Los narcisos, no precisamente esas hermosas plantas con sus flores coloridas en forma de trompeta, sino una añeja epidemia institucional cubana, más preocupada a veces por las luminiscencias públicas que por las tonalidades reales, concretas y certeras del bienestar, pierde terreno fértil en el país.
En medio de este Caribe febril enfrentan su propio invierno, en la misma medida que las dejan descolocadas las actuales políticas gubernamentales, más prestas a ventilar con transparencia todo lo que entorpece el proyecto de desarrollo nacional.
Pareciera que comienza a entenderse mejor la concepción política de que si el Gobierno o las instituciones que la representan yerran, la Revolución puede rectificar, algo imposible cuando los desarreglos tratan de esconderse bajo la alfombra.
Aquí valdría la pena recordar aquella idea leninista de que las revoluciones en sí, como procesos, son sabias, inequívocas, quienes se equivocan son los revolucionarios.
Dicha voluntad actual tiene una ventaja adicional: favorecer que la gestión comunicacional gubernamental e institucional se base en el principio de la transparencia.
Esa visión de gobierno abierto, de cercanía humana y sensibilidad social, típica del diseño fundacional revolucionario, es un magnífico remedio frente a la satanización y la intriga constantes que deben afrontar quienes asumen el ejercicio de las funciones públicas en Cuba.
Para nada resulta casual que parte del regateo simbólico del momento apunte a deslegitimar el profundo sentido de representatividad del que goza el sistema institucional revolucionario, con independencia de los errores, distanciamientos o la insensibilidad y corrosividad de la burocracia contrarrevolucionaria.
Una nueva prueba de este enfoque en el ejercicio de Gobierno acabamos de tenerla en la reciente sesión del Consejo de Ministros, en la que al analizar la marcha de las reformas monetaria, cambiaria y salarial, el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, se refirió con dureza a los problemas de comunicación, la demora y la burocracia que traban los procesos, a la vez que convocó a manifestar humildad en el ejercicio de las responsabilidades, a trabajar en equipo y consultar el conocimiento de los expertos.
En definitiva, a lo que se aspira es a favorecer un ejercicio de gobierno más horizontal y participativo, que para nada rehúya favorecer la contradicción y el debate en el diseño y la concreción de las políticas, algo que es preciso aguijonear también en el empeño comunicacional y periodístico público.
La abulia, el acomodamiento o la desidia con las que a veces se asumen determinadas responsabilidades contraría la intensidad, el compromiso y el sentido de la urgencia que se exige hoy en función de estas, desde las cuales se demanda preocuparse por todo lo que afecte la Revolución, estar inquietos, molestos frente a lo mal hecho, activos y sensibles con los problemas de la población, como se señaló en el mencionado encuentro.
Es preciso enfatizar en lo anterior en la situación de crisis combinada que padece el país —azuzada por el odio y el extremismo externo—, cuando el propósito es minar la confianza en el Gobierno y sus instituciones con la siembra de recelos y desconfianza, a partir de presentarlo como un sistema elitista, que aupó a una casta privilegiada e interconectada por espurios intereses, ajena a las necesidades y demandas sociales. Precisamente por ello resulta tan grave cualquier actitud o comportamiento que alimente semejante visión.
El país tiene actualmente, incluso, una estructura de poder y organización institucional, nacida al amparo de la nueva Constitución, con un diseño mucho más balanceado, que beneficia la definición de responsabilidades, la toma de decisiones colegiadas, el debate, los contrapesos y la acción de control.
Las normativas que sustentan esa renovada estructura dan, adicionalmente, preponderancia o peso a la rendición de cuentas y el control popular sobre los elegidos a los principales cargos de dirección, así como amplias posibilidades de revocación.
La temporada se anuncia difícil para esos narcisos institucionales que, como las plantas silvestres, andarán ahora buscando cómo volver a hacer su primavera en medio de este invierno.
(Publicado en la edición del 4 de marzo de 2021 en el diario Juventud Rebelde) (Tomado del Facebook del autor)