Este debe ser uno de los más populares psiquiatras cubanos, probablemente el más popular, pero su reconocimiento no se lo debe a la psiquiatría. Arístides Hernández, Premio Juan Gualberto Gómez este año, más y mejor conocido como Ares, es un humorista gráfico de altísimos quilates. Una y otra vez premiado en Cuba y en varios países del mundo, su lista de galardones bastaría para llenar media página de este periódico; pero él (que es a todas luces un hombre modesto) prefiere “hablar” con sus obras.
Ahora mismo siente que ha tenido que ofrecer demasiadas entrevistas en los últimos tiempos: “La gente va a pensar que las estoy gestionando”. No obstante, como es un referente indiscutible del periodismo en Cuba, quisimos que se refiriera a asuntos puntuales que tienen que ver con el ejercicio de su profesión. Y nobleza obliga…
Este es un país con una gran tradición en el humorismo gráfico, que ha tenido a la prensa como espacio privilegiado. ¿En qué momento estamos?
“Pienso que el humorismo gráfico cubano goza de buena salud. Hubo cierto bache vinculado con lo que conocemos como el período especial; realmente en los primeros años de este siglo comenzaron a aparecer algunas firmas jóvenes que con el tiempo se hicieron habituales. Ahora hay varios humoristas gráficos, gran parte de ellos jóvenes, que están haciendo una excelente obra, que tienen un camino adelantado en su trabajo, con reconocimientos tanto en Cuba como en el extranjero. Para mí ese hecho es sintomático de que la tradición tiene continuadores. Y algunos de ellos la enriquecen, pues experimentan con nuevas maneras de hacer.
“Me parece que este tiempo de pandemia y de confinamiento ha valorizado al humorismo gráfico desde el punto de vista de los públicos. Mucha gente está siguiendo a los humoristas en las redes y esa manifestación ha tenido una notable influencia como medio de expresión, como recurso para reflexionar sobre la realidad”.
Pero hay temas de esa realidad o de la historia que pudieran considerarse tabúes para el humorismo gráfico…
“Los hay en todos los lugares. Por razones políticas. Por razones religiosas. Por motivos identitarios. Y por muchísimas razones más. Cuando uno tiene una visión de lo que se hace en diferentes regiones del mundo descubre que hay temas que se tratan en algunas y en otras no.
“Acá, entre nosotros, hay temas sensibles, como los relacionados con figuras históricas o líderes de la Revolución. En otros sitios son los íconos religiosos, como es el caso del profeta Mahoma. Hay lugares donde no se puede hacer chistes sobre los patrocinadores de los medios de prensa. O sobre el rey. Y es impensable que en un medio contrario a la Revolución aparezca algo que de alguna manera reconozca una virtud del socialismo. Otros asuntos complicados: los judíos, el holocausto, el color de la piel…
“Creo que la inteligencia del humorista gráfico está en buscar la manera de comentar su realidad utilizando los códigos adecuados; porque ciertamente, existen tabúes ilógicos, pero otros tienen una lógica indiscutible”.
Hay quien sigue estableciendo fronteras entre el humorismo gráfico y las demás artes visuales, como si el primero fuera un arte menor.
“Es que el humorismo gráfico es una expresión artística que está muy asociada al periodismo. Es arte y es periodismo. Y a veces no entienden esa dualidad. El hecho de estar en los medios diariamente disminuye, según esas personas, al humorismo gráfico; lo aparta de otras expresiones.
“Yo no hago esas distinciones. Hay gente que hace, por ejemplo, pintura… y la hace mal. La técnica no presupone calidad. Lo que vale es el desempeño, los valores de la obra. El humorismo gráfico es uno de los caminos para hacer arte. Se hace bien o se hace mal. Es o no es arte. Como en todas las manifestaciones.