A Virgilio Martínez Gaínza (La Habana, 1931-2008), considerado el padre de la historieta cubana y catalogado como uno de los más grandes dibujantes de humor del pasado siglo en la Isla, se rendirá especial homenaje en la venidera XXII Bienal Internacional de Humorismo Gráfico de San Antonio de los Baños.
En esta ocasión, los miembros del Círculo Especializado de Humoristas e Historietistas de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) – organización que convoca al evento, junto con el artemiseño Museo del Humor – conmemorarán, igualmente, el aniversario 90 del natalicio del padre de personajes populares como el perro Pucho.
Virgilio comenzó su carrera en 1949, en una oficina publicitaria dedicada a anuncios de prensa y diseños para envases de celofán. Allí dio rienda suelta a la técnica de la plumilla, que lo acompañó hasta el final de sus días, resistiéndose un poco a las ventajas de las nuevas tecnologías.
No había cumplido aún 20 años de edad cuando publicó su primera caricatura política en la revista ortodoxa ¡A barrer!, editada por los jóvenes Armando Hart y Manuel Dorta. En su pieza, Virgilio defendía la causa Eduardo Chibás.
Colaborador de la prensa clandestina en la revista Alma Mater, Carta Semanal y el Magazine Mella, en un trabajo publicado en 2012 en el semanario humorístico DDT de Juventud Rebelde, la periodista Julieta García Ríos recoge una confesión que le realizara, y donde señala que en Mella aprendió a hacer historietas.
Tras el triunfo de la Revolución, su trazo ocuparía las páginas de numerosos medios de prensa nacionales, entre ellos INRA, Moncada, Mar y Pesca, La Calle, Somos Jóvenes, Juventud Rebelde – y sus suplementos El Sable, La Chicharra y DDT – y Granma. Asimismo, fue fundador de las publicaciones infantiles Pionero y Zunzún.
Merecedor en el 2003 del Premio Nacional de Periodismo “José Martí”, que entrega la Upec por la impronta destacada de toda una vida dedicada al periodismo, Virgilio comparte el lauro con pocos exponentes del género dentro del gremio periodístico nacional: Luis Felipe Wilson Varela (1999), Manuel Hernández Valdés (2001), Pedro Méndez Suárez (2016) y Francisco Blanco Ávila, Blanquito (2018).
Un lunes de mayo de 2008, a los 77 años de edad, Virgilio dejaba este mundo víctima de cáncer, cuando aún le quedaba mucho a su trazo por ofrecer. Pedro de la Oz, periodista cultural de Granma, así lo reflejaba: “Si dijera que Virgilio deja un vacío en el humor gráfico cubano, no haría más que apelar a un pésimo lugar común y, por demás, a una mentira. Porque con su obra y su ejemplo es (y será) todo lo contrario: nutriente infaltable, espacio de plenitud”.
Igualmente, rememoraba: “¿Un recuerdo? Su pasión por el blues y la rumba. En su puesto de trabajo solía escuchar páginas de la mejor música afronorteamericana y descargar energías mientras tamborileaba el un-dos, un-dos-tres solariego en la mesa de dibujo.
“¿Otra vivencia imborrable? Su interés por el manga. Compartíamos los hallazgos de esa estética de las tiras cómicas japonesas con fanática avidez. ¿Una frase suya inolvidable? «Algún día tendrá que elevarse la Capilla Sixtina del humor cubano con Abela, Horacio, David y Posada en el santuario»”.
Arístides Hernández (Ares), artista visual, humorista gráfico y Premio Nacional de Humor 2020:
“Cuando trabajaba como caricaturista de plantilla en Juventud Rebelde, yo andaba por la calle Ayestarán de mi casa hacia el periódico o viceversa y coincidí varias veces con Virgilio, casi siempre íbamos en sentido contrario y yo lo saludaba porque él nunca reparaba en mí. Intercambiábamos algunas palabras acerca de la vida y del humor gráfico mientras unos cristales profundos se interponían entre su mirada y mis ojos, sus gafas simulaban catalejos a través de los cuales él quería observar las cosas más allá de lo que todos las vemos.
“No he pretendido nunca copiar de Virgilio, quiero andar mi propio camino pero en muchos puntos hemos coincidido, como lo hacíamos en la calle Ayestarán.
“Virgilio se pareció… se parece a su tiempo; su obra tuvo músculos robustos de gráfica soviética y aderezo de comic norteamericano para darle sabor a aquellas historietas de humor criollo. Comenzó a dibujar vestido de convicciones y se marchó con ese mismo ropaje sin cambiarse la casaca”.
Juan Padrón, artista de la plástica y humorista gráfico. Premio Nacional de Humor 2004 y Premio Nacional de Cine 2008:
“Virgilio es el más grande dibujante de Cuba que he conocido, el más completo. Un verdadero artista. Lo que se mostró en la prensa es solo una pequeña fracción de su arte”.
Por lo pronto, esta próxima edición de la Bienal de San Antonio de los Baños, que se desarrollará de manera virtual debido a la pandemia ocasionada por la COVID-19, invita a revisitar, entre otros personajes, las aventuras del perro Pucho, un combatiente del batistato desde la historieta.
(Con información de Granma y Juventud Rebelde)