A lo largo de sus páginas desfilan los protagonistas de los sucesos. Un mérito inusual, porque muchos buenos textos de historia del siglo xx hacen gala de una sólida base empírica pero las voces de los personajes que le dieron forma a la época son inaudibles, casi no se escuchan. En cambio, uno de los rasgos que tornan tan atractivo este libro es el meticuloso trabajo emprendido por Limia Díaz para conseguir materiales que reflejen directamente lo que pensaban y decían los grandes artífices de cada momento. Y esto le otorga a su texto un valor adicional, pues, en ocasiones, ellos parecen contarnos lo que estaban haciendo, las decisiones que iban tomando y por qué. No es lo mismo un relato frío, aunque preciso, que una narración en la cual los actores principales del drama toman la palabra. Y este es otro de los méritos del presente volumen.
Uno de los múltiples ejemplos que abonan lo que venimos diciendo lo proporciona la declaración de Winston Churchill ante una comisión del Parlamento Británico, sobre la intervención de las fuerzas de ese país para reprimir las protestas de los palestinos por la colonización de sus territorios a manos de los judíos europeos, en vísperas del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Churchill, como jefe de gobierno del Reino Unido, envió una fuerza expedicionaria de 25 000 soldados británicos, y en su discurso en el Parlamento declaró:
Mi opinión es que el perro que está en el pesebre no tiene derechos exclusivos sobre él aun cuando lleve allí mucho tiempo. No reconozco ese derecho. No creo, por ejemplo, que se haya cometido una gran injusticia con los pieles rojas de América ni con el pueblo negro de Australia. Rechazo la idea de que estos pueblos hayan sido tratados injustamente solo porque una raza más fuerte, una raza de rango superior, o, por así decirlo, una raza con mayor experiencia del mundo, haya ocupado su lugar.
Si he escogido la cita anterior, dejando de lado otras de Stalin, Kennedy, Jruschov, Brezhnev, Fidel…, es porque aquí se revela la tremenda actualidad de las palabras vertidas por Churchill que hoy repiten, a veces en voz baja o para sus adentros, los líderes del régimen neonazi de Israel y sus cómplices sionistas europeos y estadounidenses. Aprender del pasado para actuar con más conciencia en el presente, tomando notas de las lecciones derivadas del convulsionado siglo xx, es una de las misiones que se ha propuesto el autor. Pasajes realmente iluminadores como ese abundan en el libro, lo que constituye un manantial formidable de aprendizaje de lo acontecido y, también, de lo que está volviendo a acontecer en los tiempos que corren. Con esto no quiero adherirme a una noción de la historia como secuencia circular en la cual todo se repite, sino exhortar a las jóvenes generaciones a aprovechar la tarea hecha por Limia Díaz para colocar en su adecuado contexto histórico los debates y los planteamientos políticos del presente.
El título del libro, Sombras de la Guerra Fría, retrata adecuadamente lo que constituye el hilo conductor en torno al cual se tejen los principales sucesos del pasado siglo. Esa guerra tuvo sus prolegómenos mucho antes de 1948. Comienza con el triunfo de la Revolución de Octubre en Rusia y se enciende con fuerza a partir de su estabilización en 1929, bajo el liderazgo indiscutido de Yosif Stalin. La amenaza del nazismo abrió un paréntesis en la guerra sorda librada contra la joven república soviética, pero una vez derrotados los planes de Hitler la Guerra Fría subió su temperatura y así se mantuvo hasta la desintegración de la URSS. El libro demuestra cómo el imperialismo libró —y continúa librando— esta guerra sin cuartel y sin pausa. También cómo Estados Unidos y sus aliados nunca dejaron de pergeñar planes y estratagemas tendientes a producir el derrumbe, o por lo menos el desprestigio, del experimento soviético y de cualquier otro de naturaleza socialista.
Toda una serie de hechos aparentemente aislados adquieren nuevas connotaciones cuando nuestro autor los expone —en minucioso detalle, pero sin perder nunca de vista el hilo conductor de lo ocurrido— a la luz de los vericuetos de la Guerra Fría. La gestación del nazismo alemán y los errores estratégicos de la izquierda para enfrentarlo, solo reconocidos tardíamente en el VII Congreso de la Internacional Comunista (1935), son puestos en una adecuada perspectiva histórica recuperando su línea de continuidad con los grandes debates suscitados a partir del triunfo de la Revolución Bolchevique en Rusia y el fracaso de la revolución en Alemania.
La ya mencionada catástrofe de la Gran Depresión es otro hito importantísimo en esta reconstrucción de los eventos que marcaron a sangre y fuego el siglo pasado. La Guerra Civil en España y la destrucción de la República, como campo de ensayo del nazismo alemán y el fascismo italiano para lo que se avecinaba: nada menos que la Segunda Guerra Mundial. La pírrica victoria de los Aliados y el papel de la Unión Soviética, que ofrendó a la causa de la libertad más de veinte millones de vidas y sin cuyo decisivo aporte las fuerzas hitlerianas hubieran aplastado a las tropas anglo-estadounidenses que habían desembarcado en Normandía. La heroica resistencia antifascista en Italia y contra la ocupación alemana en Francia tienen, también, un lugar destacado en este libro. Una guerra a la que le pone fin la tragedia inconmensurable del bombardeo atómico que el presidente Harry Truman ordenó sobre las indefensas ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, que Limia Díaz ilustra con las conmovedoras palabras de un testigo presencial del horror: el padre Pedro Arrupe, sacerdote jesuita que a la sazón dirigía el noviciado jesuítico de Nagatsuka, una colina situada en las afueras de Hiroshima. Habiendo leído muchos libros sobre la historia del siglo xx, en ninguno encontré un aporte como este testimonio del padre Arrupe, quien cuenta que el 6 de agosto de 1945, fecha de nacimiento de una nueva era en la historia de la humanidad, mientras decía misa, una terrible explosión lo arrojó al suelo y al incorporarse vio que gran parte de Hiroshima yacía en ruinas. Limia Díaz recuperó las palabras de Arrupe en un texto de dificilísimo acceso, que jamás había tenido la oportunidad de leer:
En todas direcciones fueron disparadas llamas de color azul y rojo, seguidas de un espantoso trueno y de insoportables olas de calor que cayeron sobre la ciudad, arruinándolo todo: las materias combustibles se inflamaron, las partes metálicas se fundieron, todo en obra de un solo momento. Al siguiente, una gigantesca montaña de nubes se arremolinó en el cielo; en el centro mismo de la explosión apareció un globo de terrorífica cabeza. Además, una ola gaseosa a velocidad de quinientas millas por hora barrió una distancia de seis kilómetros de radio. Por fin, a los diez minutos de la primera explosión, una especie de lluvia negra y pesada cayó en el noroeste de la ciudad, un mar de fuego sobre una ciudad reducida a escombros.
