Hace más de medio siglo en la placa del edificio número 258 del Vedado versaba en hermosas letras doradas Escuela Profesional de Periodismo «Manuel Márquez Sterling». Desde el primer momento que Lisandro Otero, Gustavo Gutiérrez, Ramón Vasconsuelo y demás miembros del Círculo Nacional de Periodistas percibieron la posibilidad real de crear la Escuela Profesional de Periodismo, tuvieron muy claro el nombre que orgullosamente llevaría.
De esta manera, el gremio y los futuros periodistas que estudiaran en sus aulas, harían un homenaje perpetuo a quien dedicó su vida de inteligencia fecunda, a la elevación de la hoja impresa dentro y fuera de Cuba.
El Martirologio de Manolo
Resulta difícil saber en qué momento Manuel decidió el periodismo como su medio de vida y creación. Abelardo Chapelli (Chape), periodista e íntimo amigo de Manolo, refiere que desde siempre «sus conversaciones, todas, giraban siempre alrededor de ese noble empeño»[1].
Sus primeros pasos en el periodismo los da todavía cursando el bachillerato en Camagüey a través de publicaciones locales como El pueblo, El Camagüeyano y La Justicia. Este último, de carácter autonomista, tuvo una corta vida; pero al cerrarse la publicación queda vacante la pequeña imprenta en que se editaba y al astuto Manuel se le ocurre hacerse de la misma y continuar publicando el periódico. Instalados en la antigua calle Candelaria comenzó lo que Chape llamó el «martirologio de Manolo», en su afán desesperado de hacerse periodista.
En la época Colonial la crítica era el «plato fuerte» de los diarios, tal parece que a falta de noticias reales e interesantes los periodistas mantenían el interés de los lectores en las polémicas entre los redactores. El periódico El Fanal, más antiguo de Puerto Príncipe Colonial, dirigido por el anticubano, integrista y contrario a los avances de toda idea de progreso para la Isla, Pancho del Risco, encontró un blanco fácil sobre el joven Manuel contra el cual desencadenó toda su fobia anticubana y su crítica más severa y mordaz. «Su libro Menudancias se lo desmenuzó por completo, señalándole todo cuanto para él constituía un error gramatical o de estilo o de cualquier otra causa»2.
Los artículos editoriales corrieron la misma suerte y todo esto lo afectaba profundamente. Pero el enfurecimiento lo transformaba en creación y en la desesperación relucían brillantes críticos. Manolo se aferró a su idea, soportó miles de contratiempos, entre ellos el más común de los periodistas: la falta de cooperación económica, la cual le hizo fracasar en su propósito de mantener la publicación de La Justicia.
Ahí no paró todo pues Manuel estaba convencido de que si no se hacía un buen periodista se quitaría la vida. Y antes de probar con ese final funesto se embarcó para la capital de la Isla buscando nuevos horizontes y campos propicios para el logro de sus ideales. En 1891, ingresa a la Universidad de La Habana como estudiante de Derecho y no tardó mucho en llevar buenas noticias hacia Camagüey donde conocieron que su exquisita pluma y su cerebro privilegiado habían comenzado a mostrar positivos triunfos en aquellos grandes diarios capitalinos como La Habana Elegante y La Lucha.
A los 21 años su condición de asmático empeora y el médico de cabecera le recomienda cambiar de aires. Manuel viaja hasta México y ahí continúa su labor periodística en publicaciones como El Diario del Hogar y El Arte de Philidor, además convierte otra de sus pasiones en libro con las obras: «Un poco de ajedrez» y «El ajedrez moderno». En el país maya conoce personalmente a Martí y simpatiza grandemente con el Partido Revolucionario Cubano (PRC). «Estoy por la independencia de Cuba, y como no hay otro medio posible para lograrla, estoy por la guerra», expresó en un acalorado discurso pronunciado en Madrid como enviado del PRC.
En 1896 regresa a Cuba y justo cuando lo van a detener por sus acciones a favor del PRC logra escapar a México. De vuelta a la Isla «liberada» colabora en La Verdad y El Fígaro. En 1901 se funda uno de los diarios más importantes de la República, El Mundo, y su nombre aparece entre los precursores junto a Govín, Alfredo Martín Morales y otros, del cual llegó a ser Jefe de Redacción. En 1903 es declarado por la revista El Fígaro como el mejor escritor joven cubano. Una década más tarde funda El Heraldo de Cuba.
Un periódico para un artículo
En 1916 abre el más famoso de los diarios para los que escribiera: La Nación, desde sus páginas explotó al máximo un estilo periodístico propio, considerado novedoso para esos tiempos.
El reconocido periodista e historiador Ciro Bianchi — en entrevista con la autora de esta investigación — , comentó que tal fue la fama alcanzada por el periodista a través de su columna en el diario habanero, que llegó a hablarse de un periódico para un artículo y no un artículo para un periódico. «La Nación era Márquez Sterling. Hubo noches en que el público, en los alrededores del Parque Central, agotaba la tirada completa del diario y obligaba a que se imprimiesen miles de ejemplares más»3.
