habla con orgullo de los libros escritos por el desaparecido Alberto Acosta, en los que de verdad pareciera que las calles de ese territorio cuentan su propia historia. Con esos referentes de volver interesante lo que muchas veces, por cotidiano, pasa desapercibido a nuestros ojos; le lanzamos una nueva interrogante: ¿cómo volver atractivas las ciencias para ese gran público al cual, a veces, le resultan aburridas?

«La gran tarea del periodismo científico es tumbar mitos tan recios como la del investigador casi anciano, encerrado en su laboratorio, sin otra meta en la vida que mirar por su microscopio. ¿Cómo hacerlo? Hay que mostrar que la ciencia tiene rostros jóvenes, rostros de mujeres. Me gusta pensar que se consigue incidir en ese “derrumbe” cuando abordamos los temas científico-tecnológicos desde una sólida cultura —que te permite mostrar referentes cotidianos en cualquier área de la vida— y desde una extensa investigación previa, con contraste de fuentes y bajo la premisa de no absolutizar o dar conclusiones precipitadas sobre los resultados de algunos de estos fenómenos».

En este empeño de mostrar el atractivo de temas que resultan complejos para la inmensa mayoría de las personas, van de la mano científicos y periodistas. ¿Cómo será esa relación? ¿Grata y colaborativa? ¿Con desentendimientos?

En este sentido, afortunadamente para nuestra entrevistada, nunca ha tenido malas experiencias. En su vínculo constante, por ejemplo, con los miembros del consejo asesor de Juventud Técnica y los demás expertos con los que ha trabajado, siempre ha existido como premisa una comunicación colaborativa.

«Es cierto que muchos investigadores sienten temor a que sus sentencias sean malinterpretadas o exageradas en la prensa. Esto a veces ocurre cuando sus entrevistas son realizadas por periodistas no especializados. En este sentido, se han dado penosas situaciones que desalientan a la comunidad académica. Una vez que reconocen que su interlocutor se dedica al análisis en profundidad de la ciencia, la comunicación se hace mucho más fácil y se aplacan las inquietudes. Cabe señalar que esto no ocurre de la noche a la mañana. Se logra desde un intercambio marcado por la especialización».

Sin embargo, la gran mayoría de los periodistas deben comenzar a atender las ciencias desde conocimientos generales; ese proceso de aprendizaje tan específico empieza a consolidarse sobre la marcha.

«La especialización es un proceso que enriquece no solo las habilidades de redacción y los conocimientos, sino que agudiza el ojo para identificar polémicas, controversias. Esto no es exclusivo del ámbito científico. En la medida en que se adquieren conocimientos, esto incide positivamente sobre la calidad del ejercicio y beneficia de forma personal a quienes lo realizan».

¿Y qué ocurre con aquellos que, para evitar posibles distorsiones de la prensa, se lanzan a hacer sus propios reportajes? Claudia admite que existen científicos que han conseguido hacer un periodismo de calidad, sobre todo en los géneros de opinión. «No por eso creo que debamos dejar de trabajar esta rama y dejarles su desarrollo exclusivamente a ellos. A fin de cuentas, el lenguaje, las formas de comunicación, son herramientas que adquirimos y competencias que desarrollamos por enseñanza académica».

Ella lleva casi cinco años en Juventud Técnica. A los pocos meses de su llegada en 2016, se dio una situación extrema pues muchos compañeros estuvieron de certificado o tenían problemas personales que les impedían desarrollar sus tareas habituales. «Eso nos dejó prácticamente a dos personas para hacer las coberturas diarias. En esa etapa aprendí mucho porque escribía de temas muy diversos. Juventud Técnica ha sido y será un espacio donde he podido expandir mis límites creativos y mis capacidades de trabajo y aprendizaje».

Otro hecho que ha marcado el paso de Claudia por la revista es precisamente ejercer su profesión durante la actual pandemia. La propagación de la COVID-19 ha propiciado un mayor interés colectivo por temas científicos.

«No necesariamente ha propiciado una mayor visibilidad. Nos ha demostrado su necesidad. La pandemia ha sido un escenario donde, como norma, ha primado la divulgación de temas científico-tecnológicos. La cobertura en tiempo real de la situación generada por el SARS-CoV-2 ha hecho que todos en la revista asuman diferentes roles. Se ha seguido la temática intensamente y eso ha generado gran cantidad de trabajos. Además, el diseño ha sido otra importante parte de la cobertura. Gracias a las labores conjuntas, en ocasiones hemos conseguido realizar infografías en tiempo real. En paralelo, hemos implementado un boletín diario con información epidemiológica».

Juventud Técnica, de conjunto con la Facultad de Matemática y Computación de la Universidad de La Habana y el proyecto Postdata.club, se encarga de completar el tablero de datos, actualizado en tiempo real: Covid19CubaData. La herramienta ofrece gráficos interactivos que permiten apreciar, de una manera diferente, el comportamiento de la enfermedad respiratoria en el país. 

«Esta ha sido toda una nueva experiencia para nosotros. Requiere de mucha concentración y cuidado a la hora de manejar los datos. No solo por lo delicados que son en sí mismos, sino porque debemos respeto a los usuarios y seguidores que confían en el servicio que les estamos ofreciendo; además de la oportunidad de trabajar en un equipo tan diverso».

Antes de concluir nuestro diálogo, lanzamos a Claudia preguntas relacionadas con la formación profesional: ¿Cómo calificarías la formación de jóvenes periodistas en la universidad cubana? ¿Existen posibilidades reales de superación después de graduada? ¿Cómo crees que aparecen dibujadas en el imaginario de tu generación la posibilidad de cursar maestrías y doctorados en el extranjero?

Claudia, objetiva y precisa como siempre, argumentó: «Tengo muchos temores sobre la formación, sobre todo a raíz de la reducción a cuatro años de la mayoría de las carreras universitarias en el país. Por ejemplo, cuando estudié con el plan D había tres semestres de literatura. Ahora mismo todas ellas se apiñan en uno solo. No estoy segura de que garantice sus objetivos académicos. Pero es más una duda personal. Quizás simplemente estoy equivocada.

«En cuanto a las posibilidades reales de superación también tengo mis inquietudes. Había una maestría que agrupaba conocimientos relacionados con ciencias básicas y ciencias sociales, pero no está activa en La Habana. Al mismo tiempo hay pocas alternativas para combinar la presencialidad con los estudios online. Conozco el caso de una colega que se tenía que ir todos los meses, una semana, a Cienfuegos, dejando atrás a sus hijos pequeños y obligaciones laborales, para asistir a las clases.

En cuanto a cursar maestrías y doctorados en el extranjero, creo que forma parte del imaginario colectivo, más como una opción para saldar problemas económicos, que como una superación profesional en sí misma».

La síntesis y la claridad son virtudes palpables en el discurso de esta joven. Y así como inacabada y en constante movimiento es esta área del conocimiento, también son las metas inmediatas de Claudia: trabajar el periodismo de datos, escribir y visibilizar más las ciencias sociales dentro de Juventud Técnica, y seguir con la mirada puesta en las estrellas, algo que, además de ser motivo y esencia de su columna semanal, es una vocación de vida de la que, creemos, le será imposible desprenderse.

 

*Tomado del libro El compromiso de los inconformes. Entrevistas a jóvenes periodistas cubanos (Ocean Sur, 2021).

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