Muchas veces he consultado relatos sobre la tragedia sufrida por aquellas dos ciudades japonesas, pero ninguno tan vívido e impresionante como el de este jesuita. Sus palabras son un verdadero hallazgo, un premio a la pericia de Limia Díaz como investigador que, como decía al principio, nos entrega un texto en que la historia es contada por sus protagonistas, inteligentemente invitados a intervenir en algunos momentos claves de racconto de lo que fue la Guerra Fría, sus antecedentes y sus desenlaces.
Como no podía ser de otra manera, los pasajes dedicados a la gestación y triunfo de la Revolución Cubana ocupan un lugar de relevancia, pues la Isla fue uno de los goznes en torno a los cuales habrían de girar muchos de los conflictos originados durante la Guerra Fría a partir del 1.º de enero de 1959. Prolijo y minucioso, Limia Díaz reconstruye los debates al interior del establishment y los grupos gobernantes de Estados Unidos, enfurecidos por el desafío que Fidel Castro lanzaba desde apenas 90 millas de su costa y enardecidos por la incapacidad, demostrada pocos años más tarde, para derrotar al Vietcong y vencer en una batalla que algunos pensaron como un paseo por las exóticas selvas vietnamitas y se convirtió en una trampa mortal que asestaría la primera derrota militar sufrida por Estados Unidos en sus aventuras de ultramar. Ya habían experimentado algo de ese sabor amargo cuando, contradiciendo sus propias declaraciones, Washington organizó, financió y armó la fracasada invasión por Playa Girón (17 al 19 de abril de 1961), que nuestro autor define correctamente como “la más simbólica de las batallas del continente después de Ayacucho (1824)”.
Con la misma pasión por los detalles se analiza el proceso de estatización generalizada de la economía cubana, precipitada por los acontecimientos que tenían lugar en Checoslovaquia y la reacción de la Unión Soviética y las fuerzas del Pacto de Varsovia, y las largas y detalladas explicaciones de Fidel sobre este asunto, tan propenso a ser malinterpretado. En esa ocasión, como lo demuestra el libro, el Comandante realizó un análisis muy refinado de los distintos aspectos involucrados en la cuestión, que termina con estas inquietantes —y premonitorias— preguntas:
¿Serán enviadas también las divisiones del Pacto de Varsovia a Vietnam si los imperialistas yanquis acrecientan su agresión contra ese país, y el pueblo de Vietnam solicita de esa ayuda? … ¿Se enviarán las divisiones del Pacto de Varsovia a Cuba si los imperialistas yanquis atacan a nuestro país, o incluso, ante la amenaza de ataque de los imperialistas yanquis a nuestro país, si nuestro país lo solicita? Nosotros aceptamos la amarga necesidad que exigió el envío de esas fuerzas a Checoslovaquia, nosotros no condenamos a los países socialistas que tomaron esa decisión, pero […] como revolucionarios, y partiendo de posiciones de principio, tenemos el derecho a exigir que se adopte una posición consecuente en todas las demás cuestiones que afectan al movimiento revolucionario en el mundo.
Pongo fin a estas breves palabras introductorias, porque si fuera a reproducir en ellas todos los pasajes sobresalientes del libro, terminaría remedando la interminable tarea de Sísifo. Los pocos ejemplos utilizados tienen como propósito transmitir al lector o a la lectora la riqueza que encontrarán en este libro y la ayuda que les prestará para comprender las grandes vicisitudes de nuestra época, y los elementos de continuidad que enlazan cuestiones aparentemente tan disparatadas y distantes en el tiempo como los orígenes del fascismo en Alemania e Italia y la actual ofensiva restauradora del imperialismo en Latinoamérica y el Caribe; o el feroz anticomunismo de Churchill y los líderes europeos y norteamericanos durante la Segunda Guerra Mundial y la persistencia durante sesenta años del bloqueo a Cuba o las agresiones económicas en contra de la República Bolivariana de Venezuela. Anticomunismo y macartismo de larga gestación y antiguo arraigo que hoy se reproducen en las figuras de lóbregos personajes como Donald Trump, Mike Pompeo, Mauricio Claver-Carone, Marco Rubio, Ted Cruz, Ileana Ros-Lehtinen y otros de su ralea.
Si he logrado despertar ese interés me daré por más que satisfecho. Y, nobleza obliga, no puedo poner punto final a estas líneas sin felicitar a Ernesto Limia Díaz por su obra y por sus notables virtudes de historiador, plasmadas en este magnífico libro que sin duda enriquecerá el arsenal intelectual de quienes tengan la suerte de leerlo.
(Tomado de Cubadebate)