Aunque la labor periodística no gira en torno a las redes sociales digitales; cualquier profesional de la comunicación debería estar al corriente de las conversaciones que se dan en el seno de estos espacios públicos. Sobre todo, porque “las RRSS 2.0 han desbordado el ámbito del círculo de amigos y familiares para convertirse desde hace tiempo en un arma propagandística y de difusión de las ideas con una clara vertiente política, como apunta el estudioso Manuel de Ramón Carrión en la revista científica Estudios sobre el Mensaje Periodístico [1].
Dicha transformación ha influido en los medios informativos tanto a nivel estructural como de contenido. Los cambios se hacen notar en la forma de trabajar de los periodistas y la búsqueda de fórmulas para hacer rentables las nuevas culturas profesionales imprescindibles para mantener el equilibrio en las redes.
Por otra parte, la información deja de fluir en un sentido unidireccional y pasa a ser una comunicación bidireccional e, incluso, multidireccional. Un proceso que, en menos de dos décadas, ha revolucionado la forma en que medios de prensa tradicionales se relacionan con las fuentes y los públicos.
En consonancia –a pesar de que en ocasiones las redes sociales provocan saturación y pérdida de interés en los medios o la propia realidad por parte de los usuarios– para los periodistas, estas cumplen algunas funciones de gran valor.
La primera, la de rastrear la última hora de determinado tema. La segunda, la de ser un escaparate de contenido, donde encontrar motivación y tomar el pulso sobre lo que interesa, o no, a los ciudadanos: predecir tendencias. En tercer lugar, permiten difundir las noticias; y un paso superior, debatir, contactar de forma directa con otros usuarios, incluso testigos de la notica.
Cada una de esas potencialidades trae aparejadas problemáticas en torno a los límites y usos adecuados que deberían ser exigibles. Pero el hecho de mayor trascendencia es que las redes sociales han difuminado las fronteras entre fuente/periodista/receptor. Un fenómeno cuyos antecedentes se encuentran en la interacción con el público que trajo consigo la aparición de los medios online.
Relaciones que se (des)dibujan en redes
Ahora los internautas dejan de depender de espacios para la ciudadanía en los medios tradicionales, y reflejan su visión de la actualidad en sus perfiles personales. Por ende, no solo quieren comentar sobre los temas publicados, sino ser protagonistas, verificar y develar noticias.
No obstante, al decir de los investigadores Guiomar Salvat y Pedro Paniagua, en el mejor de los casos lo que llevan a cabo los ciudadanos “son actos puntuales de periodismo; en la mayoría de las ocasiones es la recogida de información sin otra relevancia que convertirse en fuente” [2]. Además, la participación de los usuarios al aportar contenido no sustituye el rol del periodista seleccionador-gestor de la información de manera ética y responsable.
Por el contrario, para el investigador José Manuel Noguera en su libro Redes y periodismo: cuando las noticias se socializan; las coberturas ciudadanas –tan importantes en el proceso de construcción de la noticia– demandan profesionales con nuevos encargos y competencias que toca desarrollar más desde las universidades.
Los medios también pueden llegar a hacerse eco de informaciones falsas o sensacionalistas, ya sea por dar el ‘palo periodístico’ o lograr mayor difusión de sus contenidos. Pero una premisa importante es que la gente, ante la actual avalancha informativa, no suele recordar quién dio primero el dato; sino cuán útil y veraz fue la información.
Por esa causa, el empleo de contenido encontrado en las redes debe respaldarse con el uso de herramientas de verificación. Se pudiera aplicar, por ejemplo, la comprobación de publicaciones previas del mismo perfil para determinar si estuvo en lo cierto antes, o la revisión de sus seguidores e información personal para afianzar la pertinencia de su criterio respecto al tema que aborda. Además del empleo de plataformas digitales para la comprobación como InVid, ImageEdited, la Waybackmachine o Twxplore para etiquetas, que ya sugerimos en Zona Tec.
La profesión depende en gran medida de la fortaleza de los medios y su rapidez para distinguir la información valiosa que permita luego identificar la mentira, según sentencia la investigadora Eva Herrero Curriel en un artículo académico sobre la credibilidad de las redes sociales en el periodismo [3]. Esto unido, claro, a la habilidad para compensar el acceso cada vez más habitual de los usuarios a las fuentes directas, a través del trabajo interpretativo y la explicación.
