Nacido en un poblado del municipio avileño de Majagua, este estudiante de Periodismo le ve la cara a la COVID-19 casi a diario. De cómo han sido sus días le cuenta a Invasor.
A las 12:00 de la noche de ese día Neilán Vera Rodríguez no estaba en su casa en el poblado de Mamonal, tampoco tenía cerca a la mujer que lo trajo al mundo y, mucho menos, a la gata por la que jura estar en contra del maltrato animal. Lo que define él como sus cosas: la cama, los libros, las costumbres, le quedaban tan cerca, o tan lejos, como los más de 38 kilómetros que lo separan ahora mismo del lugar que lo vio crecer.
A las 12:00 de la noche otras voces le cantaban el Feliz Cumpleaños como nunca antes. Porque nunca había celebrado sus 22, nunca había pasado un 11 de febrero bajo riesgo y porque era la primera vez que en el día de su santo estaba a pocos pasos de la Zona Roja.
La vida entera sería insuficiente para los reproches si, en vez de entrar a hacer la limpieza a las habitaciones de los sospechosos de COVID-19, ese día hubiese estado festejando lejos de ahí. “Yo no alfabeticé ni pude ir a pelear a Angola, pero esta es mi guerra y no me perdonaría el hecho de faltar donde me necesitan”, dice mirando fijamente a la cámara que graba cada una de sus palabras como el testimonio de la historia que hace.
De ser el niño apasionado por la lectura y amante de los concursos de conocimiento, se convirtió en uno de los tantos graduados del Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas (IPVCE) Cándido González Morales y, luego, en estudiante de cuarto año de la carrera de Periodismo, con la que soñaba desde la secundaria por su afinidad con las letras y por la aspiración de contar el mundo desde sus ojos.
Uno de sus más grandes orgullos es saber que sus padres nunca les pusieron trabas a sus ideas, y he ahí la justificación para que la madre esté sola en la casa de Mamonal, mientras el hijo aprende a hacer lo que ella nunca ha visto: “dar colcha y trapeador como un loco, lavarme la ropa, lidiar con personas bajo estrés y situaciones de todo tipo, y hacer ejercicios por las tardes para matar el tiempo”.
A pesar de que estudia la licenciatura en la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas (UCLV) y de la Universidad de Ciego de Ávila Máximo Gómez Báez (UNICA) solo tenía el recuerdo de realizar allí las pruebas de aptitud de la carrera, no se dio la oportunidad de pensarlo una vez cuando le comentaron que hacían falta muchachos para apoyar en las labores de higienización en el centro de aislamiento de la UNICA.
“Hace casi dos años que soy miembro del Secretariado de la Unión de Jóvenes Comunistas de la Universidad. Con ellos he intentado ser quien soy, un joven que defiende la Revolución sin consignas, que trata de ser honesto consigo mismo y que utiliza las redes sociales en Internet para mostrar cómo piensa”, dice y con toda la firmeza del mundo asegura que ningún líder estudiantil está en la capacidad de exigir si primero no está dispuesto a dar todo de sí.
Neilán da mucho más que su vida; da los pulmones a expensas de que el asma que padece se alíe con la COVID-19 para hacer estragos; da su amistad a los compañeros de cuarto que ya son sus hermanos; da su tiempo, que es muy valioso, si tenemos en cuenta que casi termina la Universidad y hay una tesis esperando por él; y da su corazón, que nadie lo dude.
Pero eso de entregarlo todo tiene raíces en un blog nacido en la UCLV con varias manos y cabezas pensantes a su alrededor, un blog que le facilita el norte a los futuros periodistas de este país y que tiene por nombre Brújula Sur.
“Es un proyecto al que le he dedicado gran parte de mi tiempo libre en los últimos años. Ahora escribimos allí cerca de 15 personas, la mayoría estudiantes, siempre bajo la premisa de que desde la blogosfera también se puede hacer periodismo, un periodismo comprometido con el proyecto social cubano, y así complementar la agenda de los medios públicos.”
Usted pudiera imaginar que las siete vidas de su gata no le alcanzan al muchacho para emprender todos sus proyectos, e imagina bien.
Aunque su respuesta a la pregunta de cuánto hay de diferente entre el muchacho de Mamonal, el de la UCLV y el de la Brigada Jóvenes X la Vida fuera “yo creo que nada”, a las 12:00 de la noche de ese 11 de febrero, cuando lo separaban más de 38 kilómetros de su mamá, su cama, sus libros y sus costumbres, cuando en el día de su santo nuevas voces le deseaban Feliz Cumpleaños, Neilán no era el mismo.