Las columnas de La Nación estaban refrescadas por diálogos que le conferían cierta amenidad y además le eran útiles para expresar opiniones propias o legitimar en voz de otros sus propias ideologías. Como resultado, en lugar de una columna de opinión habitual aparecen pláticas cuya autenticidad es imposible corroborar, aunque incuestionables en su esencia. Igualmente la jocosidad, la ironía, incluso la paradoja, formaban parte de las columnas de La Nación «su mordacidad fue más arma de combate que instrumento de risa»4.
Contra la injerencia extraña, opongamos la virtud doméstica
La batalla más grande librada por Márquez Sterling fue, sin dudas, la lucha por la derogación de la Enmienda Platt, como apéndice de la constitución neocolonial. Desde 1901 hasta el último día de su vida, dedicó todos sus esfuerzos a encaminar una enérgica campaña contra el humillante chantaje perpetrado por el gobierno de Estados Unidos a la Mayor de las Antillas. En ese momento de intensa crisis escribe una frase que se convertiría en el centro de su lucha política «contra la injerencia extraña, opongamos la virtud doméstica».
El 20 de abril de 1901 viaja a la capital de Norteamérica para tratar con el presidente de Estados Unidos sobre la injusta imposición a Cuba de la Enmienda Platt. Sin obtener buenos resultados regresa a La Habana donde decide, a través de su pluma, mostrar el aspecto exterior y esquematizar cuanto entreguismo subyacía en el fondo de aquel hecho histórico.
El cuatro de septiembre de 1916 escribió: «En las altas esferas del gobierno, hay enemigos de la libertad y de la independencia, prohombres que quieren someter al país a sus intereses y caprichos, dispuestos, ellos mismos, a someterse a la mano del extranjero, ansioso de esclavitud»5.
La mayor virtud de Márquez Sterling estuvo en predicar justo lo que escribía en sus columnas, sus colegas nunca lo pudieron acusar de inmoral o deshonesto. En una ocasión es convidado a la postulación de un cargo político y cortésmente rechaza la invitación recordando unas palabras escritas con anterioridad: «Yo creo que mi deber está en no gastarme en una campaña electoral que me dé un puesto al que llegue de antemano anulado, sino en luchar, desde mi tribuna, por la selección de candidatos, por la selección de los principios, por la moralización de los partidos».6
El Premio Nacional de Periodismo «José Martí» (2009), Luis Sexto, lo considera un revolucionario «tanto en la literatura como contra el régimen neocolonial, estuvo siempre presente la labor revolucionaria de Márquez Sterling, ejemplo de ello son las crónicas publicadas en el periódico El Mundo, El Heraldo de Cuba y los artículos de La Nación, donde implantó nuevas formas de orden técnico y saneamiento moral»7.
Quizás el error más grave de Márquez Sterling fue no plantearse un modo de obtener la plena independencia de Estados Unidos, a pesar de haber sido uno de los primeros en darse cuenta del mal que traerían los enviados de Washington a La Habana. Esto probablemente ha acarreado el problema de que hoy en día no sea una de las figuras paradigmáticas del periodismo y de la historia, en general, de Cuba.
Sin embargo es necesario volver sobre su figura y valorarla desde su tiempo con sus indiscutibles matices, sus aciertos y desaciertos. Sirvan estas líneas como homenaje al padre de la entrevista moderna en Cuba, al director del Heraldo de Cuba, al magnífico editorialista de El Mundo, al luchador incansable contra la injerencia norteamericana, al periodista honesto y virtuoso, al cubano.
(Tomado del libro De oficio a profesión. Un libro dedicado a la primera escuela de periodismo).
Referencias Bibliográficas
1. Marin, A. C. (s.f.). Glrorifiquemos el nombre de Manuel Marquez Sterling. El Camagüeyano .
2. Marin, A. C. (s.f.). Glrorifiquemos el nombre de Manuel Marquez Sterling. El Camagüeyano .
3. Bianchi, C. (23 de febrero de 2020). (N. Herrera, Entrevistador)
4. Alonso:, R. L. (1938). Manuel Marquez Sterling, escritor y ciudadano. La Habana: El Siglo XX, pag 203.
5. Marquez-Sterling, M. (4 de septiembre de 1916). Alrededor de la prensa. La Nación, pág. 3.
6. Marquez-Sterling, M. (30 de septiembre de 1916). La Nación. Por qué no será presidente nuestro director, pág. 3.
7. Sexto, L. (6 de febrero de 2020). (N. H. Pereira, Entrevistador)
8. Blanco, M. (27 de marzo de 1943). Escuela de Periodistas: Marquez Sterling. El país, pág. 10.
9. Gumá, J. G. (3 de octubre de 2019). (N. H. Pereira, Entrevistador)
10. Porto, A. P. (5 de octubre de 1943). La Escuela de Periodismo.
11. Rojas, M. (27 de septiembre de 2019). (N. Herrera, Entrevistador)
12. Marquez, G. M. (7 de octubre de 1943). Periodismo y Escuela. El País, pág. 3.
[1]Las referencias bibliográficas se encuentran al final de cada capítulo.