En construcción de un mejor actuar
Las fortalezas de la democratización de la producción online de los medios en nuestro país, merece aún más escrutinio científico y acciones prácticas. Por ahora el trabajo teórico y empírico de los últimos años –no solo en Cuba– ha demostrado que la deliberación pública sobre el trabajo periodístico puede promover una ciudadanía más informada, puesto que los lectores-usuarios se sienten más atraídos por los temas, comparten la información y sopesan otras alternativas para escoger la que más le aporte.
Por tanto, un desafío importante es aprovechar estas redes en términos de participación, como lo hacen progresivamente algunos de nuestros medios, díganse las revistas Juventud Técnica o Alma Mater. De lo contrario, solo se estaría presenciando ese espacio digital sin optimizar su carácter relacional y funcionalidad. Pues se trata de complementar el tradicional rol de filtro con el de gestor de comunidades y conversaciones, ya sea en las redes del medio u otras.
Del mismo modo, para desarrollar un criterio social crítico, el periodismo del siglo XXI debe dinamizarse y gestionarse desde un nuevo encargo como moderador entre el público y los profesionales, diseñando espacios de contacto entre los miembros más activos de la comunidad. Tal como ha sucedido durante la pandemia ocasionada por la COVID-19, cuando algunos medios han traído al debate en sus redes a especialistas del tema u otras líneas discutidas en la web, como las relacionadas con género y abuso sexual.
Estas experiencias educan a la audiencia para la búsqueda en redes de explicaciones racionales y argumentadas a sus inquietudes. A la par, pueden motivar trabajos más profundos con la perspectiva de los públicos. La mencionada gestión implica un esfuerzo por poner en valor aquellas aportaciones de calidad hechas por otros usuarios y promover la retroalimentación.
En líneas generales, se puede agregar también la pertinencia de medir los resultados de la interacción y otros parámetros sobre el comportamiento de las comunidades, usando estadísticas. Así como el impacto de los distintos formatos y el seguimiento transmedial que hacen, o no, los usuarios del contenido publicado por medios o periodistas.
Asimismo, en el ámbito de las comunidades en redes sociales digitales, se deben reforzar prácticas de contraste y análisis distanciado, ya que la propia naturaleza de dichas plataformas está direccionada a la creación de núcleos de intereses o burbujas de opinión. Los periodistas necesitan tener la capacidad de trascender las visiones insertadas en cajas de resonancia por la exaltación de ciertos argumentos, romper con eso y seguir perfiles con perspectivas plurales para gestarse opiniones propias.
Otra problemática inherente a la presencia en redes de los profesionales de la información es que no se permite una separación entre los conceptos de persona –con sus juicios e ideas– y profesional. La responsabilidad periodística se extiende a los comentarios, respaldos públicos, chiste, ironías y todo lo que se comparta a título personal, especialmente si resulta falso o apresurado [4]. A la vez que se relaciona con la eficiente creación de una identidad digital de los medios y los propios periodistas.
Pero la mayor dificultad surge cuando, ante la incertidumbre del nuevo entorno digital, el periodista ignora cómo tratar las plataformas sociales e incurre en un tratamiento informativo escaso de algún fenómeno o durante un debate. Los usuarios están al tanto y cualquiera puede rectificar algún dato u ofrecer una visión completamente contraria a la del medio. El trabajo con la interacción o comentarios negativos también demanda nuevas competencias, relacionadas con rectificar y argumentar más que enfrentar frontalmente.
El cambio de paradigma implica no solo manejar el lenguaje de Internet, sino también la técnica periodística y las culturas profesionales en cada red. Exige un periodista más flexible para adaptarse a un ecosistema en constante cambio, y con una mirada global que permita maximizar sus herramientas; así como sus competencias profesionales para no tambalearse en el contexto de la convergencia mediática.
Notas:
[1] Ramón Carrión, M. d. (2014). Las Redes Sociales 2.0 como fuentes informativas en las revoluciones y movimientos populares del siglo XXI. Estudios sobre el Mensaje Periodístico, 20 (2 julio-diciembre), 1195-1208.
[2] Salvat, G., & Paniagua, P. (2007). ¿Es esto periodismo, ciudadano? Estudios sobre el Mensaje Periodístico , 227-246. https://revistas.ucm.es/index.php/ESMP/article/view/ESMP0707110227A
[3] Herrero Curriel, E. (2015). La credibilidad de las redes sociales en el ámbito periodístico. Transinformação , 27 (2). https://doi.org/10.1590/0103-37862015000200006
[4] Borja, V. (2018, 22 de marzo). Periodistas y redes sociales: la peligrosa tentación de mostrarse como persona. Cuadernos de periodistas, (35): http://www.cuadernosdeperiodistas.com/periodistas-y-redes-sociales-la-peligrosa-tentacion-de-mostrarse-como-persona/
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